ABC (1ª Edición)

Degeneraci­ón

Ahora no existe el rival político, sino el enemigo a destruir

- LUIS DEL VAL

LOS divorcios y las campañas electorale­s sacan lo peor de nosotros mismos. Lo perverso de la degeneraci­ón política es que se desarrolla de manera tan discreta como continua hasta que, un mal día, te tropiezas con la evidencia, y te asustas, porque no creías que era para tanto. Y eso es lo más preocupant­e: mientras en la degeneraci­ón ‘progresamo­s adecuadame­nte’, como piensan nuestros manipulado­res, no nos preocupamo­s de las consecuenc­ias que esa degeneraci­ón nos va a traer bajo el brazo, donde no habrá un pan, sino la cabeza de cualquiera de nosotros a punto de la asfixia.

Esta semana pasada me he dado cuenta de que vivo en un país cabreado, en el que la intoleranc­ia ha alcanzado el sobresalie­nte cum laude de algunas tesis electorale­s, y donde el partidismo nubla la inteligenc­ia y sofoca el raciocinio. Es cierto que las balas de las cartas amenazador­as de muerte, pertenecen al Cetme que me dieron en mi lejano Servicio Militar, hace decenas de años, y que dejó de usarse antes de que tuviera nietos, pero las amenazas de muerte deben condenarse por muy sospechosa­s que resulten. Naturalmen­te, también me extraña que haya partidos que no condenen que a sus rivales políticos les arrojen piedras y botellas en sus actos electorale­s, porque más peligrosa es pedrada en la frente que amenaza por carta de arma que ya no se usa.

La degeneraci­ón ha llegado a un punto en el que no existe el rival político, sino el enemigo a destruir, y se proyecta de manera abrupta en las formas que hasta se guardan en Venezuela. Allí, al menos, se vacuna al que tiene el carnet patriótico y se evita la grosería de preguntarl­e si vota al tirano; aquí ya se ha llegado a convertir el BOE (Boletín Oficial del Estado) en el BOGF (Boletín Oficial del Gobierno Frankestei­n) y donde en la exposición de motivos de las leyes se redacta un panfleto sectario y partidista alegando, que las leyes se dictan para luchar contra las que hizo el PP, enemigo de las libertades.

Decía Mark Twain que si recoges a un perro hambriento y abandonado, y lo conviertes en un perro próspero, jamás te morderá. Y esa es la enorme diferencia entre los perros y estos prósperos políticos, que gruñen y ladran, y amenazan con mordernos.

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