Hay que repensar esta España
¿Es operativo un país que funciona como 17 minipaíses diferentes?
RECONOZCÁMOSLO: España ha peleado contra la epidemia a lo ejército de Pancho Villa. A salto de mata, con cada lugarteniente haciendo la guerra por libre y con el general pavoneándose en su caballo, pero incapaz de tomar las decisiones estratégicas que requería la batalla. De esta experiencia fallida debería extraerse una gran lección, o al menos plantearse un debate público profundo y sincero: ¿Es operativo un país que funciona como 17 minipaíses diferentes?
En la mañana del miércoles, solo seis horas antes de que la Agencia Europea del Medicamento presentase su informe sobre AstraZeneca, el Gobierno de Castilla y León se pone estupendo y decide por su cuenta suspender su administración (con sus ciudadanos haciendo cola y cuando miles de ellos ya la han recibido). La consejera de Sanidad ha explicado que llamó dos veces a la ministra para anunciarle su medida y que Darias le respondió que, en efecto, las competencias eran suyas. Pero poco después, emerge la siempre cabreada Carmen Calvo y regaña con dureza al Ejecutivo castellanoleonés por ir por libre y ‘contra la igualdad de todos los españoles’. Lo dice la vicepresidenta de un Gobierno incapaz de establecer criterios comunes contra la pandemia y que se la ha alquilado a las comunidades, o que mantiene una negociación ‘bilateral’ con Cataluña donde se pretende decidir el futuro de España sin que el resto de los españoles podamos decir ni mu. ¿Igualdad? Personalmente veo disparatado que una región de 2,4 millones de habitantes adopte sus propias normas sobre vacunación en una nación de 47 millones (y en una UE de 446). Pero no deja de encajar en la lógica del país absurdo que estamos construyendo (el mismo que permite que Ximo Puig haya comprado dos millones de dosis de Janssen solo para los valencianos, sin que el Gobierno lo abronque, como sí ha hecho con Madrid solo por conversar con los rusos).
Nuestros mandatarios apoyan la creciente unificación europea, y con razón, pues nada pintaremos yendo por libre en el mundo globalizado que dominará China. Pero paradójicamente, esos mismos mandatarios abogan en su país, España, por ahondar en las taifas, impulsando una ‘transferencias de competencias’ que nos ha dejado un Estado de cartón piedra. ¿Cómo pueden tener normas sanitarias distintas Murcia y Almería, o Salamanca y Cáceres, ante un virus idéntico? ¿Cómo puede haber 17 programas de vacunación (y un Sánchez poniéndose medallas cuando las compra la UE y las aplican las comunidades)? ¿Tiene sentido que los impuestos que paga un contribuyente sean distintos en Lugo y León, o en Madrid y Guadalajara? ¿Es razonable un país donde los ordenadores de los juzgados de las diferentes regiones no se entienden, o donde si eres de Palencia te ponen pegas para atenderte en un hospital de Baracaldo, y viceversa? ¿Por qué unas regiones tienen policía propia y otras no? ¿Qué pinta realmente el Gobierno central? Podemos encarar el problema. O seguir fingiendo que un país descoordinado, donde priman los ombligos localistas sobre el interés general, es un gran éxito.