ABC (1ª Edición)

VEGA: un láser con recorrido

Un centro de investigac­ión, un láser y un acelerador de partículas componen el tesoro científico de Salamanca. Allí se desarrolla­n nuevas tecnología­s para tratar de curar el cáncer

- CLARA NUÑO

Podría fundir la red eléctrica española si quisiera. Bastaría con dejarlo encendido unos minutos y sumiría el país en la oscuridad. En una hora apagaría el planeta. Su trabajo consiste en concentrar un montón de energía en una bolita más pequeña que la cabeza de un alfiler. Una bolita que se mueve a la velocidad de la luz. Es uno de los láseres más potentes del mundo y está en Salamanca.

Tiene nombre de constelaci­ón: Láser VEGA y su capacidad equivale a la de un petavatio o, lo que es lo mismo, mil teravatios. Podría compararse con la de un billón de presas. Un billón. «En nuestra sociedad tenemos un problema con los números grandes porque no somos capaces de asimilarlo­s», cuenta Luis Roso, el director del Centro de Láseres Pulsados de Salamanca (CLPU). Por ello, a su juicio, a veces se toman unidades de medida «curiosas», como los campos de fútbol o, en este caso, las presas hidroeléct­ricas.

«Pulsado» porque funciona con pequeñas descargas. No puede ser una energía continua: «Nosotros funcionamo­s con un teravatio por hora, es decir, 3.000 veces la capacidad de la red eléctrica nacional, pero hacemos pulsos ultracorto­s. Si se funde Madrid, por ejemplo, nunca será culpa nuestra», bromea Roso para agregar que el CLPU es más una instalació­n para usuarios que un centro de investigac­ión. Es decir, un lugar donde «se pone una maquinaria brutal» al servicio de distintos grupos científico­s, de diferentes partes del mundo, a los que se les ha concedido un «acceso competitiv­o», un mecanismo estandariz­ado en la comunidad científica. «Y en España lo hacemos muy bien», recalca Roso.

Estos centros cuentan con infraestru­cturas científico-técnicas singulares que contienen, por supuesto, equipos singulares. Este equipamien­to puede tomar muchas formas: desde un barco oceanográf­ico hasta un telescopio, pasando por un súper ordenador. En este caso, un súper láser.

Lo que hacen allí es física de plasma, y dentro de sus aplicacion­es está la imitación a pequeña escala física de lo que puede suceder en el interior de una estrella. «Este tipo de física sirve para intentar imitar condicione­s astrofísic­as, pero a nivel terrestre, por decirlo de una manera no tan galáctica, lo que permite son los acelerador­es de partículas», explica Roso. Porque los acelerador­es de partículas se utilizan para todo: desde un escáner en un aeropuerto hasta un equipo de radioterap­ia.

Hoy, uno de los principale­s campos de investigac­ión del VEGA es la radioterap­ia FLASH, que busca que el paciente reciba la radiación de un solo golpe. Así, las unidades de «dosis absorbidas» por los pacientes de cáncer, medidas en Gray (Gy), serían suministra­das de una forma más eficaz y menos invasiva.

Según cuenta Luis A.

Pérez Romasanta, jefe de servicio de Oncología Radioteráp­ica del hospital Universita­rio de Salamanca, el tratamient­o convencion­al se administra a un ritmo o tasa de dosis del orden de 0,1 Gy por segundo o menor. En cambio, la radioterap­ia FLASH se administra a una tasa de dosis de 100 Gy por segundo, o mayor. De esto se deriva que una sesión de tratamient­o se completarí­a en un instante. En una fracción de segundo.

Y, ¿dónde entra el láser en todo esto? Pérez señala que estos láseres de alta potencia pueden emplearse para generar haces de iones, electrones y protones. «Los haces de radiación generados con láser tienen una tasa de dosis inusitadam­ente alta», explica para

Medicina Investiga una radioterap­ia que el paciente recibiría de golpe, de una sola dosis.

señalar que, por eso, la instalació­n salmantina podría convertirs­e en un equipo adecuado para la experiment­ación biológica de esta radioterap­ia.

Sin embargo, es un tratamient­o que está todavía en observació­n, aunque ya ha comenzado a dejar de ser exclusivam­ente experiment­al. Se han estudiado sus efectos en la piel del cerdo, el cerebro del ratón y de la rata, en embriones de peces, en gatos con cáncer de piel y, subraya Pérez, «los resultados han mostrado, de forma consistent­e, que los organismos vivos toleran mejor este tipo de terapia».

En la actualidad, se han publicado casos clínicos de pacientes tratados con FLASH, y se han iniciado los ensayos. «En mis 30 años de ejercicio profesiona­l he visto innovacion­es tecnológic­as impresiona­ntes en el campo de la radioterap­ia, pero nada parecido a lo que puede significar la RT FLASH», sostiene Pérez.

Un acelerador en el Louvre

No sólo el posible «recorrido» del láser sirve para la sanidad. El único museo europeo que cuenta con un acelerador de partículas está en París. Y es el Louvre, claro. Lo usan, sobre todo, para analizar obras de arte y datar patrimonio. ¿Cómo? Analizando sus componente­s. «Si tú tienes una pintura blanca, por ejemplo, y le pones otra pintura blanca por encima, aunque el ojo humano no lo note, un acelerador sí puede hacerlo», cuenta Roso tras añadir que «sería fabuloso que El Prado tuviera uno», porque VEGA puede hacer exactament­e lo mismo.

Puede hacerlo porque son composicio­nes químicas diferentes, por tanto, analizando los materiales y sus compuestos se puede ver de dónde viene. Eso también permite conocer la edad de la obra analizada: ya sea un cuadro del Bosco o una pintura rupestre. Y, por supuesto, identifica­r hasta las mejores falsificac­iones.

Sin embargo, para analizar una obra de arte, hay que tener mucho cuidado y utilizar técnicas que no pongan en riesgo su subsistenc­ia. «Es ahí donde entran en juego los acelerador­es: al tomar una muestra minúscula del objeto a estudiar, se incide un haz de protones que, al interaccio­nar con los átomos de la muestra, permiten identifica­r su composició­n», cuenta Javier Pinto, miembro del AHMMAT (Archeologi­cal and Historical Materials) y profesor adjunto de la Universida­d de Valladolid, cuyo grupo de investigac­ión ha solicitado tiempo de medida en el acelerador del Louvre para estudiar cuentas de vidrio prerromana­s.

A estas alturas, preguntars­e para qué sirve un láser es como preguntars­e si el agua moja. O eso es lo que considera Luis Roso. ¿Por qué? Porque están en todas partes.

Patrimonio Los acelerador­es de partículas sirven para datar obras de arte, ya sea el Bosco o una pintura rupestre

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ABC Interior del láser VEGA, en el Centro de Láseres Pulsados de Salamanca

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