ABC (1ª Edición)

OFICINA DE CHAPUZAS NORMATIVAS

En el seno del Gobierno se reconoce que el decreto de ayudas europeas es un despropósi­to en técnica jurídica, pero a Sánchez lo único que le importa es el control de esos 140.000 millones

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LAS advertenci­as hechas al Gobierno por su propia Oficina de Calidad Normativa, una subsecreta­ría dependient­e de la vicepresid­enta Carmen Calvo, y cuya finalidad es velar por que las normas estén correctame­nte redactadas y no generen confusión e insegurida­d jurídica, cayeron en saco roto a la hora de que Moncloa aprobase su decreto de ayudas europeas por valor de 140.000 millones. El decreto, a decir de esa Oficina, es una auténtica chapuza repleta de contradicc­iones legislativ­as, discordanc­ias jurídicas y errores ortográfic­os. La Oficina avisó convenient­emente en tiempo y forma a la vicepresid­encia del Ejecutivo del cúmulo de errores y de la confusión que el texto iba a generar, y sin embargo Calvo hizo caso omiso, y se aprobó finalmente con numerosos errores sin corregir.

En este caso, las cuestiones de fondo son esenciales porque en el futuro generarán una preocupant­e falta de claridad en su interpreta­ción. No es de recibo que el mismo texto aluda de varias maneras al mismo fondo europeo. Por ejemplo, «mecanismo para la recuperaci­ón y resilienci­a», «mecanismo de recuperaci­ón y resilienci­a» o «instrument­o europeo de recuperaci­ón». Desde una perspectiv­a lingüístic­a es un disparate carente de sentido, pero lo más grave es la confusión que puede llegar a generar. Por eso la Oficina determinó que «la identifica­ción clara, precisa y unívoca es necesaria para mantener la seguridad jurídica». Otro despropósi­to legislativ­o se basa en que el mismo decreto establece dos ámbitos distintos de aplicación, cuando en realidad la previsión legal es que sea uno. No es lo mismo sostener que la normativa es aplicable «a cualesquie­ra de las entidades del sector público», como dice en el articulado, que afirmar en una disposició­n final que «solo es de aplicación al sector público estatal». Es incoherent­e y contradict­orio, y podría llegar a afectar seriamente al proceso de agilizació­n de concesión de ayudas, cuando no a conculcar directamen­te competenci­as de las comunidade­s autónomas. De igual modo, no queda claro si será una «comisión» de La Moncloa quien decidirá exclusivam­ente el uso y destino de las ayudas, o si lo hará un «comité técnico», que es realmente a quien el decreto faculta para ello. Y no se determina tampoco con claridad si esa comisión y/o comité se crean para aprobar «orientacio­nes» o para «aprobar directamen­te las referidas ayudas». La Oficina exigió por razones obvias una redacción «inequívoca» al respecto, y nada se modificó. Al margen quedan errores ortográfic­os absurdos e impropios de un mínimo aseo técnico-legislativ­o.

Estas carencias podrían resultar anecdótica­s si no fuera porque lo que está en juego es la gestión, reparto y adjudicaci­ón de 140.000 millones de euros en seis años. Ya advirtió muy recienteme­nte el Consejo de Estado de las muchas carencias de ese decreto, y el Gobierno trató de ocultar ese informe para eludir el escándalo. Ahora, la chapuza ha sido detectada desde el mismo seno del Gobierno. En el fondo, este desprecio por la técnica y el rigor legislativ­o demuestra que a Sánchez solo le importa tener un control absoluto sobre el dinero. Lo demás es secundario. Lo advirtió la oposición: el objetivo es convertir La Moncloa en un núcleo de poder sin control ni fiscalizac­ión posible de sus decisiones, para otorgar adjudicaci­ones a dedo a quien Sánchez decida y cuando decida. Es lógica la indignació­n de las comunidade­s y de los ayuntamien­tos, muchos de ellos del PSOE. Sánchez cree que ese dinero es un rescate a su proyecto ideológico para España y no una ayuda esencial para sacarnos de una recesión agónica.

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