ABC (1ª Edición)

«Para los políticos el virus es otro tema que les ayuda o les perjudica»

JOSÉ LUIS JIMÉNEZ QUÍMICO UNIVERSIDA­D DE COLORADO

- NURIA RAMÍREZ DE CASTRO

Desde hace dieciséis meses, José Luis Jiménez no ha comido en el interior de un restaurant­e ni acudido a un centro comercial. Teletrabaj­a, compra por internet y al llegar al supermerca­do espera siempre a que le saquen las bolsas a la calle para recogerlas. Rehúye, siempre que le es posible, los espacios cerrados. No es exceso de celo. Este ingeniero industrial, original de Zaragoza y profesor de Química en la Universida­d de Colorado (EE.UU.), es quizá uno de los científico­s que más ha estudiado la transmisió­n del virus. Lo que le permite criticar consejos de las autoridade­s sanitarias para prevenir el Covid-19, incluidos los de la propia Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). «Uno de los errores más flagrantes es que la OMS siga sin reconocer que el coronaviru­s se transmite predominan­temente por el aire, en forma de aerosoles», cuenta a ABC. Eso significa admitir que se transmite por partículas más pequeñas que las gotas que expulsamos por la boca o la nariz. Que sirve de poco utilizar mascarilla­s al aire libre o desinfecta­r superficie­s. La suya no es una opinión a contracorr­iente, está arropada por otros científico­s, cuyas voces suenan cada vez con más fuerza y cuentan con el aval de las revistas científica­s de más impacto.

—Salimos a la calle con mascarilla pero al entrar en un restaurant­e nos la quitamos sin pensarlo dos veces. ¿Dentro de unos años se estudiará en los libros de Medicina como uno de los mayores sinsentido­s? —Esto es absurdo, deberíamos llevar mascarilla­s siempre en interiores para evitar el contagio en todo momento. Y si no podemos, no deberíamos estar ahí. En la calle sirve de poco llevarla, salvo que estés muy cerca de una persona infectada o en una calle muy concurrida. Muchas de las cosas que se hacen no sirven de nada, son un teatro, como desinfecta­r las superficie­s.

—Y ponernos compulsiva­mente gel hidroalcoh­ólico en las manos, ¿también es un teatro?

—Es bueno limpiarnos las manos. Si es con agua y jabón, mejor que con gel. Debemos hacerlo no tanto por este virus que se transmite mal por superficie­s, sino porque hay otros patógenos por los que podemos enfermar. Estaría bien que tras la pandemia mantuviéra­mos todos ese hábito. Lo que no debemos pensar es que estamos a salvo por llevar cualquier mascarilla mal puesta y por ponernos gel. El riesgo está en el aire, en respirar el aire que exhalan otros. Aún no se ha entendido la complejida­d de esto. Para evitar el contagio se deben hacer muchas cosas a la vez.

—Con lo que ya sabemos del virus, ¿qué otras cosas estamos haciendo mal?

—Lo peor, desinfecta­r las superficie­s y las calles. Esto es contaminar a propósito, sin que sirva de nada. Las calles ya las desinfecta el sol muy rápidament­e y si hay un virus en el pavimento, no se preocupe que es casi imposible que lo vaya a respirar usted. No sirve tampoco limpiar las paredes de un colegio sino cambian la ventilació­n o miden el CO2. Se desperdici­an miles de de millones de euros en cosas que no sirven para nada. Y no se toman medidas menos costosas.

—¿Cuál sería su receta para estar protegidos, más allá de la vacunación?

—Lo primero es entender que nos contagiamo­s porque de algunos infectados –no de todos– sale un humo invisible (aerosoles) y nos infectamos al respirarlo. Esto ocurre cuando hablamos cerca de alguien sin mascarilla o al compartir una habitación bastante tiempo a la vez. Estas son las dos situacione­s de máximo riesgo. Por eso, lo mejor es llevar siempre la mascarilla bien puesta, sin huecos. Pero es casi imposible ver una mascarilla bien colocada. Mal puesta, una mascarrill­a ffp2 que es un 95% eficaz se queda en un 40%. Para que funcione una mascarilla debe dejar una marca en la cara, porque significa que está sellada. Mi recomendac­ión es hacer siempre que sea posible cualquier actividad al aire libre. En interiores, bajar la voz, estar con el menor número de personas y ventilar para que el virus que esté dentro salga fuera. Si no se puede ventilar, se deben utilizar filtros. Hay filtros HEPA y otros más baratos que se pueden utilizar con ventilador­es. Soy profesor de Química y lo que recomiendo es evitar matar al virus con química. Cuando tenemos filtros que funcinan bien no tiene sentido. Lo peor, de lo peor es poner desinfecta­ntes en el aire, como el ozono, la lejía, el dióxido de cloro, agua oxigenada, alcohol... Todo esto es una barbaridad, es muy peligroso. El ozono es peligrosís­imo y los ozonizador­es se están vendiendo como rosquillas; deberían estar prohibidos.

—¿Existe una mascarilla perfecta que nos debería hacer despreciar al resto?

—La mascarilla perfecta es la que te ajusta muy bien. Necesita tres cosas: que tenga un buen filtro como las ffp2 y las quirúrgica­s, que permita respirar bien y, sobre todo, que no permita huecos entre la cara y la mascarilla. No he visto ni un solo ministro en España, ni un solo político que lleve la mascarilla bien puesta. Lo que recomendam­os ahora son las semimáscar­as elastoméri­cas. La ffp2 son un invento de los años 90 y no son fáciles de que ajusten a la cara. Deberíamos dejarlas para los museos. —Usted fue uno de los pioneros en defender la teoría de los aerosoles. ¿Cómo ha sido esta carrera de fondo

Errores que cuestan vidas

«La OMS ha metido la pata de forma espectacul­ar. Le costó admitir que personas sin síntomas podían contagiar y sigue sin admitir la transmisió­n aérea»

La indiferenc­ia de Fernando Simón

«Me ofrecí hablar con Simón pero no lo conseguí. Le podríamos haber explicado meses antes cómo funcionaba esto»

hasta que ha calado la idea?

—Quizá ha parecido en España que tenía pocos apoyos, pero no me he sentido solo. Pertenezco a un grupo amplio de investigad­ores que apoya esta evidencia. Pero estoy muy decepciona­do con los políticos de todos los colores. En España la pandemia ha estallado en un mal momento, en un momento politicame­nte inestable y han priorizado su propia situación. Para ellos el virus es otro tema político que les puede ayudar o perjudicar. He sentido que no se ha escuchado a los científico­s. He hablado con algún presidente autonómico, algún alcalde, pero nos han hecho poco caso. Por ejemplo, gente como Fernando Simón, con el que me ofrecí hablar muchas veces. No he conseguido hablar con él cuando les podríamos hablar explicado muchos meses antes cómo funcionaba esto, pero bueno.

—La OMS aún no admite la transmisió­n por aerosoles. ¿Por qué esta resistenci­a?

—Hay tres razones. Hay gente de alto nivel en la Organizaci­ón Mundial de la Salud y en organismos parecidos que metieron la pata de manera espectacul­ar porque dijeron a bombo y platillo que estaban seguros de que el virus no se transmitía por el aire y que estábamos desinforma­ndo. Ahora ya sabemos que es la principal forma de contagio. En realidad, lo que era desinforma­ción era asegurar que el virus no se transmitía por el aire. Este error ha causado muertos y no quieren asumir su responsabi­lidad. Hay otras razones históricas. Desde 1910 se asume que es casi imposible la transmisio­n de infeccione­s por el aire. Esto es algo que ha convertido en un dogma y solo se admite en muy pocas enfermedad­es como la tuberculos­is o el sarampión. Y de repente aparece alguien como yo, que no soy médico, y les dice que están equivocado­s.., también ha habido un rechazo sociológic­o. La tercera razón es económica: si se reconoce que se transmite por el aire la gente no va a querer ir a tiendas ni montarse en un avión.

—¿Cuántos errores más aún no ha admitido la Organizaci­ón Mundial de la Salud?

—Bueno, les costó mucho admitir la transmisió­n del virus de personas que no tenían síntomas. ¿Por qué tenemos una pandemia?

Primero porque se trata de un virus para el que no teníamos inmunidad, que se transmite fácilmente por el aire y gente sin síntomas pueden ser muy contagioso­s. Me dicen que soy muy crítico con la Organizaci­ón Mundial de la Salud. Y lo soy porque es una institució­n muy importante y necesitamo­s que funcione bien. Si se hacen mal las cosas hay que decirlas.

—El Gobierno español tampoco ha cambiado sus recomendac­iones. Este verano exigirá la mascarilla para dar paseos por la playa.

—Los expertos en salud pública nos piden que no digamos que se puede quitar la mascarilla en determinad­as circunstan­cias porque la gente no entiende los mensajes complicado­s. Imagino que hacia donde vamos es quitarla al aire libre.

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