Carlos Llavador, el emigrante del florete
Su clasificación para Tokio devuelve a la esgrima española a unos Juegos Olímpicos trece años después
A veces, para perseguir los sueños, hay que dejarlo todo atrás y lanzarse casi al vacío, que es lo que hizo Carlos Llavador en 2015, cuando emigró a Italia sin más compañeros de viaje que su ilusión y un florete. Allí, en la meca de la esgrima mundial, quería dar un paso adelante en su carrera. Catapultarse hacia los puestos altos del ranking para disputar sus primeros Juegos. Objetivo que consiguió hace unos días, devolviendo a la esgrima nacional al panorama olímpico trece años después de que José Luis Abajo ‘Pirri’ consiguiera en Pekín la única medalla española en este deporte.
Su clasificación ha sido una película de suspense y, quizá por eso, lloró y lo celebró a lo grande cuando certificó por fin su billete. «Pocos días antes de que estallara la pandemia, gané en El Cairo la penúltima prueba de clasificación y todo se me puso muy bien para estar en Tokio. Quedaba un torneo más que ya no se celebró porque nos confinaron a todos y el calendario quedó en el aire. Esa última prueba se disputó al final en Doha, donde perdí muy pronto tras muchos meses sin haber competido. Me tocó seguir el resto de los duelos desde el hotel a través de YouTube y fue un suplicio. Fue el mejor y el peor día de mi vida, porque pasé muchos nervios y luego fui muy feliz. Se me vinieron a la mente todos esos momentos malos de no haberme sentido apoyado y de tener que irme fuera a perseguir mi sueño. Me emocioné mucho», explica el tirador a ABC desde su casa de Frascati (Italia), donde reside desde hace seis años.
Un viaje que hizo sin billete de vuelta y que le ha catapultado a lo más alto de la esgrima mundial. Salto sin red, pues cuando decidió emigrar lo hizo con el único apoyo de un amigo, Antonio Castillo, que se convirtió en su mecenas particular cuando nadie quería ayudarle. «En
2015 intenté buscar patrocinadores para irme a Italia, pues allí están los mejores del mundo. Como no lo conseguí, un amigo decidió echarme una mano. Me dijo que no quería que me quedara sin perseguir mi sueño por culpa del dinero. Luego llegó el bronce en el Europeo y aquello lo cambió todo, porque me abrió las puertas de la beca Podium de Telefónica y también la federación empezó a apoyarme. Pasé de ser la última mierda a la prioridad máxima para ellos. No me clasifiqué para Río 2016 –se quedó a las puertas–, pero a partir de entonces tuve la tranquilidad para entrenar sin preocuparme de los resultados y del dinero», recuerda con alivio.
Techo de cristal
En Italia descubrió un mundo nuevo, que transformó para siempre su manera de vivir este deporte. «Aquí me he dado cuenta de que puedo ganarle a cualquiera. Me he quitado ese techo de cristal que sí tenía antes. Entreno con los mejores y eso me hace mejor a mí. Italia ha ganado 132 medallas olímpicas en esgrima y eso es casi tanto como España en toda su historia en los Juegos. Esa comparación basta para entender la importancia que tiene este deporte en el país», explica con la misma pasión con la que vive el día a día pegado al florete.
Ese es el arma que eligió siendo un niño, cuando visitó con el colegio el club Sala de Armas de Madrid y se enamoró de este deporte. «Me apunté con mis amigos y a los pocos días me quedé solo. Desde entonces, soy un loco de la esgrima. Un enamorado que quería estar en unos Juegos y que finalmente lo ha conseguido», señala ilusionado el tirador, que estos días echa de menos la tortilla de patatas de su casa de Madrid y también las puches que no faltan en el plato cuando va al pueblo. «Soy de Yepes y de Valdesequilla. Ponlo, que siempre dicen que no hablo de ellos y yo estoy muy orgulloso de mis raíces toledanas».
Desde Italia, Llavador ya trabaja en los detalles de su experiencia olímpica con los responsables de la federación, al frente de la cual está desde hace pocas semanas José Luis Abajo ‘Pirri’. Llavador era un chaval cuando el dirigente logró aquel histórico bronce en Pekín 2008. Último vestigio de la esgrima nacional en unos Juegos hasta el momento. «Aquella medalla la viví de refilón, porque era muy pequeño. Cuando te haces mayor y lo repasas te das cuenta de lo importante que fue aquello. Yo crecí sin referentes porque no los podía tener. Hasta hace nada no se podían ver los campeonatos por ningún sitio, así que te dedicabas a ir al club, entrenar y marcharte. Era imposible crecer imitando a tus ídolos como sí pueden hacerlo los niños que se fijan en los gestos de Cristiano Ronaldo o de los jugadores de la NBA», dice el tirador, feliz por la llegada de Pirri a la federación.
El dirigente y él se conocen desde hace tiempo, pues compartieron club durante años. «A Carlos lo he visto crecer, apostar por sí mismo y creer en él como muy pocos lo hacen. Tenía muy claro su objetivo y no ha parado hasta conseguirlo. Queremos preparar los Juegos con mucho cariño para que tenga allí un día especial y pueda subir al podio, algo que ya ha hecho en competiciones importantes. Tenemos mucha confianza en él y queremos que no esté allí solo», señala Pirri a ABC, en referencia al preolímpico que se celebrará en Madrid a finales de mes.
En él, otros cinco españoles buscarán estar en los Juegos: Yulen Pereira y Sara Fernández (espada), Araceli Navarro e Iñaki Bravo (sable) y María Mariño (florete). Aspirantes a devolver el brillo a la esgrima nacional en Tokio, donde Llavador seguirá persiguiendo sus sueños. Luchando por hacer realidad aquella ilusión de niño que ha alimentado lejos y a la vez cerca de su casa. El emigrante del florete que ha devuelto la alegría a la esgrima nacional.
Punto de inflexión «Tras ganar el bronce del Europeo en 2015 pasé de ser la última mierda a la gran prioridad para la federación»
Traslado a Italia «Entrenando con los mejores me he dado cuenta de que puedo ganar a cualquiera. No tengo un techo de cristal»