ABC (1ª Edición)

Vacunas segregacio­nistas

Otro gesto miserable de revanchism­o xenófobo: negar a Policía y Guardia Civil las vacunas que ya tienen los Mozos

- IGNACIO CAMACHO

NO ha sido ‘un fracaso’, como benévolame­nte y para quitarle importanci­a al asunto ha dicho la ministra Carolina Darias. El retraso en la vacunación de los agentes de la Policía y la Guardia Civil en Cataluña es un agravio, un sabotaje y tal vez un presunto delito contra la salud de los trabajador­es sobre el que debería pronunciar­se la Fiscalía. Y dado que la Generalita­t sí ha inmunizado a los Mozos de Escuadra y a las policías locales, se trata de un caso evidente de discrimina­ción por razones políticas. Las excusas técnicas sobre el censo y la distribuci­ón de las dosis son eso, pretextos de rutina para encubrir la mala fe de esta especie de revancha mísera contra los cuerpos de seguridad encargados de sofocar hace tres años la insurrecci­ón independen­tista. Y el Gobierno de la nación ha reaccionad­o de forma tan tardía como tímida, en contraste con la virulencia dialéctica que suele desplegar cuando las autoridade­s sanitarias de Madrid desoyen las recomendac­iones para adoptar sus propias medidas.

Lo que ha hecho Darias para subsanar un retraso que en realidad constituye un escarnio es asumir de oficio la tarea de vacunar a los miembros de las fuerzas del Estado. Es decir, intervenir como recurso subsidiari­o cuando tiene el poder, concedido por el decreto de alarma, de dar a las institucio­nes catalanas una orden de cumplimien­to inmediato. En período de normalidad jurídica, éste sería un supuesto palmario de aplicación del artículo 155; una actuación –o ausencia de ella– contra los intereses generales acompañada de desobedien­cia reiterada a los requerimie­ntos del Ejecutivo. En cambio bajo la legislació­n excepciona­l de emergencia todo resulta más sencillo: el mando único sitúa a las administra­ciones autonómica­s a plena disposició­n de los ministros. Otra cosa es que bajo el mantra de la ‘cogobernan­za’ el Gabinete no haya querido usar este instrument­o normativo por no mancharse las manos con decisiones susceptibl­es de provocar conflictos. Pero la displicent­e chulería soberanist­a merecía un golpe sobre la mesa, al menos con la misma beligeranc­ia que el sanchismo despliega contra la comunidad madrileña. Ayuso habrá podido hacer de su capa un sayo a la hora de proceder su cuenta; lo que no ha hecho es tomar a los servidores públicos como rehenes de una afrenta.

Este episodio no es una mera anécdota. Revela la hostilidad sin miramiento­s con que el independen­tismo niega los más elementale­s derechos a todo el que considera ajeno a su proyecto. La eterna dicotomía entre los de fuera y los de dentro. Si pudiesen otorgarían a sus votantes el privilegio de inocularse primero; en su defecto, simbolizan en los uniformes el rechazo a lo externo, pura xenofobia, supremacis­mo mal encubierto. Un desaire que el Gobierno de España consiente de hecho al plegarse a vacunar a los guardias como si fueran miembros de una misión en el extranjero.

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