ABC (1ª Edición)

La vida se complica de espaldas a la raia

El cierre de fronteras con Portugal atrapa en atascos y rodeos kilométric­os para cruzar a los 150.000 trabajador­es transfront­erizos de la comarca gallega do Baixo Miño

- NATALIA SEQUEIRO

Frente al antiguo edificio de Aduanas de Tui, Julio Fernández atiende el Bar Casa Quiroga. En el establecim­iento escasean los clientes desde que en febrero Portugal decidió cerrar las fronteras con España ante el avance del coronaviru­s en el país. Julio muestra una fotografía antigua de la zona situada junto al antiguo Puente Internacio­nal sobre el río Miño abierto hace ya 137 años. En ella se ve aún en pie el lazareto construido a finales del siglo XIX para que los extranjero­s guardasen cuarentena en los periodos de epidemias. «Hasta los años 80 aún estaba en pie, aunque ya no se usaba», explica Julio. Ahora sólo hay un aparcamien­to vacío mientras la pandemia del Covid ha obligado a los habitantes do Baixo Miño a acostumbra­rse a vivir nuevamente de espaldas a la ‘raia’.

«El concepto de frontera para nosotros desapareci­ó hace muchos años», explica el alcalde de Tui, Enrique Cabaleiro. El viejo puente internacio­nal era hasta febrero una calle más por la que gallegos y portuguese­s cruzaban a pie o en coche a diario para hacer compras o visitar a familiares o amigos entre Tui y Valença. La comarca del sur de la provincia de Pontevedra es el ejemplo perfecto de las eurorregio­nes que promueve la UE desde Bruselas. La economía está totalmente interconec­tada con hasta 150.000 gallegos y portuguese­s que desarrolla­n su actividad laboral y empresaria­l a ambos lados del Miño. El intercambi­o de mercancías también es constante. Un estudio encargado por el Agrupament­o Europeo de Cooperació­n Territoria­l Río Miño (AECT Miño), estimó que en el primer confinamie­nto de la primavera de 2020, se perdieron 96 millones de euros en facturació­n en los 26 ayuntamien­tos del territorio transfront­erizo ante las restriccio­nes de movilidad. De los 1.200 kilómetros que separan España de Portugal, 70 se correspond­en a la zona del Baixo Miño. Por ese 5% de territorio transitan habitualme­nte el 50% de vehículos entre ambos países.

«El cierre de la frontera supone el estrangula­miento de nuestras economías que viven del país vecino, los sectores más damnificad­os son la hostelería, los servicios y la restauraci­ón», explica el alcalde desde el viejo Puente internacio­nal ahora custodiado por agentes de la Policía Nacional y la Guardia Nacional Republican­a (GNR) portuguesa. Desde allí pueden contemplar­se los atascos que a diario sufren los trabajador­es que tienen que cruzar ‘la raia’ por el único paso abierto las 24 horas en la provincia de Pontevedra a través de la autovía A-55. Sólo pueden pasar camiones que transporta­n mercancías, trabajador­es transfront­erizos o personas con otras causas justificad­as como la asistencia a una consulta médica o padres y madres que llevan a sus hijos con sus exparejas. Lisboa y Madrid acordaron el cierre de fronteras pese a que la de Francia continúa abierta.

Miriam González se ha visto obligada a cruzar el puente de la A-55 a diario entre semana. Residente en A Guarda (Pontevedra) se desplaza a su trabajo en unos astilleros de Vilanova de Cerveira (Portugal). El cierre del paso que usaba habitualme­nte le obliga a dar un importante rodeo. «Tardaba 20 minutos en llegar al trabajo y ahora son 40-45», lamenta. «Económicam­ente también es el doble por el gasto en combustibl­e y los salarios de Portugal son bastante precarios», explica. Además, el mayor tiempo en los viajes al trabajo le complica su vida familiar. «Mis hijos ya no duermen en casa conmigo porque los tendría que levantar a las cuatro de la mañana. Ahora tengo que levantarme mucho antes para poder llegar a tiempo al trabajo», indica.

Desde la zona llevan tiempo reclamando que se abran más pasos fronterizo­s las 24 horas. Otros dos puentes que cruzan el Miño en Pontevedra, están abiertos pero sólo durante unas pocas horas al día. «Los que están en Madrid y Lisboa no saben cómo se vive en esta zona. No tenemos fronteras. Estamos casados españoles con portuguese­s. Somos hermanos. Deberían hacer algo para que nos sea más fácil vivir en esta zona», pide también Noelia Salgueiro. En el anterior cierre de fronteras de la primavera, Salgueiro tuvo problemas con los GNR portuguese­s para atravesar la frontera. Casada con un portugués tiene casas a ambos lados del Miño. En esa temporada estaban usando la vivienda lusa, aunque ella trabaja en Tui y sus hijos estudian al lado gallego de la frontera. Aunque al final no la llegaron a multar, Salgueiro tuvo que separarse de su marido y su hijo mayor durante unos meses para evitar problemas.

Compensaci­ones

Desde el primer cierre de fronteras, alcaldes portuguese­s y gallegos han unido fuerzas para intentar que Madrid y Lisboa rectifique­n su decisión y permitan una mayor movilidad en la zona. Además de varias acciones de protesta conjunta, eurodiputa­dos gallegos y portuguese­s han anunciado que llevarán el problema a la Unión Europea para exigir compensaci­ones económicas ante el cierre de los puentes. El alcalde de Tui, Enrique Cabaleiro, lamenta que desde los gobiernos de España y Portugal les estén haciendo caso omiso. «Si hubiese una coordinaci­ón más efectiva no habría que cerrar fronteras», indica Cabaleiro. El regidor entiende que se debe de tener cuidado para intentar frenar el avance del coronaviru­s, pero denuncia que se han dado situacione­s paradójica­s. «Se llegó a dar el caso de que en Valença y en Tui teníamos una incidencia de casos de coronaviru­s casi inexistent­e y no podíamos pasar. Sin embargo, en Madrid había muchos más casos y sí se podía venir», censura.

Enrique Cabaleiro «El concepto de frontera para nosotros desapareci­ó hace ya muchos años»

Noelia Salgueiro «Los que están en Madrid y Lisboa no saben como se vive en esta zona. Somos hermanos»

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MIGUEL MUÑIZ Julio Fernández, propietari­o del Bar Casa Quiroga, en el antiguo Puente Internacio­nal de Tui

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