San Juan de la Cruz El ‘Cántico espiritual’, un poema subversivo
► Lumen publica una edición revolucionaria del texto, leído a través de la Cábala
Pasó nueve meses en una oquedad de apenas seis pies de ancho y diez de largo, con un respiradero de tres dedos. Sobrevivió a base de pan y agua, aunque a veces tenía suerte y caía en sus manos algún resto del banquete del carcelero. Comía de rodillas mientras recibía la dura disciplina de los azotes, y vestía un hábito infestado de piojos, que no pudo lavar en todo el tiempo que pasó allí. En esas condiciones infernales (a ver quién se queja ahora del confinamiento) pergeñó San Juan de la Cruz su ‘Cántico espiritual’, uno de los poemas más bellos de la historia de la literatura. También uno de los más misteriosos: 195 versos que durante siglos han sido interpretados y reinterpretados en busca de su significado más profundo.
San Juan sufrió el encierro por ser carmelita reformador y fundador de los descalzos. Su espiritualidad bebía de la tradición hebrea, algo que tras la expulsión de los judíos de España en 1492 era motivo de sospecha y castigo. A Fray Luis de León lo condenaron a cinco años de cárcel por traducir el ‘Cantar de los cantares’, un texto que San Juan se sabía de memoria, y que recitó para sus adentros durante su encierro: esa fue la fuente que alumbró sus versos. Esto último lo explica Lola Josa, que ha dedicado siete años al análisis exhaustivo de esta obra, y que ahora publica una nueva y revolucionaria edición de la misma en Lumen.
Su lectura del ‘Cántico’ parte de la evidencia, probada con creces en su extenso estudio introductorio, de que San Juan conoció y abrazó la mística hebrea, y que esto marcó su interioridad. Por ello, sus palabras han de leerse a la luz de la Cábala, un complejo sistema referencial que relaciona los conceptos según el valor numérico de las palabras hebreas. Así, el amor está ligado a la unidad (Dios) y al vacío, algo que encaja con las ideas de San Juan: el acceso a la divinidad pasa por la pobreza material, por la desnudez del alma. Era una forma de codificar el mensaje para salvarlo. «Él fue un místico de corazón hebreo y de expresión cristiana, su humanismo era subversivo. La verdad hebrea, el saber hebreo, se perseguía porque liberaba la conciencia del individuo: partía de que no es necesario ningún intermediario para acceder a lo divino. ¿Cómo se iba a permitir que vinieran unos humanistas y propusieran que al mesías no hay que esperarlo fuera sino que puede nacer dentro de uno?», apunta Josa.
Las imágenes a las que acude el místico en el ‘Cantar’ tienen un claro componente sexual y sensual, un tema espinoso en ciertos círculos, pero nada extraño para esta investigadora. «La Biblia es una gran historia de amor entre Dios y la Humanidad, y solo el amor permite el regreso al Paraíso», asevera. «En la mística hebrea el cuerpo ya es el alma. El vacío se expresa físicamente desde la desnudez. A través de la sexualidad creamos, perpetuamos las generaciones. A través de nuestra naturaleza lingüística creamos, nombramos la realidad. ¿Por qué tiene que ser distinto un orgasmo sexual a la alegría que puede provocar una sonrisa?», apostilla.
Andreu Jaume, editor de Josa, afirma que esta visión del ‘Cántico espiritual’ supone una renovación sin precedentes del misticismo: «Domingo Ynduráin Muñoz, uno de los maestros en este campo, ya había dicho que la mística española debería estudiarse en relación a la Cábala. Es el camino que abre esta nueva edición. Un camino fértil, necesario. Es evidente la intimidad que la gran mayoría de místicos tuvieron con el misticismo hebreo
Espiritualidad ecuménica
Tanto para Jaume como para Josa, este poema trasciende cualquier dogma o creencia y apela a lo más puro del individuo y de la humanidad: al despertar del alma. «En un mundo ferozmente individualista, este poema recuerda la experiencia gozosa de alabar. Es un gozo absoluto y total ante la vida», resume Josa. «Nos habla de una espiritualidad ecuménica, que va más allá de cualquier tipo de creencia, dogma o religión. Más allá de la lengua, la época o el momento histórico. Por eso a influido a poetas tan distintos como T. S. Eliot, Rilke o Jaime Gil de Biedma», añade Jaume.
San Juan logró escapar de aquella celda degradante, y pudo escribir los versos que durante tantos días se repitió a sí mismo. Después corrieron como la pólvora de mano en mano, en versiones manuscritas, aunque no se imprimieron hasta muchos años después de su muerte, en 1591. Primero se publicaron en francés en 1622, y después en castellano en 1627. Desde entonces, eso sí, no han dejado de volar.