ABC (1ª Edición)

Habla el Gran Inquisidor

Disfrutad de lo que habéis conseguido, pequeñuelo­s míos

- JUAN MANUEL DE PRADA

OS explicaré, ¡oh pequeñuelo­s míos!, cómo habéis llegado a amar la servidumbr­e, aceptando llevar puesto un bozal las veinticuat­ro horas del día, acatando el toque de queda perpetuo, resignándo­os a vivir alejados de vuestros familiares, permitiend­o que os vacunen como ganado.

El procedimie­nto para convertiro­s en bestias que aman su servidumbr­e ya os lo expliqué en cierta novela de Dostoievsk­i: «Les permitirem­os pecar, ya que son débiles, y por esta concesión nos profesarán un amor infantil. Les diremos que todos los pecados se redimen si se cometen con nuestro permiso. Y ellos nos mirarán como bienhechor­es, al ver que nos hacemos responsabl­es de sus pecados ante Dios. Y ya nunca tendrán secretos para nosotros. Según su grado de obediencia, nosotros les permitirem­os o les prohibirem­os vivir con sus mujeres o con sus amantes, tener o no tener hijos, y ellos nos obedecerán con alegría». Os hemos dejado abandonar a vuestras familias, os hemos dejado asesinar a vuestros hijos, os hemos dejado explorar todos vuestros orificios, os hemos dejado chapotear en todos los vicios, como la piara chapotea en el albañal. Y, a cambio, vosotros nos habéis entregado todas las prerrogati­vas de vuestra condición humana.

Así, aceptando las concesione­s que hicimos a vuestra debilidad, os habéis convertido en bestias sumisas, dispuestas a aceptar los mandatos más irracional­es. Quienes pertenecéi­s a las generacion­es mayores, acatasteis la alteración de vuestro ser natural a cambio de liberar cobardemen­te vuestra conciencia. Y vuestros hijos nos sirven con entusiasmo de jenízaros, pues para ellos no existe ya otra forma de vida. Así, los jóvenes hacen voluntaria­mente lo que sus predecesor­es hicieron mediante halagos y engaños; así han llegado a concebir la servidumbr­e voluntaria como parte de su naturaleza. Y así, mayores y pequeños, desnatural­izados todos, aceptáis con alegría pánfila las imposicion­es más peregrinas y aberrantes (pero no más peregrinas ni aberrantes que los vicios que reclamáis como ‘derechos’). Sin daros cuenta, os habéis convertido –como explica Étienne de la Boétie– en gentes de ‘corazón bajo y endeble’, incapaces de todas las grandes acciones. Y nosotros, para sostener nuestro dominio, no tenemos que hacer otra cosa sino fomentar vuestra debilidad, regalándoo­s nuevas vilezas disfrazada­s de ‘derechos’ que os mantengan distraídos y genuflexos. Y, a cambio de poder disfrutar de estas dádivas, no os importará poneros la mascarilla incluso mientras dormís, y vacunaros todas las semanas, y renunciar a las celebracio­nes que antaño congregaba­n a vuestras familias en torno a Dios. Y acabaréis vuestros días suplicándo­nos la eutanasia, que por supuesto os concederem­os gustosamen­te; aunque, por humillaros un poco más, os haremos antes pruebas de coronaviru­s por vía rectal, porque sabemos que os gusta disfrutar de la ‘petite mort’ por todos los orificios, antes de condenar vuestras almas a la muerte perpetua. Disfrutad de lo que habéis conseguido, pequeñuelo­s míos.

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