ABC (1ª Edición)

El monolito

Si Dios volviera a mandarnos a su hijo, lo volveríamo­s a matar

- SALVADOR SOSTRES

UN monolito metálico de más de dos metros, similar al que apareció en 2020 en el desierto de Utah, fue hallado el martes en una playa de la Costa Brava. No se sabe de quién es obra ni quién lo ha puesto ahí. Por su aspecto, algunos creen que es un homenaje a Stanley Kubrick. El objeto, además de misterioso, es estilizado y sugerente. Unos jóvenes lo tumbaron la madrugada del jueves. Es una constante del hombre, arremeter contra lo bondadoso, contra lo bello. Cualquier forma de hermosura y de piedad ha sido perseguida, tumbada y normalment­e asesinada. Ayer crucificam­os al hijo de Dios y mañana va a resucitar. Todos los sábados son de Gloria, pero todos los viernes son luctuosos. Llevamos el crimen y el amor cosidos muy adentro. La redención siempre está pero no siempre nos dirigimos hacia ella. Solemos preferir el odio, el resentimie­nto, la venganza. Tumbar el monolito, aplastar lo que no comprendem­os. Lo peor de la Cruz no fue el asesinato sino el linchamien­to. La resurrecci­ón es la verdad, y lo eterno, pero aún los hombres nos parecemos más a los que le clavaron y humillaron que a su capacidad de perdonarno­s en el momento de su mayor dolor. Hay una brutalidad interna que no hemos erradicado. Hay una amargura que ninguna parábola ha sabido calmar y si Dios volviera a mandarnos a su hijo, lo volveríamo­s a matar. Todavía el rebote de la envidia puede con la generosida­d y la gratitud. Luego tenemos instantes de luz, de una gran luz, pero siempre efímera. Los jóvenes que ayer tumbaron el monolito habrían disparado a Lorca o habrían escupido a Jesús en el Calvario. Hay una negación del amor, y de la compasión, que no se nos quita. El Gólgota es Auschwitz. No son los judíos, no son los católicos, no son los alemanes. Es el hombre puesto ante su pulsión más cobarde, más automática. Es el hombre atado a su viernes de vergüenza, sin saber cómo transitar hacia la gloria del sábado. Es el hombre rompiendo a martillazo­s la Piedad de Miguel Ángel. Dijeron que estaba loco, como todos lo estamos cuando nos dejamos llevar por la ira. El Misterio nos da más miedo que esperanza. Entendemos mejor la crueldad que el amor como metáfora de la solución universal.

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