ABC (1ª Edición)

El fin del estado de alarma

- JOSÉ F. PELÁEZ

Sin riesgo para los mayores, la primavera es imparable

No ha sido por ‘los abuelos’ sino por ‘sus abuelos’. Si los jóvenes han pospuesto sus primeros amores, si han cancelado un año de noches inolvidabl­es y si hay un vacío de primaveras en los poemarios es porque el miedo se posó como un ave encima de sus abuelos una mañana allá por marzo de 2020. Si los enamorados no pudieron darse la mano junto al Sena en el viaje de fin de curso, si no hay canción del verano en la costa cantábrica y si llevamos ya dos años sin miradas malagueñas en la Feria no ha sido por responsabi­lidad, sino porque el pavor tiene las arrugas familiares, porque las pesadillas son féretros apilados en Ifema y funerales vacíos como en las películas de los Coen, pero con esquelas que llevan tus apellidos.

Ese ha sido el motor de la responsabi­lidad. El abuelo propio. No existe la preocupaci­ón por el viejo anónimo y si durante este año los jóvenes han puesto sus vidas en pausa es por amor a sus ancianos. El bien común es una falacia, para algunos las únicas curvas que hay que aplanar tienen forma de caderas de mujer. Yo habría matado por las de aquella chica y si esto me hubiera pasado a mí, aún seguiría encadenado en la barra de un bar.

Pero los abuelos están ya vacunados. O a punto. Y el miedo sin objeto se diluye como el dinero público, que no pertenece a nadie –Calvo–, sino al viento –Zapatero–. El miedo no se puede colectiviz­ar, no hay socialismo para la adrenalina. Vayan haciéndose a la idea de que es imposible parar las fiestas, los encuentros y el amor. Si los humanos somos animales políticos incapaces de vivir solos, los adolescent­es igual, pero enamorados. Y tienen prisa.

No habrá nuevo estado de alarma porque, sin riesgo para los mayores, la primavera es imparable. Por muy autonómico­s que sean los toques de queda, serán marlaskian­os los palos contra los jóvenes y donde unos ven irresponsa­bles, ellos ven solo amor, donde unos discuten moradas, ellos ven patadas en la puerta de su propia historia. Y, sobre todo, por Ayuso, claro. A Sánchez le importa poco Marlaska y absolutame­nte nada todo amor que no sea propio. Pero no permitirá el icono de ‘Isabel guiando al pueblo’. Hacia la libertad o el amor le daría igual. Pero ¿hacia el BOE? Jamás.

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