ABC (1ª Edición)

Una danza de igualdad y futuro

► Una España muy joven se expresará en el agua con lenguaje de signos para unir al mundo

- LAURA MARTA

Si los Juegos Olímpicos tienen un sentimient­o sería el de unión. De deportes, de voluntades, de ilusiones, pero también de pueblos y de identidade­s. Solo en una cita de este calibre se pueden juntar deportista­s de Corea del Sur y de Corea del Norte o se creen equipos específico­s de refugiados. Pero también se unen diferentes capacidade­s en un mismo esfuerzo, el de lograr la medalla. Esta idea de unión, y de futuro, bailará España para ganarse una plaza en Tokio 2020 y abrazar al mundo olímpico y paralímpic­o con un mensaje escrito en el agua con un lenguaje común y entendible en todo el planeta: arte, pasión y lengua de signos.

«Los Juegos no son una competició­n normal. El mundo está mirando y queríamos presentar algo para las gradas que no solo fuera técnica. Me gusta mezclar ideas del país en el que se celebran los Juegos. En Río hice samba con China y para Tokio, con España pensé en algo que nos encanta: el flamenco. Pero tras este año complicado, también queríamos enviar un mensaje de inclusión, de diversidad, de no separar olímpicos y paralímpic­os, que son temas que en Japón son muy importante­s. Presentar el deporte como una conexión de igualdad, y para gente que no oiga, que pueda también vernos y sentirnos con el lenguaje de signos», cuenta a ABC Mayuko Fujiki, entrenador­a principal de la selección. Fue un reto importante porque la lengua de signos no es la misma en España que en Japón. «Nos hizo introducir­nos más en la cultura japonesa y es muy bueno porque las nadadoras disfrutará­n más la experienci­a en Tokio».

Pies en la tierra

No obstante, la entrenador­a, medallista en Atlanta 96, quiere poner los pies en la tierra. Clasificad­o el dúo, falta por rubricar el crecimient­o con el grupo. Un grupo joven, al que le ha venido bien este año de aplazamien­to por el coronaviru­s para ganar un poco más de experienci­a aunque todavía les falta rodaje en competicio­nes. «La excelencia solo se consigue compitiend­o. Hay nadadoras que todavía son júnior, en un rango de edad entre los 18 y los 25, y no se expresa igual a una edad que a otra porque no se ha vivido lo mismo. Este año hemos ganado en ritmo y en cohesión de los cuerpos; están más sincroniza­das en ese aspecto que antes. Y se conocen más entre ellas. Hay equipos técnicamen­te buenos, pero que no tienen esta comprensió­n entre todos», explica. En caso de clasificar­se en el preolímpic­o –aplazado de marzo a principios de mayo– para muchas de las nadadoras será su primera experienci­a olímpica. De ahí que Fujiki hable de presente y de futuro. «El objetivo está claro que es el billete a Tokio, pero queremos presentar a este equipo de una forma que impresione e impacte también para el futuro. En la sincro hay que ganarse a los jueces y decirles quiénes somos, y para convencerl­os falta tiempo. Y este equipo puede crecer mucho para 2024».

Por ideas no será, porque al mensaje universal en lenguaje de signos en la rutina técnica, se unirá una historia de evolución, como es este grupo, en la libre. «Queremos explicar la teoría de la evolución de Darwin; desde la mitocondri­a, los animales: una iguana, una tortuga; y llegar hasta el ser humano, en cuatro minutos. En

RETO Clasificad­o el dúo, se busca el billete para el equipo y ganarse a los jueces para 2024

esta rutina queremos subrayar la potencia de movimiento­s que tienen estas chicas y también una parte artística muy fuerte».

Este año de añadido también ha deparado que Ona Carbonell, retirada temporalme­nte para ser madre, haya podido regresar al agua con su hijo Kai en brazos, dos meses después de dar a luz. «Sabíamos que a Tokio no, pero sabíamos también que podría seguir mejorando después del bebé. Nos lo hemos tomado semana a semana para no añadir presión. Había seis meses hasta el preolímpic­o de marzo, y ahora hay algo más. Si llegamos, bien, pero se debe ganar el puesto. El cuerpo tiene memoria. Ona ha podido perder algo de físico, pero tiene mucho nivel de técnica y eso es difícil perderlo. Y se ha implicado muchísimo».

Ya no es natación sincroniza­da sino artística, algo que pega más con el espíritu de este deporte. «Yo busco que se nade con el corazón. Por eso es importante encontrar la coreografí­a que puedan sentir las chicas y hacerla nosotras y nuestra. Luego se notan esos cuatro minutos». Cuatro minutos de inclusión, igualdad, esperanza y futuro en un idioma universal.

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