Almeida sin papeles
El alcalde de Madrid tiene tan claro el guion que no necesita llevarlo escrito: dejar hacer a los madrileños
SE gusta Almeida en esa habilidad constatable del sin papeles, del que no los necesita para embelesar a la platea con esa capacidad de sepultarla en datos y desperezarla en sarcasmos y medias verónicas dialécticas. Tenía enfrente a Salvador Sostres, que es de los que disfrutan más con el dardo que con la floritura. De los primeros los hubo afilados y todos dirigidos a la diana del PP. Que si Casado vale ya menos porque cada vez pesa más en el partido Isabel Díaz Ayuso, que si a poco que se descuide será el alcalde el que le mueva la silla de la sede antes conocida como Génova, que si la presidenta de la Comunidad de Madrid y el alcalde son cincuenta por ciento compañeros y otro cincuenta rivales en eso de mandar dentro de las siglas tanto como la demoscopia asegura que seguirán haciendo fuera.
Sin papeles Almeida resulta más creíble, un tipo solvente que cree lo que dice porque no tiene que recurrir a chuleta alguna para convencerse. Pero no sólo por eso, o también por eso, porque apuntala lo creído en un aluvión de datos que de puro empirismo sacan de quicio al Gobierno nacional y a la oposición municipal. Le sobra a él, quizá, lo que todavía le falta a Isabel: gracia, humor, cintura. Eso no sirve para cuadrar los números difíciles de la pandemia pero sí para sortear saetas más afiladas que las de Sostres. Almeida no sólo logra llenar foros con o sin restricciones de aforo, sino también que en su desesperación la izquierda se haya conjurado para ensalzarle a él para denostarla a ella.
La diferencia que no han sabido medir los estrategas hoy de capa caída de la izquierda es que Almeida es gracioso pero no graciosete, que él hace del humor un arma política, cosa reservada a los listos y vedada a los encabronados por vocación, que es lo que abunda entre sus rivales, zaheridos por esa autoproclamada misión de salvar a los madrileños de sí mismos.
Almeida ayer en el Foro ABC lo que dejó claro es que de cruzado ni tiene hechuras ni deseos de serlo. Le vale, y no es poco, con dejar a los vecinos buscar lo que quieren ser y cómo lograrlo. Eso, que de tan liberal es un anatema para la progresía empecinada en que la capital no avance ni sus gentes tampoco, es el verdadero éxito de Almeida. Que es un sin papeles con la hoja de ruta clarísima porque su guion es el laissez faire, laissez passer. O dicho en cañí, acompañar, no arrollar.