ABC (1ª Edición)

La final del orgullo vasco

➤ Bilbao y San Sebastián lucen sus galas en un partido de Copa para la historia, un punto de inflexión para ambos clubes

- TOMÁS GONZÁLEZ-MARTÍN

El Bar Okela, que es realmente un restaurant­e de chuparse el borceguí, ondea con orgullo los colores rojiblanco­s a veinticuat­ro horas de la final. Situado a cuatrocien­tos metros de San Mamés, es también la sede de la peña de Joseba Etxeberría, actualment­e entrenador del Bilbao Athletic. Allí se reúnen desde hace lustros muchos seguidores de los leones, mientras Txema Olano controla que la comida sea insuperabl­e al contragolp­e. A cien kilómetros de allí, la cooperativ­a gastronómi­ca Unión Artesana, la más antigua de San Sebastián, fundada en 1870, luce las banderas blanquiazu­les en sus paredes en el anhelo de ver a la Real Sociedad campeona de la Copa del Rey frente al vecino rojiblanco, en un duelo de fútbol, de picaresca, de paisanos, que dejará muy tocados a la mitad después de vivir esta primera gran final de la historia entre los dos principale­s clubes vascos.

El Okela y la Unión Artesana son dos ejemplos de los miles y miles de restaurant­es, bares, centros comerciale­s, negocios, mercados, paredes, balcones, coches y comercios de Bilbao y de San Sebastián que llevan vestidos con los colores rojiblanco y blanquiazu­l desde hace días. El Ayuntamien­to de Bilbao tiene enfrente una camiseta gigante que porta el número doce y el nombre de Bilbao. En San Sebastián, los edificios emblemátic­os están decorados, desde el primero hasta el octavo piso, con la bandera blanca y azul. El ambiente en ambas ciudades es tan festivo como preocupant­e. Muchos temen la derrota, porque soportar al amigo del otro bando durante meses, años, agotará más que hacer un marcaje a Raúl García.

La despedida multitudin­aria ofrecida al autobús del Athletic por la hinchada de los leones, camino del aeropuerto y del vuelo a Sevilla, rompió ayer todas las medidas de seguridad frente al coronaviru­s. La ausencia de público en el estadio de La Cartuja y la imposibili­dad de ver el partido con peñas y amigos es insoportab­le para demasiados aficionado­s, que rompen los protocolos por culpa de la pasión. Ha sido el último episodio que alimenta la preocupaci­ón del Gobierno Vasco por evitar las aglomeraci­ones y las fiestas una vez acabe la final.

Las autoridade­s han advertido que no serán más permisivas mañana en Vizcaya ni en Guipúzcoa. Aconsejan ver el partido en casa y celebrarlo en privado en los domicilios, sin salir a la calle. Saben que será imposible controlar a todo el mundo, pero avisan.

«Hay vidas en juego».

Estilos opuestos

Ambos equipos se juegan la vida. Es una final del terruño que hará historia y marcará un punto de inflexión en ambos clubes. Esta final de la Copa española será recordada para la eternidad por ser la primera entre estos rivales. Las gradas vacías aportarán un dato extraño para el futuro que rememorará el Covid. Será la primera Copa del virus, tras vivir la Liga de la pandemia, ganada por el Real Madrid.

Se enfrentan dos estilos muy distintos. Uno, el Athletic de Marcelino, definido por su ambición por ganar. Los leones marcan siempre un gol como mínimo. Es un equipo vertical, directo, dirigido en el césped por Muniaín, que busca los puntos débiles del oponente en una guerra de guerrillas que desgasta al enemigo, con Williams como destructor en el área contraria y Raúl García en todos los fregados. El otro estilo, la Real Sociedad de Imanol, se define por el dominio del juego, por tener el balón, apoyado en la clase de David Silva y Oyarzábal, con Isak como puñal. Una idea de ataque que es bonita y que arriesga en defensa, capaz de lo mejor y lo peor, de todo. ABC ha hablado con dos mitos de ambas culturas futbolísti­cas, Roberto López Ufarte y Andoni Goicoechea, para analizar un duelo que trasciende a lo deportivo. Es un enfrentami­ento de orgullos, de caserío, de formas de ser vasco, de quien es mejor y más vasco, que supera al fútbol. «Les dimos un baño el 31 de diciembre en su campo», rememora López Ufarte, fino extremo izquierda blanquiazu­l desde 1975 a 1987, traspasado al Atlético ese año. «En San Mamés ga

namos con nuestro fútbol, con el dominio del balón. La Real juega a mandar en el partido y cuando le sale es difícil ganarla. David Silva es muy importante para nosotros, porque pone el gusto al fútbol. Oyarzábal aporta más calidad. Y arriba tenemos a Isak, que decide con su rapidez y remate».

López Ufarte: «Hay pique»

Analítico, Roberto López Ufarte conoce bien al adversario y subraya sus virtudes, las que hay que anular: «El Athletic está dirigido por Muniaín. Hay que tener cuidado con la velocidad de Williams en ataque. Y cerca de él estará Raúl García, que será muy importante para ellos por su experienci­a». Admite que perder será muy duro: «Hay mucho pique entre las dos aficiones, somos vecinos y el que pierda lo pasará mal». Tiene un resultado: «Ganamos 3-2».

«Vamos a ganar 2-1», contesta Goicoechea. Reconoce que el derrotado, en efecto, no vivirá muy bien en los próximos tiempos: «Es la primera final entre Athletic y Real Sociedad y hay una rivalidad muy grande, como la del Real Madrid y el Atlético, como el Betis-Sevilla, como el Barcelona-Espanyol, y quien pierda va a tener que aguantar al vecino, que vive al lado, durante demasiado tiempo».

Andoni desmenuza como planteará Marcelino la final: «El Athletic presionará arriba para no dejar jugar a la Real, que tiene un buen centro del campo, con hombres de calidad como Silva y Oyarzábal, y a Isak en punta. Marcelino impondrá un buen sistema defensivo e intentará superar a la Real con velocidad, buscando a Williams con balones lanzados a la espalda de la defensa contraria».

Rival de López Ufarte como central del Athletic en los mismos doce años, desde 1975 a 1987, compañeros en el Atlético de Madrid la temporada siguiente, Goicoechea admite que es una final atípica: «Siento la tristeza de no poder vivir este partido con público, con las dos aficiones en el campo. Habría sido muy bonito, especial. Se retrasó la final durante un año para conseguirl­o, pero no ha podido ser».

Goicoechea: la gabarra

El exdefensa de los leones lamenta también no poder sacar la gabarra si su equipo vence, como sucedió en 1983 con el título de Liga y al año siguiente con la Liga y la Copa, de la mano de Clemente: «Si ganamos, a ver si sacamos la gabarra más adelante, cuando se pueda». En su cabeza siente una ilusión: ganar dos Copas en dos semanas, a la Real Sociedad y al Barcelona. «Primero vamos a luchar por ésta y luego ya pensaremos en la otra, que el Barcelona es un gran rival».

Mañana, Bilbao y San Sebastián, Vizcaya y Guipúzcoa, quedarán paralizada­s en la noche para presenciar un enfrentami­ento único, con silencio en los graderíos de La Cartuja y corazones encogidos en las casas de los simpatizan­tes, con Sevilla sin aficionado­s en un campo vacío, sin ruido. Se escucharán los gritos de los jugadores en una final de la Copa del Rey por primera vez en la historia. Es un duelo entre dos caracteres, entre Marcelino e Imanol, entre el marmitako y la merluza al pincho. Las comparacio­nes lo dicen todo. Los dos pescados los bordan en ambas ciudades. Los dos merecen ganar. Solo podrá uno y no habrá que cebarse con el vecino, porque son distintos pero muy parecidos.

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R. S.
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San Sebastián está vestida de blanquiazu­l, como lo está Bilbao, donde la afición rojiblanca rompió ayer todos los protocolos Covid para despedir a su equipo
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EFE

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