Creadores y creaciones
‘MÚSICA Y MAL’ ★★★
Texto: Lola Blasco. Dirección:
L. Blasco y Pepa Gamboa. Escenografía: Antonio Marín. Iluminación: Juanjo Llorens. Vestuario: Rafael R. Villalobos. Intérpretes: Lola Blasco y Alexis Delgado Búrdalo (piano). Teatro Fernán Gómez (Sala Jardiel Poncela), Madrid
JULIO BRAVO
No hay belleza que pueda con el mal, dice en un momento de su monólogo Lola Blasco, autora, codirectora e intérprete de una pieza sencilla y descriptivamente titulada ‘Música y mal’. Nace de la pasión melómana y se sumerge en piezas tan absolutamente sublimes como ‘Morgen’, de Richard Strauss; el preludio de ‘Tristan e Isol
da’, de Richard Wagner; la sonata ‘Claro de luna’, de Claude Debussy; o las ‘Escenas de niños’, de Robert Schumann; piezas que en su maravilla no pueden esconder, sin embargo, la maldad de quienes alguna vez las usaron o, peor, la maldad de quienes las crearon.
Lola Blasco reabre con esta obra ese viejo y estéril debate –se podría decir que reabre una herida nunca cerrada– sobre hasta qué punto las ideas, incluso los hechos, criticables o condenables de un creador deben influir en el juicio sobre sus creaciones; ¿una obra de arte deja de serlo porque su autor haya pensado ‘maldades’, las haya dicho, propagado o hecho?
Como buena dramaturga, Lola Blasco no contesta ninguna pregunta. Se limita a viajar por la vida de varios compositores –a algunos, como a Richard Wagner, los descalifica personalmente sin ningún remordimiento, eso sí– y a exponer una serie de hechos –con fines dramatúrgicos, no históricos– con los que teje una pieza salpicada de poesía y desgarro a partes iguales, mientras Alexis Delgado Búrdalo la inunda delicada y hermosamente con las músicas a las que la autora se refiere en el texto.
No deja de ser ‘Música y mal’ una suerte de ‘conferencia dramática’ llena de datos y nombres. La dirección de Pepa Gamboa y la propia Lola Blasco es carnal, directa y ligera a la vez. La apariencia infantil que se le ha dado a la intérprete da por momentos la apariencia de estar escuchando un cuento –terrible, eso sí– y los cambios de ritmo alivian el aluvión de información que envía al espectador que, eso sí, encuentra en las melodías del piano refugio para tanto mal.