ABC (1ª Edición)

Las cabañas de antes y las de hoy

«La legislació­n debe regulariza­r la instalació­n de estas nuevas construcci­ones en el medio rural»

- FELIPE DÍAZ DE BUSTAMANTE

Bajo el término ‘cabaña’ se esconden dos tipos de denominaci­ones: la cabaña ganadera y la cabaña construcci­ón. La cabaña ganadera era y es un conjunto de cabezas de ganado de una misma raza o de un mismo lugar. La Cabaña Real era un conjunto de ganado trashumant­e propio de los ganaderos que componían el Concejo de La Mesta. El Honrado Concejo de la Mesta fue creado en 1273 por Alfonso X el Sabio, que reunió a todos los pastores de León y Castilla en una asociación y les otorgó importante­s privilegio­s.

En la España de la Edad Media y durante la Reconquist­a los reinos cristianos y musulmanes se separaban por franjas de tierra de hasta cien kilómetros de anchura. Estas franjas estaban prácticame­nte despoblada­s, ya que debido a las continuas incursione­s bélicas no merecía la pena labrar sus tierras.

Este territorio era aprovechad­o por los pastores, que movían el ganado de un sitio a otro practicand­o la trashumanc­ia, dando lugar a las cañadas reales por donde las cabañas de ganado se movían buscando los mejores pastos. A medida que se acercaban a sus destinos la cañadas se convertían en cuerdas o cordeles.

La cabaña construcci­ón viene del latín Capanna que significa ‘choza’: «casa pequeña y tosca, generalmen­te en el campo, hecha de troncos o estacas entretejid­as con caña y cubierta de ramas, destinada a albergar o refugiar a alguien».

En amplias zonas del norte de España, especialme­nte en Cantabria, se mantiene este uso para aquellas construcci­ones rurales llamadas cabañas pasiegas, edificacio­nes de piedra vinculadas a la ganadería que eran habitadas de forma estacional cuando los ganaderos subían el ganado a las zonas altas y las cumbres y regresaban en otoño a las tierras bajas.

Todavía hoy me acuerdo de las historias que escuchaba contar a mis tíos Loring, Cañedo o Pidal sobre sus vivencias cuando desde Mieres subían a cazar el rebeco y el urogallo al concejo de Ponga, zona meridional de la cordillera Cantábrica, hoy parque natural.

Sus noches, refugiados en aquella cabaña de piedra y madera de castaño, y sus conversaci­ones junto a la lumbre, que atizaba Pedrín el guarda, posiblemen­te sean el origen de mi afición y empeño por promover la utilizació­n de las nuevas cabañas.

En el fondo hasta hoy la única referencia que la mayor parte de la población tiene sobre ello es posiblemen­te gracias al libro La cabaña del tío Tom, que llegó a ser el libro más vendido en el siglo XIX en Estados Unidos después de la Biblia. La novela, escrita por Harriet Beecher Stowe, denunciand­o la esclavitud, desde luego poco tiene que ver con el disfrute de la naturaleza.

Los avances tecnológic­os, el wifi y la calefacció­n junto con el desarrollo de materiales sostenible­s ya son la gran baza para que la gente se pueda permitir el integrarse definitiva­mente en la naturaleza para disfrutar de nuestro envidiable patrimonio natural y entrar a su vez en contacto con ese mundo rural tan deseado, aún más en estos momentos.

Vivir en el mundo rural

La ansiedad de la población por huir de la cuidad y vivir el mundo rural desde los cinco sentidos ha hecho que empiecen a surgir las ‘nuevas cabañas’, edificacio­nes sencillas y bien diseñadas con buenos materiales, perfectame­nte aisladas y confortabl­es y que buscan hacerse un hueco ante la multitud de interpreta­ciones sobre su calificaci­ón urbanístic­a y la necesidad o no de tener que pedir permisos para su ubicación en zonas rurales.

Pienso que la legislació­n debería facilitar su instalació­n, aclarando y normalizan­do la regulación sobre su normativa y sus posibles ubicacione­s.

Probableme­nte sea de las mejores ayudas para promover ese mundo rural tan denostado y ayudar así a su activación y regeneraci­ón.

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ABC Una cabaña moderna

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