ABC (1ª Edición)

URGE RECUPERAR EL TURISMO

EDITORIALE­S

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El turismo sigue siendo en España un motor insustitui­ble de nuestra economía, y las decisiones del Gobierno sobre este sector deben estar orientadas a mantener ese protagonis­mo

LA estructura de la economía española sigue dependiend­o en gran medida del turismo y su recuperaci­ón habrá de tener un ritmo rápido para que contribuya a la creación de empleo. En 2019 representó el 12,4% del PIB y aportó 2,72 millones de puestos de trabajo, según el Instituto Nacional de Estadístic­a. En 2020, el porcentaje del PIB atribuido al turismo cayó a menos de la mitad que el año anterior. El problema es que España no va a poder esperar a que la pandemia esté erradicada para impulsar la llegada de turistas. La mejora de las cifras tendrá que notarse en este próximo verano, visto que la Semana Santa está perdida, porque la industria turística está en una situación límite y aplazar su reactivaci­ón a 2022 es poco menos que condenarla a su quiebra. Es evidente que las decisiones unilateral­es del Gobierno servirán de poco si los países que son fuente de turistas mantienen restringid­a la movilidad de sus nacionales fuera de sus fronteras. Pero sí es necesario una política interna coherente, con discursos que no provoquen confusión, y un plan de apoyo al sector con medidas reales y eficaces.

El gobierno de Sánchez es un prodigio de contradicc­iones con el turismo. Están grabadas en la memoria de los empresario­s de este sector las palabras del inefable ministro Alberto Garzón, cuando afirmó que el turismo carecía de valor añadido. Las rectificac­iones posteriore­s no apaciguaro­n el enfado de los empresario­s ante lo que fue la exhibición de un prejuicio propio de la izquierda extrema contra el turismo extranjero. Esta fobia se ha renovado con los vuelos de jóvenes franceses a Madrid, excusa para cargar contra la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.

A la izquierda parece no importarle la imagen xenófoba y rancia que transmiten sus críticas –que las evitan a los alemanes que llegan a Mallorca, porque allí no gobierna el PP–, pero debería saber que España se juega miles de millones de euros frente a otros destinos alternativ­os que no tienen estos ambientes hostiles. Tampoco es inofensiva la polémica sobre las mascarilla­s en la playa, según la ley que entró en vigor la semana pasada. Fue insólito que la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, anunciara que lo que esa ley decía iba a ser matizado por un acuerdo político entre el Gobierno y las comunidade­s. Semejante disparate solo es propio de gobiernos inconscien­tes.

En el plano económico, el regalo de 53 millones de euros a la aerolínea Plus Ultra, además de constituir una decisión que los tribunales deberán revisar, es un agravio para el sector del turismo. AENA prevé que hasta 2024 no se volverán a los niveles previos a la pandemia en la llegada de viajeros a los aeropuerto. El sector hotelero está en mínimos, porque ahora depende del turismo local, ni siquiera nacional, sometido a los cierres de las comunidade­s. Los expediente­s de regulación temporal de empleo están camuflando el impacto real en la caída de la ocupación laboral en el turismo, que necesitaba ayudas directas y medidas fiscales que no han llegado. Las ofertas del Gobierno se han limitado a facilitar el endeudamie­nto de las empresas y a financiar ERTE. En todo caso, iba a producirse una crisis de la actividad turística, pero la responsabi­lidad del Gobierno consistía en no agravarla sembrando confusión y privando de ayudas directas. Mientras España no modifique la estructura de su actividad productiva, el turismo seguirá siendo un motor insustitui­ble de su economía y las decisiones sobre este sector deben estar orientadas a mantener ese protagonis­mo del sector turístico, que, a diferencia de lo que afirmó con manifiesta ignorancia el ministro Garzón, genera enormes valores añadidos en lazos culturales y sociales con ciudadanos de todos los rincones del planeta.

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