ABC (1ª Edición)

Joe Biden, una sorpresa

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El presidente norteameri­cano no parece tener miedo al futuro ni al pasado. Va a necesitar, además de dólares, suerte. Se la deseamos por nuestro bien

CON cuantos amigos norteameri­canos hablo, y los tengo de todas las clases sociales e ideas políticas, me hablan favorablem­ente de su nuevo presidente. Lo que es raro, pues a un político siempre se le encuentran peros. Pero a lo más que llegan es a lamentar su avanzada edad y frágil salud, que quedó en evidencia en el tropezón que sufrió al subir al Air Force One. Aunque esa preocupaci­ón es en realidad una alabanza, al mostrar el temor de que no pueda completar su mandato y, desde luego, la casi certeza de que no podrá aspirar a un segundo, que es cuando se consolida un programa de gobierno.

Lo indudable es que Biden ha empezado bien y no sólo no ha cometido ningún error, sino que las decisiones tomadas están encontrand­o el asentimien­to general, pese a no limitarse a puras maniobras defensivas, sino que se ha atrevido a hincar el diente a los grandes problemas que tiene su país, sin provocar reacciones contrarias. Se me dirá que, después de Donald Trump, con quien había el temor de que provocase una catástrofe en cualquier momento, incluso el más modesto parecería un hombre de Estado. Pero es que Biden no solo lo parece, sino que lo ejerce. Le ha plantado cara a la pandemia, ignorada por su antecesor, disponiend­o 1,9 billones (es decir millones de millones) de dólares para combatirla, al tiempo que 1,7 billones irán a infraestru­cturas, en especial obra pública, que deberá crear millones de puestos de trabajo. Y no se trata sólo de dinero, sino también de obra social, con preferenci­a a la inmigració­n ilegal, que incluye niños de escasos años (los llamados ‘dreamers’ o soñadores), unos en busca de sus padres, otros enviados por estos para poder entrar ellos luego legalmente. Que su primera visita a la frontera sur haya sido a un centro de estos infantes, con capacidad para 250, pero donde se agolpan 4.000, es significat­ivo. Como el giro dado a su política exterior, sin miedo a los dos gigantes comunistas: China y Rusia, denunciand­o sus violacione­s de derechos humanos y forjando alianzas con los países limítrofes –Japón, Filipinas, India, los europeos– para frenar sus ansias expansioni­stas.

En realidad, se trata de un retorno a los Estados Unidos de Roosevelt y de Truman. El primero, intentando sacar a su país de la gran depresión de 1928 con el ‘new deal’; el segundo, no vacilando en entrar en una guerra fría con el comunismo desde Centroeuro­pa a la rivera orientar de Asia. Aunque puede que el peor frente lo tenga en casa: el conflicto racial, que se encona cada día. Pero Joe Biden no parece tener miedo al futuro ni al pasado. Va a necesitar, además de dólares, suerte. Se la deseamos por nuestro bien.

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