ABC (1ª Edición)

«En Rusia me torturarán hasta que diga lo que quieran»

Una activista moscovita esquiva in extremis un procedimie­nto de extradició­n en la Audiencia Nacional

- ISABEL VEGA MADRID

Se llama Olga K., es moscovita, cumple 37 este año, vive en Francia con su hijo de ocho y el pasado octubre, tuvo la pésima idea de regalarse una escapada a España que acabó con una identifica­ción policial en el hotel en el que vacacionab­a y las alarmas encendidas. Ficha roja de Interpol, Rusia la estaba reclamando por tráfico de drogas. La acusación, intentar vender pastillas a un agente de la policía. Prisión provisiona­l. Se le vino el mundo abajo.

Hace sólo unas semanas pasó a disposició­n de la Audiencia Nacional para afrontar un proceso de extradició­n del que, finalmente, se ha librado in extremis. Mientras ella narraba la historia tras esa imputación de las autoridade­s rusas, su abogado, Luis Chabaneix, se movía en Lyon para informar a Interpol de que Olga tiene reconocido el asilo en Francia, razón por la que no debió viajar a España y que es suficiente como para que, al menos en la UE, Rusia ya no pueda perseguirl­a.

Su relato, por descontado, no es el de una narcotrafi­cante que tenga miedo de acabar sentenciad­a a trabajos forzosos, sino el de la huida de una persecució­n que calificó de política y que le hizo temer por su vida.

Tal y como contó en Francia para pedir asilo y después explicó ante la titular del Juzgado Central de Instrucció­n número 3 de la Audiencia Nacional, María Tardón, Olga, monitora de aerobic sobre el papel, se involucró en 2012 en el proyecto gulag.net, una plataforma de activismo que denuncia las torturas y los abusos del sistema penitencia­rio bajo gobierno de Putin. El impulsor de la iniciativa, Vladimir Osechkine, es más conocido que ella.

Tras destapar varios escándalos de corrupción, pronunció un controvert­ido discurso ante el parlamento ruso, la Duma, que le valió una acusación por traición. Era 2015, abandonó el país y se refugió en Francia. Fue el momento en el que todo se torció para Olga. «Durante los meses siguientes, destacados miembros de la red y yo misma fuimos vigilados e interrogad­os por el servicio de inteligenc­ia ruso, FSB, sobre el paradero de Osechkine, y la financiaci­ón y funcionami­ento de gulagu.net. Querían acabar con la página», contó a la instructor­a en videoconfe­rencia desde Irún, según la documentac­ión a la que tuvo acceso ABC.

«Fui interrogad­a en múltiples ocasiones en la llamada ‘Dirección de Servicios para Controlar y Verificar las Actuacione­s de los Defensores de los Derechos Humanos’ del FSB. Me obligaron a firmar declaracio­nes falsas», explicó. Cuando se negó le cayó la causa por drogas y en su tercera vista oral perdió el conocimien­to. Había tenido un aborto. «Pasé dos días incomunica­da sin abogado y forzada a confesar mi culpabilid­ad bajo tortura. Su objetivo, según no dudaron en decirme abiertamen­te, era meterme en prisión». Era febrero de 2016, estaba embarazada. Fue procesada y puesta a disposició­n del Tribunal de Dorgamilov­o con una petición de diez años de cárcel. En la tercera sesión de la vista, se desmayó. En el hospital le comunicaro­n que había sufrido un aborto.

«Temí seriamente por mi vida, la de mi marido y mi hijo pequeño y decidí huir de Rusia (…) Llegué a Francia en febrero de 2017. En abril solicité el asilo político y a principios de 2018, la Oficina de Protección me otorgó el status de refugiada», explicó a la juez española, con una súplica: dejarla marchar. «Si me extraditan a Rusia, sin duda, me encarcelar­án en razón de esta causa penal falsa controlada por el FSB para neutraliza­rme políticame­nte y en prisión, volverán a someterme a tortura y tratos inhumanos hasta arrancarme las calumnias que deseen contra mis compañeros de gulagu.net», declaró.

La ficha de Interpol

El asilo en Francia habría bastado para que la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional frustrase la petición de extradició­n, pero entre tanto, esta mujer habría debido seguir en España. Sin embargo, las gestiones del despacho de abogados dieron fruto antes de llegar a ese filtro: «Tras su correo de 6 de enero de 2021, le informamos de que la Comisión ha procedido a realizar los controles requeridos y que en la actualidad, su cliente no tiene ninguna noticia ni difusión de Interpol», decía una comunicaci­ón desde Francia. Se había suprimido la búsqueda dictada por Rusia ante la constataci­ón de que se trataba de una refugiada, informació­n que Interpol hasta entonces no tenía. No hay comunicaci­ón.

Tardón archivó por ello el caso y la dejó en libertad. «De lo actuado se desprende, tal y como informa Interpol España de fecha 23 de febrero de 2021 que las Autoridade­s de Rusia ya no están interesada­s en la entrega al haber cesado la vigencia de la difusión de solicitud de extradició­n», decretó la juez.

Falta de comunicaci­ón Interpol no tenía constancia de su condición de refugiada y mantenía la reclamació­n de Rusia

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ABC Un prisionero camino de la entrada de una cárcel en Rusia

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