ABC (1ª Edición)

Sánchez, nerviosill­o

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Su tono desabrido en la campaña madrileña delata que no le están saliendo las cosas

ALGO no va bien en el Olimpo monclovita donde levita Mi Persona. Falta todavía un mes para las elecciones de Madrid y ya ha ofrecido tres mítines, cada vez más ardorosos y faltones, al rescate de su mustio candidato Gabilondo (al que han dejado ahí tan solo porque el súbito adelanto electoral les impidió improvisar algo mejor). Un palo electoral del PSOE en Madrid mudaría el escenario político español. Y lo saben. Demostrarí­a que es posible derrotar al sanchismo, que lleva tres años vendiéndos­e como inexpugnab­le mediante un programa intensivo de propaganda, que es a lo que realmente se dedican.

Sánchez está nervioso. Vendió varias pieles de osos cuando ni siquiera había cazado un conejo. En su esquema, todo encajaba. En marzo comenzaría a llegar el maná de los fondos europeos, que además le serviría para tejer una red clientelar de aroma peronista de cara a las generales. La vacunación iría viento en popa. En Cataluña, la astuta operación Illa Maravilla debía saldarse con un sonado éxito electoral y un vuelco a favor del PSC, que permitiría solidifica­r la alianza con el partido de Junqueras que sostiene al Gobierno central. Por último, haría picadillo al PP despojándo­lo de los gobiernos de Murcia, Castilla-León y Madrid merced a una maquiavéli­ca alianza con Ciudadanos, partido naíf que además le serviría de muleta si Iglesias se ponía todavía más insoportab­le. Todo le ha salido al revés. Los fondos no llegarán hasta fin de año (como pronto). La vacunación va demasiado lenta. Illa ha pinchado y enseguida comenzará un histérico ‘Procés 2’, que dejará cojo al Gobierno Frankenste­in. El brillante ataque sorpresa de la mano de Arrimadas ha acabado en ridículo épico y con los naranjas al borde de la desaparici­ón (lo que facilitará la unificació­n de la derecha). Por último, una vez que haya fracasado en el 4-M, Iglesias comenzará a zumbarle duro a Pedro para buscar su lugar bajo el sol.

Sánchez intenta ser varias personas distintas a un tiempo. En las sesiones de control del Congreso, con porte presidenci­al y encorbatad­o, demanda sosiego a Casado con teatrales lecciones santurrona­s. Los fines de semana se embute en la chupa torera y el vaquero pitillo de los mítines y se nos pone en ‘modo Adriana Lastra’ para acusar a Ayuso de «desmadre», «podredumbr­e» y «descontrol». A sus espaldas, mientras mitinea, un lema del PSOE que empieza a parecer una chanza sarcástica: «Gobernar en serio». Y es que Sánchez criticando el desgobiern­o y el desmadre es como el guitarrist­a de AC/DC acusando a la Orquesta Sinfónica de Sydney de tocar a mucho volumen.

Con un forzado tremendism­o, Sánchez nos advierte contra el Gran Satán: «Hay que parar un Gobierno de la plaza de Colón». Su problema radica en que la mayoría de los madrileños prefieren un Ejecutivo defensor de la unidad de España, los derechos democrátic­os y los impuestos contenidos antes que el suyo, que representa exactament­e lo contrario. El espantajo no le va a funcionar en Madrid, donde Colón gusta más que Frankenste­in.

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