ABC (1ª Edición)

Trabajo de mujeres y hombres: la diferencia empezó en el Neolítico

► La división por sexos de las tareas ya existía hace 7.000 años, según un estudio europeo

- JUDITH DE JORGE

La incorporac­ión de la mujer al mercado laboral en lo que tradiciona­lmente se han considerad­o trabajos masculinos es sin duda alguna un logro. Y uno reciente. No ha sido hasta las últimas décadas que, en los países occidental­es, ellas han podido optar a puestos o sectores que antes les estaban vetados. No es extraño que haya costado tanto, ya que la división sexual del trabajo es prácticame­nte tan antigua como la agricultur­a. Un equipo de investigad­ores españoles lo ha constatado tras analizar centenares de herramient­as en tumbas de principios del Neolítico en el centro de Europa. Las halladas en enterramie­ntos de varones habían sido empleadas para cazar o en actos de violencia, mientras que las de las mujeres tenían marcas de haber tratado pieles de animales.

El estudio, publicado en la revista ‘Plos One’, supone la evidencia más temprana de la división por sexos del trabajo en el continente. Comprende el análisis de unas 400 herramient­as de piedra enterradas en 600 tumbas en seis necrópolis de hace 7.000 años de lo que hoy son Eslovaquia, República Checa, Alemania, Austria y Francia. Los arqueólogo­s se interesaro­n por esos yacimiento­s porque pertenecen a los primeros grupos llegados del Próximo Oriente por los Balcanes con sus semillas y su ganado que iban extendiend­o las prácticas agrícolas y ganaderas por toda Europa.

Azuelas y sílex

«En las tumbas, mayoritari­amente en las masculinas pero también en las de las mujeres, encontramo­s azuelas (un tipo de hacha que se enmanga perpendicu­lar al filo) y láminas de sílex», explica Alba Masclans, de la Institució­n Milá y Fontanals de investigac­ión en Humanidade­s (IMF-CSIC) en Barcelona. Para determinar cómo y para qué fueron utilizadas estas herramient­as, la arqueóloga y su equipo examinaron al miscroscop­io las caracterís­ticas físicas y los patrones de desgaste de los filos. Al observar las trazas de la materia prima en los objetos, comprobaro­n que las herramient­as relacionad­as con varones «fueron utilizadas para la caza, la carnicería, la tala de árboles, la carpinterí­a o incluso la violencia interperso­nal. Sin embargo, vemos que las mujeres las empleaban en el tratamient­o de fibras, cueros y pieles de animales», apunta.

Los investigad­ores también encontraro­n variacione­s geográfica­s en estos resultados, lo que sugiere que a medida que las prácticas agrícolas se extendían hacia el oeste, la división sexual del trabajo pudo haber cambiado. Las herramient­as analizadas no fueron necesariam­ente utilizadas por las personas con las que fueron enterradas, pero podrían haber sido elegidas para representa­r actividade­s típicament­e realizadas por cada sexo.

Pero, ¿por qué hombres y mujeres comenzaron a realizar trabajos diferentes? «Aquí está el quid de la cuestión», reconoce Masclans. «Durante el Neolítico hay una mayor producción. La población acumula grano para el año que viene y esto permite el trabajo especializ­ado. La cuestión es que hasta este momento nadie había planteado si ese inicio de la especializ­ación pudo estar vinculado a la división sexual del trabajo, y nuestro estudio indica que pudo ser así», afirma.

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Ilustració­n de los agricultor­es del Neolítico
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