Katharine Hepburn lo hizo antes que Frances McDormand
Se cumplen 70 años del penoso rodaje de ‘La reina de África’, que transcurrió entre el estudio, el Congo Belga y Uganda
Se habla mucho de la escena de ‘Nomadland’ en la que Frances McDormand utiliza un cubo como retrete. Vive en una furgoneta. Poco antes, una señora ha explicado la importancia de ese recipiente para la defecación. También es importante su altura. Depende de cómo tenga uno las rodillas. Menuda novedad. Podían haber preguntado hace años a Katharine Hepburn. O leer su libro sobre el rodaje de ‘La reina de África’, película cuya producción es de 1951, con lo que este año se cumplen 70 de una de las peores experiencias de un equipo cinematográfico. Hepburn acabó adorando a Humphrey Bogart y Lauren Bacall, a los que no conocía. Aunque al principio, John Huston y Bogart bromearan sobre la arrogante Hepburn (llevó un espejo todo el rodaje, incluso cuando se rompió siguió cargando la mitad). La comida era excepcional, a cargo de los Van Thoms, una pareja de holandeses que cocinaba para 50 personas en una cocina de gas de cuatro fuegos, dos hornos y una serie de fuegos de leña. Hepburn también tenía un ‘chico’ personal, Tahili Bokumba, que, entre otras cosas, todas las noches le llevaba agua caliente para lavarse el pelo en un caldero.
Al empezar la Primera Guerra Mundial, el rudo marino Charlie Allnut (Bogart) y la recatada Rose Sayer (Hepburn) tienen que huir de los alemanes remontando un peligroso río en una embarcación precaria llamada La reina de África. La historia, basada en una novela de C. S. Forester a la que dio forma un no acreditado Peter Viertel, interesó a Huston porque quería ir a África a cazar. Quería que se rodara allí (también hubo estudio, claro). Estuvieron en el Congo Belga. Y antes, en Uganda, pero ahí la cosa fue suave. Menos Humphrey Bogart y el propio director, todos enfermaron. Bogart se alimentaba de judías en lata, espárragos en lata y güisqui escocés (también la única bebida de Huston).
Hepburn fumaba como una carretera, pero bebía sólo agua. Por muchas precauciones que tuviera, acabó, como tantos, con disentería. Aparte de la insoportable humedad, también hubo malaria, por no hablar de mosquitos y otros insectos. Incluso una apendicitis. Lauren Bacall hacía de enfermera. Llevaba hasta antibióticos. En la escena de la iglesia, Hepburn estaba tan enferma que al lado tenía un cubo. No dejaba de vomitar. Bogart ganó el Oscar al mejor actor, pero como no era Meryl Streep no fue capaz de imitar el acento ‘cockney’ del personaje y lo hizo canadiense. La primera película en color de Katharine Hepburn la muestra radiante (pese a las penalidades reales y ficticias). Nunca ha estado más guapa que al final de la película en el barco alemán cuando mira arrobada a Bogart mientras este explica cómo hizo los torpedos para acabar con el buque. Tenía 41 años, pero recordaba cómo desembarcó al llegar a Inglaterra para enfrentarse a la prensa antes de partir a África: «Con un pañuelo en el cuello para cubrir el área más evidente de mi decadencia física».
Testimonios
La protagonista podía haber sido Bette Davis (con David Niven). O Elsa Lanchester (con Charles Laughton), pero quizá si no hubiera sido la natural Katharine Hepburn la elegida (no estaba muy segura porque no le parecía que Huston tuviera un guión para la novela de C.S. Forester) no tendríamos ‘El rodaje de ‘La reina de África’’, que la actriz publicó en 1987. Es curioso que sobre la película haya dos libros tan importantes como éste y ‘Cazador blanco, corazón negro’, del guionista Peter Viertel (y menos mal que estaba él). El libro de Hepburn es bastante particular. Cuando habla de cómo interpretó su papel acordándose de Eleanor Roosevelt, forzando la sonrisa fuera cual fuera la situación. O cuando habla de asuntos escatológicos. «Los intestinos no son exactamente un tema de conversación muy distinguido, pero desde luego son un problema común, y sé que todos nos preguntábamos como funcionaríamos al respecto». Ella, por si acaso, iba provista de una especie de olla de aluminio. En el campamento había dos retretes iguales. Uno para Bogie y Lauren Bacall y otro para ella. «Yo esperaba llegar a intimar con ellos, pero sentarnos allí juntos, puerta con puerta… La cuestión era saber cuándo iría él al retrete». Si Hepburn estaba ya allí y lo oía llegar a él, salía corriendo. Así que prefirió la intimidad de su cabaña y de su recipiente (su olla), que cubría con papel de periódico antes de usarlo. «Luego, cuando no veía moros en la costa, iba a ducharme de una manera ostensible, ayudándome de muchas toallas de baño para cubrir la olla, vaciaba su contenido con rapidez y luego me metía en la ducha». Eran tiempos en que había periódicos hasta en la selva, porque con ellos también se hacía rulos todas las noches. A ver quién se hace rulos con el iPad. De forrar ollas ni hablamos.