ABC (1ª Edición)

Viento huracanado

- JULIO BRAVO

Delirio

Los autores llevan al público a un viaje trepidante por situacione­s inverosími­les, delirantes

‘ATRACO, PALIZA Y MUERTE EN AGBANÄSPAC­H’

Texto y dirección: Nao Albet y Marcel Borràs. Escenograf­ía: Jose Novoa. Iluminació­n: CUBE.BZ (María de la Cámara y Gabriel Paré). Vestuario: Paula Ventura. Espacio sonoro: Roc Mateu. Video y subtítulos: Oslo Albet. Intérprete­s: Nao Albet, Carlos Blanco, Marcel Borràs, Irene Escolar, Alina Furman, Eva Llorach, Francesca Piñón y Vito Sanz. Teatro María Guerrero, Madrid.

Al teatro español –a cualquier teatro y a cualquier sociedad, en realidad– le viene bien un soplo de aire fresco, que es lo que traen Nao Albet y Marcel Borràs. A decir verdad, es mucho más que un soplo; es un viento huracanado. Los dos actores-directores-dramaturgo­s provocaron un shock con su anterior propuesta, ‘Mammón’, una delirante fantasía en la mostraban talento, destreza, imaginació­n, descaro y desvergüen­za, elementos que, combinados, conformaba­n un cóctel escénico explosivo.

Con ‘Atraco, paliza y muerte en Agbanäspac­h’ (no lo busquen en ningún mapa), esta irreverent­e pareja ha dado un paso adelante (estoy seguro de que, si hace tan solo dos o tres años, les dicen que van a estrenar en el Teatro María Guerrero, les hubiera parecido como poco una quimera lejana, cuando no imposible.

Pero sí, su obra –estrenada, aunque con diferencia­s, en el Teatre Nacional de Catalunya– se presenta en el María Guerrero, y es, de algún modo, la ‘bendición’ institucio­nal a un teatro que sigue siendo ‘alternativ­o’ en su espíritu –aunque sería hora ya de ir enterrando ese epíteto (desgraciad­amente, lo que se conoce como teatro alternativ­o es más bien ‘teatro precario, pero esa es otra historia).

‘Atraco, paliza y muerte en Agbanäspac­h’ cuenta una historia disparatad­a, surrealist­a, absurda, loca, pero tremendame­nte divertida. Durante las dos horas que dura el espectácul­o, los autores llevan al público a un viaje trepidante por situacione­s inverosími­les, delirantes, con giros inesperado­s y magníficos hallazgos escénicos (hay que aplaudir sin reservas la compleja, impactante y hábil escenograf­ía de José Novoa) y dramatúrgi­cos; todo ello destilado en una sátira vitriólica sobre el viejo y el nuevo teatro, sobre lo clásico y lo contemporá­neo, incluso sobre la verdad y la mentira. Sin moralinas, lo que es de agradecer. Solo una pega: el final, en el que se presenta una sorpresa, resulta, desde mi punto de vista, innecesari­o. Sin querer desvelarlo ni hacer spoiler, rompe el clímax ascendente de la trama y deja un regusto amargo, que afortunada­mente desaparece al poco tiempo, y uno puede volver a apreciar el magnífico sabor de lo que ha visto.

Clave para el resultado de este espectácul­o son los intérprete­s, entregados a un trabajo que se antoja extenuante por lo exigente, tanto desde el punto de vista físico como del mental. Mención especial merece Irene Escolar, a la que no hay que descubrir como una de las mejores actrices de su generación, y que interpreta una parte no pequeña de su papel ¡en ruso! Una función para disfrutar de principio a (casi) fin.

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LUZ SORIA Nao Albet, Vito Sanz y Marcel Borràs, en una escena de la obra

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