Sopicaldo cursilón
La tropa podemita arma su estrategia sobre dos pilares: verborrea y llantina
EL pudor fue nuestra principal virtud. España resultaba morosa, raquítica, sentimental y católica, pero el pudor imprimía carácter, marcaba estilo, inyectaba dignidad. Al orillar el pudor nació la trompetería sentimentaloide. La tropa podemita arma su estrategia sobre dos pilares básicos: verborrea y llantina. Con lo primero nos perforan el cráneo del mismo modo en el que el psicokiller Jeffrey Dahmer taladraba el de sus víctimas para transformarlas en juguetes sexuales. Con lo segundo muestran una falta de pudor absoluta que evidencia su mochila infantil.
A los de Podemos les atribuímos algo así como un doctorado en series televisivas. Exageramos. Se jactan con lo de las series porque así abrazan una suerte de moda sofisticada, pero se desfloraron hacia la vida bebiendo de los turbios manantiales de la telerrealidad, de ahí su afición hacia la llantina. Cuando irrumpieron aquellos formatos de caspa y furia, sorprendió la pasión acuosa de los concursantes. Ahí fue cuando España perdió el pudor. Llorar suponía un acto íntimo y sincero que revelaba un dolor profundo que se cauterizaba con la soledad, nunca una bagatela propagandística destinada a recoger el aplauso del ingenuo público. A Monedero le inundó un Orinoco cuando falleció el tirano venezolano. Irene Montero sufrió una crisis lacrimógena mientras vindicaba desde su esponjosa cháchara algún asunto de su negociado. Iglesias lloriqueó al conquistar la vicepresidencia, componiendo además grotescos pucheros. Yolanda Díaz deslizó lágrimas cuando el susodicho se despidió de su bicoca en el congreso. LLoran como aquellos concursantes que acusaban a una pierna invisible de sus absurdas desgracias (memorable aquel «¿pero quién me pone la pierna encima?»). El frenesí llorica estalló con la ultraizquierda que purificaría nuestros pecados, pero naufragó en el sopicaldo cursilón. No les exigimos el severo careto de Lovecraft, tan sólo cierta mesura. Menos por su recién y espléndido patrimonio vitaminado, lloran por todo.