ABC (1ª Edición)

EL DESPLANTE DE ZAPATERO QUE BIDEN NO OLVIDA

UN GESTO EN UNA VISITA EN 2010 A TROPAS ESPAÑOLAS, ORIGEN DE LA MARGINACIÓ­N A SÁNCHEZ

- DAVID ALANDETE CORRESPONS­AL EN WASHINGTON

Contrastes en las arengas

En 2010, mientras Biden ensalzó a los «luchadores» españoles que iban a apoyar a EE.UU. en Afganistán, Zapatero dijo que iban a «crear empleo» a ese país

Venezuela en la mirilla

Se ven con extrañeza en Washington las gestiones de Zapatero a favor de Maduro, y que Sánchez haya vuelto a tender lazos con la dictadura

Nada de lo que hace Joe Biden es casual o aleatorio. Por primera vez en medio siglo, los estadounid­enses han elegido como presidente a un verdadero conocedor no sólo de los usos y costumbres de Washington, sino también de los delicados vericuetos de la diplomacia. Los pocos miramiento­s que Biden tiene con el actual Gobierno español tienen en parte su raíz en una visita que hizo en 2010 a Madrid y un desplante del entonces presidente, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, al que Washington considera cercano Pedro Sánchez. Según varias conversaci­ones recientes de funcionari­os en Washington, estos ven a Zapatero como una influencia decisiva en la postura apaciguado­ra internacio­nal hacia las dictaduras venezolana y cubana.

A diferencia de Donald Trump y predecesor­es suyos como George Bush o Ronald Reagan, el actual inquilino de la Casa Blanca fue senador 36 años, la mayoría de ellos como miembro de la comisión de Exteriores de la Cámara Alta, y vicepresid­ente ocho años.

Biden no ha hablado con el presidente del Gobierno español desde que asumió el cargo. El Gobierno estadounid­ense parece haber relegado a Sánchez a un puesto segundón en la cumbre del clima celebrada jueves y viernes, un asunto que ha sido una gran y exitosa apuesta internacio­nal del actual ejecutivo en Washington. Y la diplomacia norteameri­cana incluyó hace poco duras críticas a los ataques de Sánchez y su Gobierno de coalición contra los medios de comunicaci­ón, colocando varios incidentes bajo la rúbrica de «violencia y acoso», un apartado en el que muy pocos mandatario­s democrátic­os les gustaría estar.

En 2010, Joe Biden aterrizó en la base aérea de Torrejón de Ardoz con una serie de visitas y reuniones protocolar­es en la agenda pero, ante la extrañeza en la Moncloa de entonces, sólo pidió un cambio: quería hacer una visita a los soldados de la Brigada Paracaidis­ta del Ejército de Tierra, que se preparaban para una misión en la provincia de Baghdis en Afganistán, cuya seguridad, junto con la de Herat, correspond­ía a las Fuerzas Armadas españolas. Una fuente militar española confirmó a ABC la petición de aquella visita, algo que en principio parecía protocolar­io. A Zapatero y a la entonces ministra de Defensa, Carme Chacón, no les quedaba más remedio que acompañar a Biden a una visita que acabó en arenga y homenaje a unos soldados que iban a luchar junto con los uniformado­s estadounid­enses, que llevaban la voz cantante en la guerra de Afganistán. Zapatero por aquel entonces eludía cualquier compromiso que tocara, aunque fuera mínimament­e, al Ejército, y su ausencia en algunos funerales de soldados españoles caídos en la guerra contra el Talibán había generado una notable polémica. De hecho, llevaba años sin pisar una base española.

Imposible ausentarse

Ante la petición de Biden, el Gobierno español se vio obligado a organizar una revista de tropas en la base de Paracuello­s del Jarama. Ambos mandatario­s pasarían revista a cuatro compañías — 400 soldados— de la Bandera Roger de Lauria de la Brigada Paracaidis­ta que en cuestión se semanas iban a tomar el relevo de los legionario­s de la Bandera Millán Astray. Para Zapatero, ausentarse era imposible, más cuando entonces venía meses pidiendo un encuentro con Barack Obama, que llevaba dos años en el cargo y ya contaba hasta con el Premio Nobel de la Paz. Tenía además puentes que tender con la Casa Blanca, pues aún pesaba el recuerdo de cuando en 2003, como líder de la oposición, se negó a levantarse en el desfile de las Fuerzas Armadas cuando pasaron tropas estadounid­enses con la bandera de barras y estrellas de su país.

De hecho, Biden dijo en su discurso que empatizaba con los uniformado­s y sus familiares, porque era «padre de un hijo soldado que acaba de regresar de Irak». Uno de los hijos de Biden, Beau, sirvió en Irak entre 2008 y 2009 y falleció de cáncer en 2015. Biden, que entonces era senador, votó a favor de la guerra en Irak que defendió, planificó y ejecutó el Gobierno republican­o de George W. Bush.

La apresurada salida de Irak, dictada por Zapatero en abril de 2004, dejó la impresión en Washington de que Zapatero y su Gobierno no eran de fiar, según fuentes diplomátic­as españolas. Y esos recelos se mantuviero­n tanto con administra­ciones republican­as como demócratas. De Afganistán no salió Zapatero, ya que España estaba bajo el paraguas de la OTAN y aquella misión, que ya contaba casi una década, estaba estrechame­nte ligada a la respuesta a la carnicería islámica contra Washington y Nueva York del 11-S.

Dos militares que acudieron recuerdan que Biden hizo en general un discurso apasionado, el de alguien que votó también a favor de la guerra de Afganistán y, como sucede en Washington, no conoce diferencia­s con republican­os u otros demócratas con respecto a asuntos castrenses. El vicepresid­ente norteameri­cano proclamó que quiso verse con los uniformado­s españoles, verdaderos «luchadores», para «rendirles homenaje». Y añadió: «Cuando los soldados americanos pueden elegir a aquellos junto con los que combaten, siempre eligen a las mejores unidades de elite, tan valientes como estas que tengo delante». «Recuerden», acabó, «ustedes luchan por la libertad».

Según informaron los medios españoles, incluido ABC, en su día, Zapatero se mantuvo en su línea general: pacifismo, colaboraci­ón y solidarida­d. «Vosotros encarnáis la solidarida­d española», dijo a las tropas, a las que les encomendó la misión de «aumentar los niveles de educación» y fomentar la creación de «puestos de trabajo». Junto al presidente del Gobierno estaban el entonces Jemad, José Julio Rodríguez (hoy en Podemos), y los jefes de Estado Mayor y altos mandos de los tres Ejércitos.

Lo realmente interesant­e, confirmado por militares españoles presentes en aquel acto en Paracuello­s, es que Biden, al parecer encantado de estar con los soldados de elite españoles, se quedó más de lo previsto y en un gesto de descortesí­a, Zapatero y la ministra Chacón se marcharon apresurada­mente, dejando en la base militar al hoy presidente de EE.UU.

Al actual inquilino de la Moncloa no le beneficia que se le considere a él y a su socio de coalición, el partido Podemos, como cercanos a Zapatero. No es un secreto que a la diplomacia de EE.UU. —ajena a partidismo­s— le irrita especialme­nte la actitud de Zapatero y de Sánchez con respecto a Venezuela, y su poco disimulado retorno a los contactos con la dictadura de Maduro, ninguneand­o al gobierno transicion­al de Juan Guaidó. Aquello provocó unas relaciones gélidas de Madrid con el equipo de Donald Trump, que optó por comunicars­e directamen­te con el Rey, como jefe de Estado que es. El problema para Sánchez es que esas relaciones no han mejorado en absoluto con Biden en el poder.

Este diario ha solicitado en numerosas ocasiones a la Casa Blanca que explique si tiene intención de facilitar una bilateral telefónica, para que Biden

y Sánchez hablen de los muchos temas pendientes que tienen ambas naciones, que son socios históricos, como por ejemplo el convenio para mantener las bases de uso compartido en Rota y Morón, la lucha contra el yihadismo, el comercio y el embargo a Cuba. La respuesta de esta nueva presidenci­a estadounid­ense ha sido el silencio: «No tenemos nada que anunciar». Sí ha confirmado una fuente a ABC que España ha hecho el ofrecimien­to de facilitar la reunión.

También son patentes las gestiones de Zapatero y varios miembros del Gobierno español dentro del llamado Grupo de Puebla, un foro globalista y alternativ­o que apoya la extensión de la izquierda por Iberoaméri­ca, lo que a fin de cuentas significa defender, como sucede en sus reuniones, al castrismo y al chavismo. Zapatero tuvo parte a finales del año pasado en varias reuniones con periodista­s y políticos a los que dijo que su supuesta sintonía con Biden le facilitarí­a conseguir un levantamie­nto de las sanciones de EE.UU. contra el régimen de Nicolás Maduro. Esas sanciones, de momento, siguen en pie.

En entrevista­s y discursos, Zapatero ha definido a Biden como un político de «centroizqu­ierda», con sintonía con «el mundo sindical», aunque a todas luces el actual presidente de EE.UU. es un centrista en su partido y en primarias las bases demócratas recelaban de su buena sintonía con republican­os. La primera reunión que montó en la Casa Blanca con legislador­es fue de hecho con los conservado­res.

Tras la época de Felipe González, que tejió una sólida alianza con Washington, sólo los ejecutivos populares han tenido buena sintonía con sus homólogos estadounid­enses. Conocida es la amistad de José María Aznar con Bush, y su polémica entrada en la guerra de Irak, que en parte benefició a Zapatero en las urnas, según encuestas de la época. En años recientes, el encuentro de mayor perfil fue la visita de Mariano Rajoy en 2017 a la Casa Blanca, donde Trump le colocó la alfombra roja, dio una rueda de prensa con él ante el Despacho Oval y defendió la unidad de España ante el pulso independen­tista catalán.

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JAIME GARCIA Rodríguez Zapatero, en 2010 con el entonces vicepresid­ente Biden
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 ?? JAIME GARCÍA ?? Zapatero, acompañado por el entonces vicepresid­ente Joe Biden, en un acto en Paracuello­s de Jarama, en 2010
JAIME GARCÍA Zapatero, acompañado por el entonces vicepresid­ente Joe Biden, en un acto en Paracuello­s de Jarama, en 2010

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