El presidente poeta
Sánchez estaría muy cotizado como escritor de menús en gastrobares
PARA escribir menús de gastrobares, Sánchez sería un monstruo. No se paga lo mismo por una anchoa que por una «delicia de engráulido de la cornisa cantábrica, cosecha de mayo del 20, salazonada en barrica de roble irlandés con AOVE de picual y fileteada artesanalmente en Santoña». No es lo mismo decir que los fondos europeos de recuperación se van a dedicar a arreglar carreteras que a «impulsar las infraestructuras y los ecosistemas resilientes». Carreteras hacía Franco, gran aficionado a las truchas que él mismo pescaba. Sánchez hace ecosistemas resilientes y degusta salmónidos de extracción fluvial. El truco es que usted no sepa qué está pagando ni qué está votando. Que se sienta inferior, desbordado por la aparente riqueza de conocimientos de su amo, achicado ante su exhibición dialéctica. Y, sobre todo, que usted nunca detecte el engaño, que no sepa que los millones todavía no han llegado y que quizás nunca llegarán. Por eso el presidente no le puede prometer el arreglo de su calle, sino un «ecosistema resiliente». Humo. Ruido de matraca. Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir, dijo Quevedo.
La poesía sanchista nos habla de los planes de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 para un modelo transversal de cohesión con perspectiva de género basado en la intermodalidad inclusiva «con el fin de maximizar de manera equitativa el bienestar social y económico resultante sin comprometer la sostenibilidad de los ecosistemas vitales». Esto está cogido literalmente de la web de La Moncloa. Pero la prosa dice otra cosa: 2.500 jueces han mandado una carta a la vicepresidenta de la Unión Europea para Valores y Transparencia denunciando la violación del Estado de Derecho en España, donde se apedrea a partidos legales mientras se pacta con los herederos de ETA, por no hablar del ritmo de vacunación, del sablazo de Hacienda a los que están en un ERTE, de la falta de ayudas directas a los sectores más perjudicados por la pandemia... Así es la política cascabelera del presidente poeta: nos puede servir una degustación de detrito de materiales sólidos resultantes del proceso de absorción de nutrientes, pero jamás una hez.