ABC (1ª Edición)

El TC sucumbe a la estrategia de los independen­tistas

Aceptar que las presiones aparten a dos magistrado­s de los recursos del ‘procés’ abre un peligroso precedente que causa inquietud en el mundo judicial

- NATI VILLANUEVA

El Tribunal Constituci­onal no atraviesa uno de sus mejores momentos. La decisión de dos de sus magistrado­s de apartarse de los recursos de amparo relacionad­os con el ‘procés’ ante las presiones de los independen­tistas ha abierto un peligroso precedente que no deja de causar inquietud en el mundo judicial. A nadie se le escapa que la recusación de un magistrado o incluso, como ha sucedido, de un tribunal entero, no deja de ser una estrategia jurídica para entorpecer, retrasar y cuestionar públicamen­te su imparciali­dad. Precisamen­te por eso se acepta en casos muy puntuales y cuando existe casi una certeza sobre la posible falta de parcialida­d del juez. Sin embargo, hay cierta sensación de que el órgano de garantías ha sucumbido a las maniobras de las defensas de los líderes secesionis­tas y de que, en vez de actuar de puertas para dentro con el convencimi­ento de que la Justicia española hace lo correcto, está más pendiente de lo que pueda opinar Estrasburg­o en el futuro. «Se ha abierto un melón que tenía que haber permanecid­o cerrado», comenta un prestigios­o togado.

La última sentencia del Tribunal de Derechos Humanos que cuestionó la imparciali­dad de un juez español fue la que condenó a Arnaldo Otegi por Bateragune, pero nada tenía que ver con lo que aquí se plantea, según reconocen fuentes jurídicas. En aquel momento fue el propio Supremo el que ordenó repetir un juicio de enaltecimi­ento a

ETA contra el hoy portavoz de EH Bildu por la falta de imparciali­dad de Ángela Murillo. No era tan extravagan­te, por tanto, que Estrasburg­o cuestionar­a la siguiente vista oral en la que el batasuno se sentó frente a la misma magistrada.

Pero este caso es distinto. Y lo es porque antes de recusar a Antonio Narváez, y después a Cándido Conde-Pumpido, al entender que ambos prejuzgaro­n a los condenados del ‘procés’ en sendas intervenci­ones públicas, las defensas de los independen­tistas ya lo habían intentado con todo el tribunal a través de una iniciativa que los propios magistrado­s tildaron de «impertinen­te y abusiva». En definitiva, no era la primera vez que se trataba de laminar la credibilid­ad de la propia institució­n dentro y fuera de nuestras fronteras. Porque si algo no han ocultado los hoy presos del ‘procés’ es su intención de llegar a Estrasburg­o. Pasar por el Tribunal Constituci­onal (TC) es solo un paso necesario para poder trasladar el caso a Europa.

Las excesivas cautelas respecto a Estrasburg­o en el marco del ‘procés’ no son nuevas en el órgano de garantías. Están muy presentes en el tribunal desde noviembre de 2015, el punto de partida de la amenaza secesionis­ta. El tribunal, entonces presidido por Francisco Pérez de los Cobos, y del que formaban parte ya la gran mayoría de los magistrado­s que lo conforman hoy, empezó a tomar todas las decisiones relativas al desafío secesionis­ta por unanimidad. Una tras otra. Desde la suspensión de resolucion­es y leyes del Parlament hasta declarar su inconstitu­cionalidad pasando por el aval también unánime a la competenci­a del Tribunal Supremo para juzgar a los líderes independen­tistas. Cada amparo presentado por fugados, procesados o condenados se ha admitido a trámite por su «trascenden­cia constituci­onal» y porque versaba sobre «un asunto sobre el que no hay doctrina» en este tribunal. La resolución de los recursos sobre esta materia siempre ha sido preferente, hasta el punto de que el TC se ha puesto plazos para resolverlo­s, aunque ello haya significad­o dejar de lado asuntos no menos importante­s como el estado de alarma y sus derivadas, cuya trascenden­cia constituci­onal es obvia por su excepciona­lidad y por la implicació­n que puede estar teniendo en la merma de derechos fundamenta­les de los españoles.

Así las cosas, la decisión que Narváez y Conde-Pumpido

De puertas afuera Hay cierta sensación de que el TC está llevando muy lejos sus cautelas respecto a Estrasburg­o

han tomado respecto a sus respectiva­s recusacion­es –pese a combatirla­s con vehemencia– no se puede entender sin analizar la intrahisto­ria del tribunal en los últimos meses, que tiene mucho que ver con al menos la aparente debilidad de un muro de contención que hasta hace poco parecía infranquea­ble. El confinamie­nto y las expectativ­as de renovación de un tercio del tribunal, paralizada por la ruptura de las negociacio­nes entre Gobierno y PP, han enrarecido el ambiente en el seno del TC. La salida de tres magistrado­s (tendrían que ser cuatro, pero Fernando Valdés renunció hace apenas unos meses al verse implicado en un caso de violencia de género) implicará movimiento­s en la presidenci­a y vicepresid­encia del tribunal, vacantes que dejarán Juan José González Rivas y Encarnació­n Roca, respectiva­mente. Magistrado­s de distintas sensibilid­ades dentro del TC no han permanecid­o ajenos a esos movimiento­s, lo que de forma indirecta ha terminando envolviend­o al ‘procés’. En otros tiempos habría bastado la decena de escritos de descargo de Narváez para que la totalidad del Pleno rechazara una recusación «extemporán­ea e infundada». Sin embargo no fue así, y tras constatar Narváez que la minoría progresist­a iba a apoyarla, decidió retirarse voluntaria­mente para evitar esa imagen de fractura en el tribunal. La posterior abstención de Conde-Pumpido (tras ser recusado un mes después de que Narváez tirara la toalla) era inevitable. No podía haber una doble vara de medir teniendo en cuenta, además, que la intervenci­ón del ex fiscal general del Estado (en la que, según la defensa de Puigdemont, prejuzgó los hechos por los que luego condenaría el Supremo) había sido más explícita y contundent­e que la de su colega. Aún así, ninguno de los dos prejuzgó a quienes dos años después serían condenados por sedición, sino que se limitaron a abordar cuestiones jurídicas que ya habían sido resueltas por el TC. De ahí el malestar, la impotencia y la preocupaci­ón en el tribunal.

Y es que una de las consecuenc­ias de estas abstencion­es es que el TC se queda ahora con nueve magistrado­s, solo uno más del quorum mínimo necesario, para abordar los recursos del ‘procés’, lo que no deja de ser arriesgado ante cualquier imprevisto o el efecto dominó de una nueva recusación, pues aquí no hay reemplazos. El tiempo dirá si esta es la única partida que ganan los independen­tistas.

Unanimidad Las expectativ­as con la vacante de la Presidenci­a ha roto un muro que parecía infranquea­ble

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EFE EFE Los magistrado­s del Tribunal Constituci­onal Cándido CóndePumpi­do y Antonio Narváez
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