ABC (1ª Edición)

EL MADRID PINCHA FRENTE AL BETIS (0-0) ANTES DE LA CHAMPIONS

Justo empate en Valdebebas. El Betis hizo un buen partido y los de Zidane, aunque lo intentaron en la segunda parte, no consiguier­on mucho peligro

- HUGHES

Antes del partido hubo un minuto de silencio en memoria de D. Emilio Butragueño Benavente, padre de Buitre y madridista ejemplar. Parece que fue ayer cuando se le veía emocionado en la retirada de su hijo frente a la Roma. No está muy lejos la semana de su debut. La vida pasa muy rápido. Tan rápido que… ¿hacemos bien empleándol­a en el fútbol?

El propio Real Madrid nos miraría con indulgenci­a mientras nos hacemos la pregunta. El partido contra el Betis era uno de esos partidos contra los que inventan la Superliga, uno de esos partidos que los jóvenes ya no ven porque no tienen necesidad alguna y porque no sienten que falten a sacramento alguno.

Zidane volvía al sistema habitual y el Betis empezaba siendo un digno equipo de Pellegrini: ofensivo, tocador, elegante y permisivo. Como epítome: Canales, el núcleo de su juego.

El Madrid tenía muy poca iniciativa, como era de esperar en un partido tres días antes de las semifinale­s europeas. Tardó trece minutos en llegar al área con centro lateral de Asensio.

Era el Betis el que empezaba a jugar, el que no rechazaba la enorme responsabi­lidad (el cansancio mental que da solo contarlo) de tener la pelota. Viendo al Betis el espectador puede llegar a desear ser así. Ojalá ser, como hombre, como ser humano, un equipo de Pellegrini: bueno, decente, previsible, confiable, apuesto, dialogante, cívico, cortés… Los equipos de Pellegrini son como James Stewart. En ellos se ve todo lo que son, pero también todo lo que renuncian a ser, y en eso hay una melancolía casi dulce que parece confirmada en los ojos de pálido azul de Pellegrini.

El partido se acercaba peligrosam­ente a la paradoja habitual de que dos equipos ofensivos deparen lo mismo que dos equipos defensivos: cero ocasiones.

Fue casi en la media hora cuando el partido se calentó un poco con una doble ocasión de Benzema, que hizo una jugada excepciona­l recibiendo de espaldas en el área y yéndose por el método de pisar dos veces la pelota, una para controlar, otra para hacerse un hueco, y luego girar como giran los pivots de pies ligeros en el baloncesto. Ese fútbol de espaldas en lo oblicuo del área le convierte en una especie de James Worthy del fútbol.

Pasada la media hora, el Madrid ya prevalecía ligerament­e sobre el Betis, aunque le faltaba esa marcha más, descarrila­nte, de Vinicius, la ‘disrupción Vinicius’. A cambio había gestos técnicos aislados que no terminaban de cuajar en el área. Un túnel de Casemiro, un taconazo de Asensio, un par de regates en carrera de Rodrygo, pero todo a falta de ese paso más, de ese chisporrot­eo adicional que al Madrid, cuando está cansado o a medio gas, le da Vinicius.

El Betis quiso llegar en alguna jugada aislada antes del descanso, pero ahí topó con el sentido de la oportunida­d de Militao, que está empezando a parecer Don Militao.

A la vuelta, el Madrid siguió ocupando el campo del Betis muy poco a poco. Acercando hombres a Crimea. Rodrygo tiró al palo en un centro envenenado o inteligent­e y Casemiro parecía luchar entre sus obligacion­es de ‘5’ y su gusto ya no disimulado por irse al área como hizo Cádiz. Esta vocación de Casemiro dejó espacios al Betis, con una ocasión muy clara de Borja Iglesias ante Courtois.

La necesidad llamaba a Vinicius y luego a Marcelo, que devolvía el sistema, felizmente, a un 3-4-3. ¿Por qué cambiar lo que tan bien funcionó en Cádiz?

En el Betis brillaba el joven Ruibal, correcto en casi todo, y el partido era un ir y venir con Modric a las riendas. Resulta llamativo verle correr para sacar de banda, con una avidez infantil por la pelota.

Casemiro es el segundo mejor delantero del Madrid y ya parece un desperdici­o mantenerle como pivote defensivo en partidos ligueros. Por eso entró Blanco, su liberador, y tenía que haberlo hecho antes.

Vinicius hizo uno de sus largos contragolp­es tarantines­cos de campo a campo, pero como no era bastante, Zidane lo sacó todo y puso a Hazard, acariciand­o la flor por la mismísima corola. El Madrid acosaba, pero rozaba el slapstick más que el gol: los resbalones, los ay, los casi. Le faltaba acierto al Madrid, y también energía. Ese plus heroico que tiene a veces y que sin duda reserva para Europa. El club piensa en la Superliga, el equipo en la Champions, y en la Liga toparon con un gran Betis. El empate es poco reprochabl­e a estas alturas. La temporada se juega el martes.

Cambio de sistema en la segunda mitad

La necesidad de adelantar a Casemiro hizo que entrara Blanco. El Madrid movió el 4-3-3 al 3-4-3, sistema exitoso en Cádiz. Quizás debió salir con ello

Volvió Hazard

Después de muchas semanas, el jugador belga entró en la segunda mitad y, aunque no logró el gol, se mostró activo, rápido y con iniciativa

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Zinedine Zidane
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EFE

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