ABC (1ª Edición)

Caixabank: una lección de Barrio Sésamo para Calviño y Escrivá

- Por María Jesús Pérez

El Gobierno se entera ahora de que la banca es privada y que toma las decisiones que mejor se ajustan a los intereses de sus inversores y accionista­s. Y para sacudirse la lección le pide al Banco de España que intervenga: ‘regula tú que a mí me da la risa’

ALGUNOS definen al neoliberal­ismo como una corriente político-económica que se basa en impulsar una reducción de la intervenci­ón del Estado a su mínima expresión. El premio Nóbel de economía Milton Friedman, uno de sus más firmes creyentes, defendía a capa y espada que la virtud del capitalism­o de libre empresa es aquel que coloca a un empresario frente a otro como el método más efectivo de control en la gestión de las compañías. Pero en los tiempos que corren en nuestra

España este postulado no va con los inquilinos de La Moncloa. Más bien todo lo contrario. Y solo este Gobierno es capaz de coger un papel perfectame­nte bueno –a priori–, cubrirlo con tinta perfectame­nte buena –en el mientras tanto–, y hacer finalmente una combinació­n absolutame­nte banal para acabar con cualquier plan lógico y cabal. El pan nuestro de cada día. Y en tiempos de campaña, todo vale y se multiplica cual panes y peces entre redobles de moralidad y discursos. ‘Puritita’ demagogia electoral, vamos.

Y en esas que esta última semana a más de uno de los miembros del

Ejecutivo Sánchez, sorprenden­temente dos de ellos los más tecnócrata­s y ortodoxos del equipo social-comunista, los tenidos por más sensatos –a la sazón, Nadia Calviño y José

Luis Escrivá, porque Yolanda Díaz es otro cantar, obvio–, les ha dado por confundir el término de empresa privada con aquello de todo lo público es mío y está bajo mi control porque yo lo valgo, olvidando que la propiedad de estas compañías es de inversores y accionista­s –los que ponen la pasta, señores del Gobierno español, a ver si se enteran–. Y como si les fuera la vida en ello –¡ay! todos con el pobre y cabreado Ángel Gabilondo y su patético último as en la manga «Pablo, tenemos doce días para ganar las elecciones»– se rasgan las vestiduras y muestran su total estupefacc­ión ante las consecuenc­ias de la

noticia de la semana: la nueva Caixabank ha puesto sobre la mesa el mayor ajuste y, de hecho, el mayor ERE de la historia de la banca española, tras haber absorbido Bankia. De momento, peligran 8.291 puestos de trabajo, un 18% de la plantilla. ¡Ahí es nada! Aunque, a todo esto... ¿no quedamos en que el consejo, en el que está presente el Estado a través del

FROB, con un 16,1% de la entidad, es parte implicada en la decisión de la empresa? Pues, empezando por hablar de ajustes de empleo... nos han acabado hablando de sueldos en el sector. «Esta preocupaci­ón la hemos expresado al Banco de España, que creo que como supervisor del sector tiene un papel que jugar para encauzar este proceso de la manera más positiva desde el punto de vista de su impacto en la economía general de nuestro país» (Calviño, sic).

Polémica servida pues –incluso un día antes la ‘vice’ decía que las retribucio­nes actuales de los banqueros en un momento como el actual le parecen «inaceptabl­es»–, en la semana en la que también otro de los grandes, BBVA, anunciaba despidos de cerca de 3.800 empleados, el 16,3% de su plantilla, el exprejubil­ado de este banco, el ministro Escrivá –hoy convencido de que el retiro antes de tiempo debe penalizars­e, curioso–, instaba también a los banqueros a recordar y tener presente la protección y liquidez pública recibida durante la anterior crisis económica...

Estamos ante un Gobierno con aversión a la responsabi­lidad y a todo lo que sea coger el toro por los cuernos, y le endilga el caso con total tranquilid­ad al Banco de España, no vaya a ser que Bruselas le dé otro tirón de orejas como pasó con la reforma del

CGPJ, y le dé otra vuelta a la llave del cajón donde guarda los fondos. Lo que no habrá tenido tiempo Moncloa de prever –estamos en campaña electoral y lo primero es lo primero– es que van camino de intentar cargarse la credibilid­ad e independen­cia de aquellos a los que les carga el mochuelo, en este nuevo episodio de ‘mete mano tú que a mí me da la risa’. Porque lo que parecen ignorar los señores, señoras y señoros del Gobierno de coalición es que el regulador no está para regular lo que decida el propio Gobierno, porque para eso no hace falta un regulador; bastaría con otro departamen­to dentro de las amplias carteras de Calviño y Escrivá.

Y a más, les convendría repasar lecciones aprendidas –o no, por lo que deduzco– como que el organismo que preside hoy Pablo Hernández de Cos tiene poca capacidad de maniobra en este asunto, ya que su competenci­a se limita a las pequeñas entidades, y que los bancos con más de 30.000 millones en activos, que son el 85%, están bajo la supervisió­n directa del BCE, que el año pasado en medio de la pandemia recomendó evitar el reparto de bonus a los altos ejecutivos, que tal cual se hizo.

Ahora bien, sí podría ser más interesant­e que alguno de ellos nos explicara qué explicacio­nes les ha dado la flamante consejera que desde el Ejecutivo tuvieron a bien colocar en

Caixabank para defender, a priori, los intereses de Moncloa: Teresa Santero, directamen­te colocada desde el

FROB. ¡Ah! ¿que eso sería una injerencia en la independen­cia de una encargada del buen gobierno corporativ­o de la entidad? Claro, debe ser que para los ministros, ministras y ministres, el Banco de España no debe de tener independen­cia alguna ni, desde luego, iniciativa propia. ¿Neoliberal­ismo? ‘Ná’. Como se preguntaba

Lenin, ¿democracia, para qué?

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EFE La ministra Calviño con el gobernador Hernández de Cos
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