Humillación, pena y al final consuelo
Puigdemont consumó la humillación a ERC al propiciar el fracaso de Aragonès. Pero siempre hay consuelo y la Abogacía del Estado (rama sanchista) les alegró el día a los presos
Prosigue el duelo a garrotazos, esa práctica tan española, entre las distintas facciones del separatismo. Ayer Puigdemont completó su vejación a Aragonès al hacer fracasar su candidatura a presidir la Generalitat. Y así seguirá siendo hasta que el fugitivo consiga hacerse con una parte suculenta del pastel del poder que se disputan ERC y Junts. No queda ninguna duda de que la gobernabilidad de Cataluña, el resolver los problemas reales (no las ensoñaciones disparatadas) de los catalanes están en un tercer plano frente al prioritario reparto de las confortables poltronas y papeles estelares. El huido en Waterloo quiere ejercer de institutriz de Aragonès, quien, como decía Fraga, no quiere «ni tutelas ni tutías». El candidato de ERC está siendo tan humillado como en su día lo fue
Mas al que un grupito antisistema le birló la presidencia de la Generalitat dando paso al lamentable puigdemontnato. Se pone en marcha el reloj para repetir las elecciones a finales de mayo, constatando el colapso de aquello que Illa y su efecto iban a arreglar por encomienda de Sánchez & Redondo. Para que no se pongan nerviosos, la Abogacía del Estado vino ayer a allanar el camino del indulto de los sediciosos condenados y en un doble tirabuzón carpado emitió un papel diciendo que no se pronuncia sobre el indulto pero que ¡no se opone! Qué arte más grande, qué fidelidad al sanchismo y qué lástima, claro.