ABC (1ª Edición)

SEIS EXPOLICÍAS ABRIERON LAS PUERTAS DEL IBEX A VILLAREJO

El comisario tejió una red para sus turbios negocios con excompañer­os que dirigían la seguridad de grandes empresas y que han acabado imputados

- ISABEL VEGA

Hubo un tiempo en que entre la Policía era incluso motivo de orgullo que un compañero que había llegado lejos saltase a la privada a un puesto de responsabi­lidad para labrarse una jubilación más prometedor­a que la que ofrece el salario público. Hoy, José Manuel Villarejo mediante, ya no goza de tan buena prensa dirigir la seguridad de una multinacio­nal habiendo sido comisario. La instrucció­n judicial en la Audiencia Nacional sobre las actividade­s del polémico mando ha destapado que era en esas personas donde encontraba su puerta de acceso al corazón de las empresas, principal fuente de ingresos de todo el entramado que construyó y que siguió engrasando siendo aún policía en activo. Una red de contactos compuesta por toda una generación de mandos que hicieron girar la puerta, y ya fuera porque compartier­on café y fatigas con Villarejo durante años, ya fuera porque les vino recomendad­o por alguien que sí fue compañero, acabaron confiando el presupuest­o que manejaban, con más o menos conocimien­to de sus superiores, al Grupo Cenyt.

Ahora, cuando está en juego un delito de cohecho, todos esos jefes de seguridad investigad­os han sido destituido­s o jubilados a tiempo. Los hay que niegan haber sabido que contrataba­n a un policía en activo y los que directamen­te alegan que no conocían que aquellas empresas fuesen suyas. Lo que parece ya contrastad­o es que era vox populi que Villarejo tenía sus propios negocios. Y ningún cargo policial ni político impidió que así fuera. Le dieron alas, y voló.

El amigo ‘Kol’

El ejemplo más claro de esa puerta de acceso a las empresas es Julio Corrochano, que pasó de comisario a jefe de seguridad del Grupo BBVA. Interlocut­or de Villarejo en los contratos que el banco firmó con Cenyt a lo largo de una década y por importe superior a los 10 millones de euros, hablaba con él de tú a tú, hasta el punto de recomendar­le cómo debía hacer su trabajo para ganar en efectivida­d. «Lo que quiero son los tres o cuatro folios que no tiene que leer nadie, nada más que mi presidente», le decía, insistiend­o en que fuese al grano. Los consejos eran bidireccio­nales. El comisario llegó a invitarle a hacer creer a su jefe que la quema del Windsor fue un «trabajo de clan de troncos» para marcarse un tanto. Ese jefe era Francisco González, que está investigad­o igualmente en Tándem porque el juez y Anticorrup­ción ven indicios sólidos de que el entonces presidente del BBVA estaba al tanto de todo.

En el caso de Corrochano, al que Villarejo llamaba ‘Kol’, hay una particular­idad no detectada en otros. Consta que una de las empresas del entramado pagó más de 44.000 euros en muebles que fueron enviados a su casa, aunque la documentac­ión de pedidos aportada por la tienda eleva la cifra a 76.000. No obstante, los investigad­ores analizan cada caso en busca de pagos o dádivas imputables a la labor de interlocuc­ión de cada implicado con Villarejo.

La banca y la clientela

BBVA no es la única entidad financiera en el punto de mira. El juez ha imputado al expresiden­te de Caixabank Isidro Fainé, por un encargo que empieza con Miguel Ángel Fernández Rancaño, policía de destacada trayectori­a que acabó dirigiendo la seguridad de lo que entonces, aún era ‘la Caixa’. Ante el juez, afirmó que pese a sus treinta años en el Cuerpo, no conocía de nada ni a Villarejo ni a sus empresas y el asunto le llegó referido por su homólogo en Repsol, cuyo presidente, Antonio Brufau, también está imputado. Las dos empresas compartían intereses frente al entonces presidente de Sacyr, Luis del Rivero.

Y en Repsol, de nuevo,

otro alto mando policial reconverti­do en gran jefe de seguridad, Rafael Araujo, quien negó igualmente que supiera que Villarejo estaba en activo. Le conocía, según dijo, de una conmemorac­ión de los Ángeles Custodios, el patrón de la Policía Nacional, y poco más. Concedió, eso sí, que había oído hablar de la supuesta efectivida­d del Grupo Cenyt por boca de otro comisario, imputado igualmente en la causa –son más de una decena– pero no por colaborar con Villarejo desde dentro de una empresa, sino por proporcion­arle aquello que distinguía sus trabajos: datos extraídos de bases policiales para las investigac­iones.

Sus jefes, también

No obstante, no sólo bebía de ese grifo. El propio Villarejo implicó al que era jefe de Seguridad de Amena (ahora Orange), José Domingo Río. Aseguró que fue él quien le facilitó los tráficos de llamadas que manejó en uno de sus proyectos. ¿Quién era Del Río? Otro policía que se había pasado a la privada tras una larga trayectori­a en el Cuerbandas: po. La puerta favorita de Villarejo. Volviendo a la banca, hay un ejemplo más aunque sin consecuenc­ias en la causa, que es especialme­nte llamativo, porque la interlocuc­ión lo fue con quien había sido jefe de Villarejo.

Agustín Linares, que fue el máximo uniformado de la Policía entre 1984 y 1994, reconoció ante el juez como testigo que cuando se fue a dirigir la seguridad privada del extinto Banco Central Hispano, pidió en una ocasión ayuda al comisario. Su presidente le había encargado averiguar si un alto directivo jugaba sucio y le autorizó a contratar alguna empresa con medios para averiguarl­o. Linares, que de jefe era consciente de que Villarejo tenía un entramado empresaria­l sin que viese razón para hacer nada al respecto, recurrió a él y se acabó así encargando un informe a Cenyt. Declaró, en todo caso, que no sabía que esa empresa que el comisario le recomendab­a, en realidad, le pertenecía. Lo que sí le llegó a constar es que alguien le traicionó: el directivo espiado accedió al informe que la gente de Villarejo había elaborado sobre él para el presidente del Central Hispano.

El ladrillo, claro

En esa treta de investigar y ofrecer servicios al investigad­o, aparece otro policía en segunda actividad: el que fue jefe de seguridad de la constructo­ra Sacyr, Rodrigo Álvarez Vázquez, que en su día también cambió la placa por lo privado. Su puerta fue la que tocó Villarejo cuando quiso jugar a dos

Directores en la lista Dos jefes de Villarejo se pasaron a la privada y también acudieron a Cenyt para investigac­iones

Caixabank y Repsol estaban investigan­do a su jefe, Luis del Rivero y él ofrecía labores de contraespi­onaje. No cuajó.

El mundo del ladrillo no era ajeno al comisario. Otro de los jefes de Villarejo en tiempos, Pedro Díaz Pintado, se pasó al Grupo Dico, que a mediados de los 2000 estaba entre las diez inmobiliar­ias más potentes del país y sonaba en la trama Púnica. Tal y como contó al juez en calidad de testigo, recurrió al consejo del comisario y en la misma línea que Linares, aceptó su recomendac­ión de acudir a Cenyt sin saber, dijo, que la empresa era suya. Este asunto aún no tiene consecuenc­ias en el juzgado.

Cabe recordar que Díaz Pintado, como su predecesor, dio la cara por Villarejo al inicio de la causa con una carta en la que defendía, básicament­e, que era un agente encubierto con un entramado empresaria­l al servicio del Estado. Él también sabía que tenía sus negocios y tampoco vio razón para hacer nada al respecto. Cuando dos años y medio después de aquella carta hubieron ambos de ratificarl­a ante el juez, se matizaron tanto que el supuesto espaldaraz­o inicial quedó desdibujad­o.

Un caso de ‘ladrillazo’ más. A la vuelta del verano, Villarejo será juzgado por un encargo para la familia Cereceda, dueña del imperio inmobiliar­io Procisa y célebre por La Finca, urbanizaci­ón de lujo en Madrid. El contacto, de nuevo, fue su jefe de seguridad, David Fernández Aumente, con hoja de servicios como policía en el País Vasco.

El enésimo ejemplo de ese camino al corazón de las empresas es Benjamín García Cañón, policía transforma­do en jefe de seguridad y puerta de Villarejo para contratar con la Mutua Madrileña, según el sumario, por algo más de medio millón de euros. El objetivo era investigar a un expresiden­te y dos exdirectiv­os de la asegurador­a y el camino, el mismo. Era su interlocut­or.

El poder y lo zafio

Pero si hay un policía avenido en jefe de seguridad que ha adquirido renombre por el caso Tándem es Antonio Asenjo, que gobernaba este área en Iberdrola. Su celebridad no es tanto por los contratos, que suman algo más de un millón de euros, sino por los audios que grabó el comisario y en los que deja perlas como que le «saldría más barato matar» al presidente de ACS, Florentino Pérez, que desprestig­iarle pagando el plan que proponía el comisario, conforme los audios que desveló ‘El Confidenci­al’. El jefe de seguridad de la eléctrica apostaba por algo «más doméstico» y puso un ejemplo: «O sea, que le han visto con un niño. ‘Qué gilipollez, cómo lo van a ver con un niño’. Ya lo sé que no lo pueden ver, coño, pero a lo mejor se lo pueden poner al lado». Ese era el nivel.

Según consta en la causa, no debían conocerse de antes, porque en las cintas se aprecia cómo el comisario despliega su arsenal para ganarse la confianza de su interlocut­or. La referencia a su buena relación con policías situados en puestos clave en grandes empresas formó parte de esa suerte de tarjeta de visita.

Todos los amigos

Las fuentes policiales y jurídicas de dentro y fuera de la investigac­ión consultada­s por este diario coinciden al vaticinar que saldrán más nombres de policías que un día se fueron a la empresa privada y que desde allí, abrieron puertas a Villarejo o le proporcion­aron informació­n. Se extiende así una mancha de sospecha alimentada por las facturas de las mercantile­s del Grupo Cenyt que obran en el sumario aunque aún no hayan generado investigac­iones separadas, y por la cantidad de material pendiente de analizar. El propio comisario ha abonado la idea mencionand­o empresas que no han aparecido en la causa. Eso sí, siempre en interés general: sostiene que de todo lo que ya consta que hizo y lo que resta por aparecer, extrajo informació­n valiosa para el Estado. Aunque lo facturaba él.

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