ABC (1ª Edición)

Vacunar a los jóvenes

Habría que vacunar primero, como en otros países, a los más jóvenes, que le tienen menos respeto al virus

- ANTONIO BURGOS

ESA solución contra el Covid de «vacunar, vacunar, vacunar» que tanto repiten desde la Organizaci­ón Mundial de la Salud al último concejal de un pueblo con una alta tasa de contagios, no sé por qué me recuerda a aquello del «programa, programa, programa» con que tanta tabarra nos dio Julio Anguita. Sólo que esta vez la consigna es digna de seguir, en esta multiplica­ción de las Pfizer y la Janssen, que en algunos casos, por los esfuerzos que tienen que hacer, están superando a la de los panes y los peces. (Inciso: ¿tantas vacunas nos sobran que demagógica­mente prometemos enviar viales a los países de Hispanoamé­rica que luego dicen que España, en vez de la Madre Patria, fue la gran culpable del genocidio de los pueblos indígenas?).

Me pareció muy bien, como a cualquiera (o «como no podía ser de otra manera», que se dice en tertuliané­s), que cuando nos constaba que las residencia­s de ancianos se habían convertido en tristes morideros de personas mayores, se empezara por estos asilos la vacunación oficial en España y que aquella señora de un centro de Guadalajar­a se convirtier­a en símbolo de la campaña que tanto nos tranquiliz­a a tantos, cuando vemos que las cifras de los inmunizado­s superan ya a las de los contagiado­s, y que ahí puede estar el remedio para remontar la crisis económica, esta pandemia laboral y social que es tan terrible como la sanitaria.

Está muy bien, digo, que se empezara por los acogidos en las residencia­s de ancianos, donde han bajado los nuevos casos de contagio y, lo que es más satisfacto­rio, las muertes a causa del terrible bichito al que pintan como si tuviera siete mil orejas de marcianos. Pero una vez vacunada la población de los asilos, ¿por qué han seguido con los tramos de edades avanzadas en lugar de con los más jóvenes, como han hecho en muchos países? Las personas de edad avanzada tienen mucho cuidado en cumplir con todas las normas de mascarilla­s, distancia, lavado de manos, aireado de habitacion­es, evitación de las aglomeraci­ones. Le tienen el respeto y el miedo al contagio que los más jóvenes desprecian. Las fiestas ilegales que desaloja la Policía no las celebran ancianos de 85 años o septuagena­rios. Son las irresponsa­bles actitudes de unos españoles en la flor de la edad que, si no son negacionis­tas, poco les falta.

Y ahí están las cifras de Sanidad, que señalan que los ingresados en las UCI cada vez son más jóvenes, de 19 a 30 años. Claro, los que se saltan a la torera las normas, los que no se ponen la mascarilla, los que fuman donde haya que fumar, los que se juntan sin guardar distancia social alguna, los que parece que son «novios de la muerte», pero sin chapiri y sin espíritu patriótico. Habría que vacunar primero, como en otros países, a los más jóvenes, que son los que entran y salen, los que llenan terrazas fumando y sin mascarilla, a los que organizan las fiestas ilegales y le tienen menos respeto al virus. La población de edad media buen cuidado tiene en salvarse de la quema, en la no hay otro cortafuego­s que la vacuna. ¡Viva el señor Pfizer!

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