ABC (1ª Edición)

Obispos, memoria histórica y represión

No se destacan los esfuerzos por defender la libertad de la Iglesia

- JOSÉ FRANCISCO SERRANO OCEJA

Cuando leí hace unos días en este periódico que el Gobierno volvía a agitar la memoria historia ante la cercanía de las urnas, recordé un reciente capítulo sobre la Iglesia en la España contemporá­nea de don Vicente Cárcel Ortí para el libro coordinado por el catedrátic­o Javier Paredes ‘Los números de Franco’(San Román). Con sus luces y sus sombras, la Iglesia se empeñó desde muy pronto en la tarea del perdón y la reconcilia­ción. Si se habla con frecuencia del Estado nacional-católico, no se destaca suficiente­mente los esfuerzos de los obispos por defender la libertad de la Iglesia ante los riesgos de un Estado totalitari­o. Una Iglesia, salida de una de las persecucio­nes religiosas más cruentas del s.XX en el mundo, que ya en verano de 1937, en la carta colectiva, por tres veces, confesaba que «con nuestros votos de paz juntamos nuestro perdón generoso para nuestros perseguido­res y nuestros sentimient­os de caridad para con todos. Perdonamos de todo corazón a cuantos, sin saber lo que hacían, han interferid­o daño gravísimo a la Iglesia y a la patria. Son hijos nuestros».

Al margen de la fratricida memoria histórica, instrument­o de la política al servicio de la ideología, lo que interesarí­a ahora es el rigor del estudio de la historia. Sobre la Iglesia en nuestra reciente historia pesa un sospechoso silencio. Parece como si se diera una especie de amordazami­ento ideológico sobre lo que la Iglesia hizo para clarificar el pasado y para contribuir al progreso de nuestra historia reciente, también en el ámbito de la ciencia histórica.

La Asamblea Conjunta de obispossac­erdotes (1971) tuvo la intención de pedir perdón porque la Iglesia no había sabido ser siempre agente de reconcilia­ción. Una afirmación también marcada por el contexto de una transición eclesial que se adelantaba a la política. Pero, como demostró, por ejemplo, Santiago Martínez Sánchez en su trabajo ‘¿Canes mudos? Los obispos españoles ante la represión franquista durante la Guerra Civil española’ no se puede afirmar que la Iglesia fue colaborado­ra de la represión franquista y mucho menos que renunciara a un papel moderador en la reconcilia­ción.

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