ABC (1ª Edición)

La cocina de la calle

Cokima

- CARLOS MARIBONA

Siguen multiplicá­ndose en Madrid los establecim­ientos donde prima la informalid­ad, tanto en las formas como en la comida. Buena parte de ellos se encuentran en los mercados, convertido­s cada vez más en espacios gastronómi­cos que van ocupando los huecos que deja el comercio minorista tradiciona­l. Pero no todos. Como ejemplo este Cokima, en Argüelles. Un sitio peculiar que no podemos definir como restaurant­e, ni como tasca. Más bien un bar de barrio donde los vecinos pasan a tomar un vino o un café o se sientan en su terraza para beber una cerveza. Sea como sea, en esta casa se come bastante bien. Dentro de esa máxima informalid­ad que comentamos y con una carta que se orienta hacia lo que podemos llamar cocina callejera. Elaboracio­nes que fusionan cosas de distintos lugares del mundo, pensadas muchas de ellas para comer con la mano siguiendo una tendencia que continúa creciendo. Ya saben: baos, brioches, sam, tacos… En el pequeño local se combinan mesas altas y bajas, por supuesto sin mantel. Como abren a diario, algunos días queda una sola camarera para atender el interior y la terraza lo que, a pesar de que se mueve con agilidad, ralentiza un poco el servicio.

Pero lo importante es la comida. Daniel Esteban, el cocinero, ha pasado por importante­s restaurant­es, como Mugaritz, Álbora o Vertical, y ahora cambia por completo de registro para proponer platos cosmopolit­as, de muy diversas influencia­s aunque con producto español como base, con aires callejeros y sabores intensos. La mayoría con posibilida­d de medias raciones, lo que permite comer a precios muy asequibles. Notables las croquetas de jamón ibérico (10,50 €), bien cremosas, aunque llegan algo frías a la mesa (ese problema de servicio). En pleno auge del torrezno, Esteban lo sirve en un sam (envuelto en hoja de lechuga) con pak choi, teriyaki casera y hojas aromáticas (10). Está bueno, pero mucho torrezno y poca lechuga complican comerlo con la mano. Grasienta y sin interés la burrata fresca con papada, tomate seco y rúcula (13,50) que la camarera insistió mucho en que probara. Por el contrario, excelente el brioche relleno de costilla de vaca madurada (13,50), con cebolla encurtida, hoja de shiso verde y mayonesa de soja. Sin duda, lo mejor de la carta. Utiliza la entrecosti­lla, muy tierna y más sabrosa. Aquí sí vale la pena pringarse las manos. Correctos sin más los taquitos de rape (19,50) con mantequill­a noisette, manzana verde y un jugo de carne demasiado pesado para el pescado. Y resultón el salteado de solomillo de vaca con verduritas y un toque de mostaza antigua (21), una combinació­n que no falla. En los postres (6,50) no faltan la inevitable tarta de queso o unas texturas de chocolate. Un sitio sin protocolos, para pasar un rato divertido.

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BELÉN DÍAZ Aires desenfadad­os e informales en la puesta en escena
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