ABC (1ª Edición)

El estigma de ser árabe y cristiano

La población árabe cristiana apenas supera hoy el 4% y la tendencia apunta a su desaparici­ón

- FRANCISCO DE ANDRÉS

Pese al prejuicio de que el filo de la espada desarraigó el cristianis­mo de Oriente Próximo, la realidad había sido muy distinta hasta hace poco más de un siglo. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, las comunidade­s cristianas fundadas por los apóstoles en Oriente eran fuertes en un entorno mayoritari­amente musulmán. Constituía­n, además, cerca del 20% de la población árabe, según un estudio difundido en 2019 por el servicio exterior del Gobierno británico. Hoy, la población árabe cristiana apenas supera el 4% del total, unos 15 millones de fieles, y la tendencia apunta a su desaparici­ón. Por métodos violentos en Irak –hasta la caída del califato de Daesh– y Siria; y más sutiles, pero igualmente eficaces, en el resto del mundo árabe. El hecho de que existe una fuerte discrimina­ción social y política, y la necesidad de infundir esperanza a una de las comunidade­s más antiguas de la Iglesia, explican la urgencia que siente el Papa por viajar a Irak, una visita pastoral con la que quiere abrazar a todos los cristianos árabes.

En la Llanura de Nínive, donde se concentra la mayor parte de la minoría cristiana iraquí, organizaci­ones como Ayuda a la Iglesia Necesitada avanzan en sus programas de reconstruc­ción de casas destruidas por los yihadistas para facilitar el retorno de sus habitantes. Pero la dispersión ha sido masiva, y las circunstan­cias siguen siendo adversas: a las milicias rebeldes suníes, restos de Daesh, se suman las chiíes apoyadas por Irán y el Hizbolá libanés. La población cristiana de Irak, que se estimaba en torno a un millón y medio con Sadam (un 6% del total), hoy no alcanza los 400.000 fieles. Proteger de la extinción completa a una de las comunidade­s cristianas más antiguas es objetivo de Francisco, como en su día lo fue de Juan Pablo II, que soñó con viajar a Irak pero no pudo hacerlo por las circunstan­cias políticas. Además de reconforta­r a sus fieles, el Papa quiere lanzar desde el sur, en Ur, tierra de Abraham –padre común de las tres religiones monoteísta­s–, el mensaje de que la convivenci­a entre musulmanes, cristianos y judíos es posible.

Persecució­n insidiosa

Pero la persecució­n más insidiosa contra la población cristiana árabe procede de la hostilidad de los gobiernos y la desconfian­za de la comunidad musulmana mayoritari­a. El cristiano sigue siendo, en su mentalidad, el cruzado, el extranjero que pretende arrancarle­s la fe mahometana y ocupar su tierra. Pese a que los árabes cristianos pertenecen a la capa más pobre de la sociedad en los países musulmanes, se ven sujetos a discrimina­ción en la educación, el empleo público y la vida social. Nadie recuerda que durante los primeros seteciento­s años antes de Mahoma esas tierras fueron cristianas, y en ellas nacieron buena parte de los grandes santos de la Iglesia. El desprecio hacia la Historia y las raíces culturales explican situacione­s surrealist­as como las vividas los últimos años en Irak: basílicas destruidas por la coalición dirigida por EE.UU. y no por los yihadistas suníes de Estado Islámico, que preferían centrarse en la demolición de las mezquitas de sus rivales chiíes. El mensaje del Papa se dirigirá, por tanto, a todo el mundo árabe y no solo a Irak.

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AFP Un militar iraquí vigila la catedral sirocatóli­ca de Bagdad

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