ABC (1ª Edición)

Suecia y Alemania, laboratori­os de los dos modelos enfrentado­s

➤ Castigar por ley al cliente o regular el servicio obtienen resultados dispares

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

Desde 1999, la legislació­n sueca considera a las prostituta­s como víctimas de violencia de género. La prostituci­ón prácticame­nte ha desapareci­do en el país desde su abolición. El Instituto de Estadístic­a estima que menos de 600 mujeres ejercen la prostituci­ón en un país de 10,23 millones de habitantes. En las calles de Estocolmo, la cantidad de meretrices se ha reducido en dos tercios y, la de clientes, en un 90%. En otras urbes suecas es inexistent­e. Desde 2018, una persona que pague por sexo puede ser condenada por violación si la que vende su cuerpo lo hace coaccionad­a u obligada.

Mona Sahlin, líder del Partido Socialdemó­crata sueco, considera que «ahora el sistema ve la prostituci­ón como un acto ilícito en el que un hombre paga por adoptar una posición de dominio sobre una mujer, algo impresenta­ble en una sociedad del siglo XXI», aunque reconoce que han aumentado los viajes con objetivos sexuales en los que los suecos nutren la clientela de la prostituci­ón en otros países. «Las mafias invierten más en permanecer ocultas y los precios son más elevados», dice el jefe de policía de Estocolmo, Anders Olofsson.

La ley sueca prevé multas o pena de hasta un año de prisión para los clientes, pero el gobierno quiere dejar solo penas de cárcel y castigar a quienes contraten servicios sexuales en el extranjero. El 9% de los suecos afirman haber pagado por sexo y, de ellos, el 80% lo hizo en el extranjero. Y el principal país destinatar­io es la vecina Alemania, donde la prostituci­ón está regulada desde 2002, pero sigue controlada por las mafias.

La situación no cambia

Desde 2017, la ley germana establece que «las personas que ejerzan como trabajador­as sexuales deben registrars­e y obtener un ‘carnet de prostituta’. Se puede usar un seudónimo. El estigma de esta identifica­ción oficial desincenti­va que mujeres alemanas ejerzan la prostituci­ón», explica la psicóloga Ingeborg Kraus. «La mayoría de ellas proceden de Rumanía y Bulgaria, no hablan alemán y no tienen el carnet porque llegan indocument­adas». «La situación no ha cambiado, la regulación solo ha servido para eximir de responsabi­lidad a los proxenetas», lamenta.

A finales de 2019, 40.400 prostituta­s estaban registrada­s en Alemania, en aumento, en comparació­n con las 32.800 de 2018. La Oficina Federal de Estadístic­a advierte que muchas siguen trabajando sin registro. Según la estimación oficial, hay hasta 400.000 prostituta­s, lo que convierte a Alemania en el «mayor prostíbulo de Europa», recoge la prensa local. La evaluación de la regulación no está prevista hasta 2022. «Las cifras muestran que la ley no ha traído el éxito esperado», dice la portavoz de política de mujeres del grupo parlamenta­rio liberal (FDP), Nicole Bauer.

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