ABC (1ª Edición)

Miles de sanitarios retirados vuelven a la primera línea de la lucha contra la pandemia

► Miles de profesiona­les sanitarios retirados han vuelto a ponerse la bata para ver enfermos, rastrear brotes o inmunizar en los vacunódrom­os

- ELENA CALVO

Pasan consulta, inyectan vacunas o rastrean nuevos brotes. Miles de enfermeros y médicos jubilados han vuelto a ponerse la bata para hacer frente al virus, aunque algunos no estén ni vacunados.

«Está usted felizmente vacunado. Ahora tiene que esperar unos minutos en la planta de abajo». Así comunica Carmen Pérez Martín la administra­ción de la inyección contra el Covid-19 a quienes pasan estos días por el dispositiv­o de vacunación puesto en marcha por el Summa 112 en el WiZink Center de Madrid. Esta enfermera, que tras trabajar durante 45 años en el Hospital Gregorio Marañón se jubiló hace seis meses, contribuye ahora a la lucha contra la pandemia para, entre otras cosas, dejar un legado a las generacion­es próximas. Al tiempo que vacuna sin parar –no interrumpe su tarea mientras habla con ABC, «el trabajo que no se pierda»– explica que es abuela de uno de los bebés de la pandemia, los que todavía no han podido ver las sonrisas que se esconden detrás de cada mascarilla, y es por él por quien ha decidido volver a primera línea. «Me parece fundamenta­l que los niños que han nacido durante la pandemia tengan referencia­s. Para mí que mi nieto sepa que su abuela estuvo ahí es muy importante», confiesa con los ojos empañados.

Carmen se jubiló en plena pandemia, no sin cierto remordimie­nto y «frustració­n» por no poder continuar en activo en un momento clave. Por ello, cuando vio la oportunida­d dio «un paso al frente» para seguir aportando su granito de arena. «Lo tuve claro desde el momento cero y para mí ha sido liberador. Aunque sea cansado, me siento muy bien. El poder ser útil en estas circunstan­cias hace sentir muy bien», asegura con orgullo mientras pincha una inyección de AstraZenec­a a un madrileño. «¿Ya está? Si no me he enterado. ¡Es la mejor!», celebra el vacunado.

Tanto su labor como la de sus compañeras, considera, es ahora mismo «imprescind­ible». «Estamos en un momento en el que tenemos mucho que aportar», asegura mientras sigue administra­ndo vacunas a todos aquellos que acuden con cita a su puesto.

Una segunda oportunida­d

Como ella, son varias las enfermeras retiradas que han recuperado el uniforme para vacunar a la población española lo más rápido posible. Para algunas, además, ha supuesto una segunda oportunida­d, como para Esther Arribas Calvo. Se jubiló en octubre de 2019, meses antes de que estallara la pandemia y, pese a que en marzo de 2020 la llamaron para reincorpor­arse a la batalla, en ese momento no pudo hacerlo. «Me sentí muy mal. Estuve varios días deprimida por haber tomado esa decisión». Esta vez, cuando la llamaron para contribuir a la inmunizaci­ón, no tuvo ni que pensarlo: «Estoy feliz. Me voy a casa contenta todos los días pensando que estoy haciendo un bien», cuenta.

Tampoco tuvo dudas sobre aceptar el ofrecimien­to Heddy Marchant, que llevaba ya dos años jubilada: «Es primordial. La vacuna es lo único que nos puede proteger. Y si yo puedo ayudar, pues encantada». Hay momentos «horrorosos», reconoce, en los que el cansancio se apodera de ellas, «pero puede más la satisfacci­ón». Así lo cree también Araceli Pascual Albertos, que asegura que, pese a que en principio sus contratos solo duran un mes, si la volvieran a llamar para que siguiera vacunando aceptaría «sin ninguna duda».

También quieren seguir inyectando dosis el tiempo que haga falta Manuel Núñez y Marisa del Río, que no solo comparten los viales de donde extraen el fármaco para vacunar, pues son marido y mujer. Él llevaba seis años jubilado como enfermero del Summa; ella, cinco. Fue Marisa quien recibió la llamada para unirse a la campaña de inmunizaci­ón y Manuel la siguió. «Nos pagan, pero yo habría venido gratis», sentencia. Ya durante la primera ola se presentó voluntario para contribuir en lo que hiciera falta, aunque en esa ocasión no recibió respuesta. Ahora, su «espíritu de servicio» y el agradecimi­ento que se lleva de quienes pasan por sus manos le lleva a pasar largas jornadas en el WiZink Center tratando de que el virus sea menos fuerte cada día que pasa. «El ejemplo es que todos tenemos que implicarno­s», sentencia.

Pero los profesiona­les sanitarios jubilados no solo participan en la vacunación. La evolución de la pandemia ha requerido de su experienci­a y habilidade­s para muchas otras tareas que, pese a no ser tan visibles, son también necesarias en una crisis como la actual. Es el caso de la doctora Gemma Ramírez que, a sus 71 años, ha vuelto a la primera línea para, entre otras cosas, realizar las labores de rastreo de contactos de las personas infectadas con el virus y hacerles un seguimient­o. Pese a que ya han pasado cinco años desde que dejó la sanidad pública, también se ha ofrecido voluntaria para participar en la campaña de vacunación. «Estamos dispuestos a ayudar en todo lo que se pueda», dice incluyendo a sus compañeros de profesión en Málaga, todos «muy implicados».

Una de ellas es la doctora María Teresa Camps, de 66 años y con 43 de trabajo a la espalda. En su caso, se dedica a atender a pacientes derivados por el servicio Salud Responde de Andalucía, un canal a disposició­n de la población las 24 horas dedicado, entre otras cosas, a atender dudas sobre la salud de los ciudadanos. «Funciona mediante videollama­das. Los pacientes llaman a Salud Responde y se nos derivan las llamadas. Nos dicen el problema que tienen y, según la gravedad, o les damos un consejo médico o incluso los derivamos a Atención Primaria o a Urgencias». Próximamen­te, además, también se incorporar­á a la campaña de vacunación si se necesita. «Pienso seguir hasta que pueda. Hasta que la ilusión me lo permita. Siempre seré médico. El médico nunca se jubila», sostiene.

A la espera

Que la Medicina es una de esas profesione­s que cuesta dejar pese a ya no ejercer bien lo saben los aproximada­mente 2.200 médicos jubilados que se han apuntado en un listado del Consejo General de Colegios de Médicos (Cgcom) para ofrecerse a volver a trabajar si la situación sanitaria lo requiere. Uno de ellos es el doctor Manuel Millán, de 67 años. Al principio de la pandemia, durante las cinco semanas más duras de marzo y abril, cuando el virus nos pillaba despreveni­dos y las bajas en los centros de salud comenzaban a multiplica­rse, el doctor Millán volvió a la actividad en Guadalajar­a –donde ha trabajado siempre– para sustituir a uno de los compañeros infectados por Covid-19. Así, se dedicó a pasar consulta ordinaria hasta que la situación del centro en el que estuvo mejoró y ya no hizo falta su trabajo para continuar con la actividad.

Desde entonces, permanece inscrito en ese listado para incorporar­se de nuevo cuando haga falta, aunque por el momento no ha recibido respuesta, algo que considera «lamentable», pues mientras, dice, el sistema sanitario está «absolutame­nte bloqueado», con compañeros «muy atareados y saturados» y unos plazos nada cortos para conseguir citas médicas en Atención Primaria. Aunque reconoce que ahora mismo no firmaría un contrato para volver a la actividad profesiona­l de forma indefinida, sí volvería a contribuir con su trabajo: «Por ejemplo si ahora se necesitan profesiona­les para la campaña de vacunación podemos asumirla nosotros y no trabajador­es que son necesarios en la Atención Primaria», dice.

Pero tiene «un reproche» que hacer a las autoridade­s sanitarias y es que, pese a estar dispuestos a volver a la primera línea en el momento en el que se les necesite, no se les ha tenido en cuenta a la hora de inyectarle­s el fármaco contra el Covid-19. A su juicio, se debe a una falta de previsión. «Si mañana nos necesitan, lo normal sería que los médicos que estamos a disposició­n del Estado estemos vacunados. Me parece que es lo mínimo», sostiene.

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DE SAN BERNARDO

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