Jordi Cruz, «Si ‘MasterChef’ se hace como ‘GH’, no le sacamos partido»
‘MasterChef ’ estrena mañana en La 1 (22.10) su novena edición con concursantes anónimos
Ni ‘MasterChef’, ni Jordi Cruz (Manresa, 1978) necesitan presentación. Sí una aclaración. O varias. La edición que La 1 de TVE estrena este martes (22.10) es la novena de anónimos, elegidos entre más de setenta mil solicitudes; un proceso de selección de récord tras una octava grabada entre dos normalidades y que recuperó el liderazgo de audiencia con tres millones de espectadores confinados. Cumplirán doscientos programas esta primavera. Y a Jordi Cruz ‘El malo’ (’El bueno’ es otro) no le sustituirán por David Muñoz. «¿Que podría venir y hacerlo muy bien? ¡Seguro! Es un cocinero excepcional e igual de chungo que yo o más», desmiente durante la presentación del programa en el gélido edificio de RNE.
Él cree que sería una torpeza romper su relación de tantos años con Pepe Rodríguez y Samantha VallejoNágera: «’MasterChef’ y TVE son muy familiares y el jurado nos llevamos muy bien, (pero) no somos los protagonistas». Al juez más ‘crudo’ (y guapo sin comillas) de ‘MasterChef’ no le afectan las críticas. Siempre recibe: que si duro cuando habla; que si flojo cuando calla. «Soy de silicona. Las llevo superbien. Llevo mal las cosas inciertas. Me ofende cuando escucho alguna noticia que no es cierta, ni corresponde a algo que yo haya dicho. Y últimamente me pasa mucho. ¿Qué necesidad de decir algo incierto cuando cuento todo?». Hubo una época en la que le emparejaron con la expresentadora del formato, Eva González. Claro que lee lo que se escribe sobre él: «Soy masoquista».
Famoso no, cocinero
No le cuesta hablar de su vida privada, pero sí entender dicho interés. Prefiere hacer gala de su vida laboral: «Porque me lo he currado mucho y pongo en valor esa actitud que lleva a una persona insignificante a crear algo de lo que está orgulloso». Se explaya: «¿Yo soy famoso? ¡Yo soy cocinero! La tele es un arma muy poderosa. No sé qué es ser reconocido, respetado ni famoso; me gusta lo de ser respetado porque soy cocinero. Me interesa menos ser conocido. Quiero ser conocido no por mi persona, sino porque he hecho algo que valga la pena. Mi mejor plato no lo he hecho».
El «sinsabor» de Jordi Cruz es cuando se le pregunta por la vertiente ‘reality show’ de ‘MasterChef’, como cuando se encaró hace un año con Saray por un pájaro muerto o los besos en pantalla con alguna ‘celebrity’ como Tamara Falcó y Ainhoa Arteta
(«Los famosos son muy desinhibidos»). Si en la última edición infantil, Henar suspiraba por este «pibonaco»; en esta novena de adultos anónimos, será una gallega, dispuesta a trabajar en su restaurante ABaC.
Casi siempre le encasquetan la trama romántica, aunque esté ennoviado con la brasileña Rebecca Lima, que ya hizo un cameo por sorpresa en el programa. «Yo no he tenido ningún escarceo amoroso», matiza el juez, que reconoce que hay ediciones en las que sí vacila.
Pero el concurso culinario producido por Shine Iberia también se alimenta de lo personal, como cuando dos concursantes se enamoran o riñen. «’MasterChef ’ se hace en un formato parecido a ‘Gran Hermano’ y no le sacamos ningún partido; no sacamos nada dentro de la casa; no nos alimentamos de eso. Evidentemente, en las cocinas también hay relaciones personales que, para que se entiendan cosas que pasan, tienes que hablar sobre ellas». Él lo considera «divertido y natural».
La dureza de sus veredictos –se defiende– es la misma que él se impone como cocinero: «No está hecho con mala leche ni para hundir en la miseria». «Yo cuando hago un buen servicio, no espero que me aplaudan. A mi equipo les digo que hemos hecho lo que tocaba, lo prometido. «A casita todos. Mañana más». Porque Pepe, claro, solo hay uno… «Lo hace de otra forma más cercana; con retranca y chascarrillos». Ambos, eso sí, son unos «patanes» al vestir. «Yo venía todo de negro; soy una persona timidita. Venía mal vestido. He descubierto que la vida tiene colores. ¡Soy otra persona! ¡Ahora sé peinarme, incluso ponerme maquillaje!», celebra. Coqueto no se ha vuelto, pero es una «persona que aprende de todo». Hasta bailar sevillanas: «Imagínate un tío sin gracia, sin capacidades motrices, catalán… No sé bailar una sardana».
Críticas a los concursantes «No están hechas con mala leche ni para hundir en la miseria»