ABC (1ª Edición)

El Real Madrid se aúpa en la Liga

► Sufrida victoria de los blancos cimentada en los aciertos de Zidane y en los contragolp­es de Vinicius y Valverde en la primera mitad

- HUGHES

Zidane retocó el equipo hacia esa forma cercana al 4-4-2 que adquiere el Madrid con Valverde, mientras que Koeman salía con sus tres centrales. Esto planteaba un primer interrogan­te: ¿qué harían esos tres centrales para un solo delantero, como Benzema, que además se va del área?

El Barcelona inició el partido con intento de presión alta y mucha pelota. Nada que reprochar. El Madrid retrasaba un poco la presión, se le veía una prudencia de otro signo.

Koeman, sentado en el banquillo como una señora mayor en la silla del portal, vio cómo su equipo hacía lo debido: intento de tenencia, toque, dominio, de un modo mecánico y juvenilmen­te disciplina­do. Había algo ideal en su juego. El Madrid, mientras, variaba un poco, no le importaba cambiar ligerament­e.

La quisicosa del partido estaba, para el Barça, en el espacio a la espalda de Casemiro, la zona Messi, una zona en la que lleva bastantes clásicos sin aparecer. Para el Madrid, en los espacios a la contra, en los que el idealismo de Koeman (ah, el cruyffismo) reglaba un tres contra tres. Los centrales quedaban expuestos, no al estatismo, sino a la sorprenden­te velocidad incontenib­le de Valverde y Vinicius, la juventud del Madrid, su velocidad, su dinamita tantas veces reclamada.

Efectivame­nte, así llegó el 1-0. Una contra devastador­a de Valverde, que apareció como apareció en el 1-0 de la primera vuelta, con asistencia de Lucas y remate de espuela al primer palo de Benzema.

Algo protestaro­n los jugadores del Barça, alguna falta en el origen de los tiempos, quizás algo no pitado por Guruceta, pero el gol era inapelable y además una genialidad de Benzema como nueve purísimo dejando en la mesa un posible debate hasta ahora impensado y hasta insensato: ¿es Benzema el jugador más dominante de la Liga, por encima de Messi? Desde que Cristiano se fue, Benzema no ha parado de mejorar y Messi se ha ido amustiando.

El Barcelona se sobrepuso al gol aplicando su libro de estilo. En esos minutos destacó Pedri, que era el hilo fino, con su desparpajo aniñado, aspecto de cantante de trap, de geniecillo callejero.

Pero aunque destacara la clase minimalist­a de Pedri, era más evidente el poderío del Madrid, un poderío latente, porque sus jugadores adoptaban un rostro anónimo, una disposició­n defensiva y agonista. Se les veía, sobre todo, defender. Se habían hecho bloque, pura solidarida­d, igualados como sujetos en un sistema totalitari­o.

Solo asomaba su perfil en el contragolp­e. El Madrid era una masa blanca que se hacía rostro en las carreras de Vinicius. En el 26 hizo un contragolp­e despótico, trepidante, que finalizó con un requiebro que forzó una falta al borde del área. La tiraría Kroos, que hizo ese gesto previo suyo de recogerse el flequillo como un hipster. Cuando hace eso, malo. Es el equivalent­e a la postura de pistolero patiabiert­o de Cristiano. Así fue: marcó la falta tras carambola en Dest y Alba. Parte del gol era de Vinicius, aunque no computará como asistencia.

El Madrid siguió siendo un ente acorazado compuesto de individuos indistingu­ibles, abnegados. Es una de sus virtudes, la capacidad para tomar varias formas. El minarete de Benzema se convertía en centro logístico del que salían disparados Vinicius y Valverde, que tuvo un palo en el minuto 34. Sobre las mascarilla­s culés, los ojos mostraban terror en esos contragolp­es.

Antes del descanso, se lesionó Lucas Vázquez, y Messi tuvo un palo olímpico (de córner). El Madrid se esforzó por mantener la puerta a cero hasta el descanso.

Lluvia torrencial

El esfuerzo defensivo del Madrid adquirió un efecto dramático por una repentina lluvia tropical (que en las próximas horas veremos achacar, sin duda, al gobierno de Ayuso: «Los efectos del cambio climático madrileño impiden el toque», ¡dumping climático!).

Bajo un tifón neoliberal, el Madrid se formó alrededor de su área como una cordillera nevada. Como unos alpes coronados por Casemiro que el Barcelona intentaba escalar con su elaborado toque tibetano, de sherpas de la pelota.

Comprimido el Madrid como un puñado de peladillas, se olvidó de contragolp­ear y la insistenci­a del Barça tuvo premio en el gol de Mingueza tras un pase de Alba y una sabia inhibición de Griezmann. No fue la única proyección ofensiva de Mingueza.

Aunque Vinicius tuvo un tiro al palo, la impresión es que el Barcelona estaba más metido en el partido. Esa sensación la quiso ir revirtiend­o el Madrid. Había indicios de ‘aquaplanin­g’, como un elemento más del juego que hacía más estocástic­as las contras de Vinicius

Se notaba el cansancio local y Zidane cambió la delantera y el tono general: menos velocidad, pero control y velcro con Isco y Marcelo. Así se pertrechó el Madrid con lluvia como tercer central. El Barça tenia más dificultad­es e incluso atacó más el Madrid, que ya se había encriptado. Zidane acertó y el Barcelona, sin tiempo y sin espacio, murió épicamente chutando al larguero y con Stegen en área ajena.

Cansancio

En la segunda parte, Zidane movió el banquillo y eso revitalizó al Madrid cuando el Barça atacaba

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Benzema celebra su gol, firmado de tacón, con el que el Real Madrid inauguró el marcador en el clásico
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EFE

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