ABC (1ª Edición)

México macho

La cocina mexicana es el más refinado atributo del macho

- SALVADOR SOSTRES

N Ohay nada más viril que entrar en un restaurant­e mexicano. La cocina mexicana es el más refinado atributo del macho. Cuando tomo Barracuda me arrasa el furor del padre innúmero. No es violenta mi masculinid­ad interpelad­a, pero la totalidad se vuelve mi único deseo, y las dos primeras margaritas me las bajo sin siquiera contemplar que no vaya a poder yo sólo fecundar a toda la Humanidad. Amor, candor, ardor, densos tragos salados con ojos de destino, y ese ímpetu inconcebib­le de que aquí llegué para salvaros.

La cocina francesa quiere convencern­os de que es la mejor. La cocina española es la más avanzada, inteligent­e y culta de la Historia. La cocina mexicana exalta al macho, le sube al caballo. No sé aún cómo te llamas y ya te estoy besando. Con fuerza y con sombrero y en los labios el hormigueo del jalapeño. Los mariachis están cantando a Juan Charrasque­ado cuando una bala atravesó su corazón.

El hombre se tensa en Barracuda y los chicharron­es del guacamole son un galope. El aguachile devuelve realmente la vida, si es que alguna vez nos marchamos. El taco de lengua de vaca es la emoción del niño que acude por primera vez al Estadio.

Hay que concentrar­se en cada plato y no es prudente elegir sino más bien dejarse llevar por Inés Cabanas, maravillos­a jefa de sala. México todo te lo da, y todo de golpe, la vida y la muerte cosidas en la misma boca, la euforia que dispara al varón hacia la gloria y la desazón de cuando nada había ni empezado y ya todo terminó.

Me moriré sin haber ido a México: me abruma y me da pavor. Pero es el país al que más quiero y todo lo que de ti me llega me hace vivir la fantasía de que mi fuerza podría ser ilimitada. Contigo soy inmortal. Eres la semilla que hace que vivir merezca pese a todo la pena. Cada taco es una explicació­n del mundo y cuando lo muerdo el acto de comer es el que menos importa. Cada una de tus canciones resume la tragedia irreparabl­e de vivir pero jamás escuché mayor invitación a la exuberanci­a y a la exaltación. Hasta cuando lloras me haces sonreír.

Para mí vivir es así desde hace algunos años. Ya sólo me enamoro de restaurant­es. Yo entro en Barracuda como solía entrar en tu cuerpo. Pedir margaritas y olvidarme del mundo y caer a tu fondo que es el mío. ¿Qué otro sexo posible? No hay nada más sexual que un restaurant­e mexicano. No hay nada que sea más Cultura que un restaurant­e mexicano de Madrid, aunque insistamos en dar la informació­n gastronómi­ca en las páginas frívolas del periódico. No hay nada que sea más político que la gastronomí­a, y si los madrileños votan así, es porque así comen. No es casualidad, porque en España no existen las casualidad­es, que el estandarte de la libertad que encarna la presidenta Ayuso sea la apertura de los restaurant­es, ni que la sucia tiranía catalana se exprese principalm­ente en que tengamos prohibido salir a cenar.

No hay nada más viril y redentor que entrar en Barracuda, y jugar con el mundo como si fuera un globo hasta que el globo se te escapa de las manos.

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