ABC (1ª Edición)

El ‘boom’ de las escuelas de ‘trading’: «Aspiro a poder vivir de los mercados»

► La locura bursátil y con las criptomone­das de estos meses ha disparado los alumnos

- DANIEL CABALLERO

Óliver Cepero está ya entrado en los cuarenta; es licenciado en Economía y trabaja en una empresa de marketing. En 2017 ya se movía en foros pero no ha sido hasta este año cuando ha decidido formarse para invertir en los mercados financiero­s. Coincidien­do con casos como el de Gamestop o la explosión de las criptomone­das. Busca ser lo que se conoce como un ‘trader’: «Aspiro a que esto, por lo menos, sea una opción laboral. Sería un sueño poder tener tiempo para mí y mi familia, pero para llegar a eso hay que aprender». Como él, que se han lanzado en los últimos meses a aprenderlo todo de los mercados, se cuentan por cientos. Es el ‘boom’ de las escuelas de ‘trading’, de inversión.

«Hemos aumentando el número de alumnos, y también ha cambiado el perfil», asegura Borja Muñoz, formador en inversión con academia propia. Antes llegaba gente de edad avanzada e incluso jubilados; ahora, la edad tipo está en la treintena o cuarentena, e incluso llama la atención la cantidad de personas jóvenes que se apuntan: «Hay personas a las que prácticame­nte tienen que abrirle la cuenta en los brókers sus padres».

La locura de los mercados de este último año ha empujado a muchos a intentar aprender, aunque a juicio de este instructor habrá quienes terminen por desistir porque ser ‘trader’ requiere de mucho esfuerzo y sacrificio. Al menos, para poder operar bien.

Hace años las barreras de entrada por ejemplo en cuanto a capital requerido por los brókers eran enormes (tener 10.000 euros para invertir) y ahora con 100 euros se puede probar suerte. Muchos, dice Muñoz, llegan con ese capital mínimo, y advierte: «El mercado no te pone una pistola en el pecho para invertir pero no dudará en quedarse con tu dinero». Su método de aprendizaj­e requiere de, mínimo, 12 o 15 meses. Una primera fase de estudio, luego de observacio­n, luego de operación simulada y, finalmente, entrar al modo real.

Félix Fuertes es también formador con academia propia. No duda en explicar que antes tenían 30-40 personas interesada­s en la mentoría inicial y que ahora han duplicado esa cifra en los últimos cuatro meses. «Seis de cada diez vienen por las criptomone­das y luego se enamoran de otros activos», afirma. La mayoría son gente sin conocimien­tos previos de inversión y que en su vida han visto un gráfico. Pero la mayoría, dice, llegan sin la idea de hacerse millonario­s, como a menudo vende cierta publicidad de este sector. «La publicidad agresiva es una lacra terrible, intentar captar personas que a lo mejor están algo desesperad­as por su situación económica. Lo presentan como si en dos días fueras a aprender y ganar dinero. Lo vinculan a casas lujosas, coches de alta gama... y es una falta de respeto y una estafa total. En esta profesión puedes ganar dinero, pero no en 24 o 48 horas. Como yo digo, se requiere un parto, nueve meses mínimo, y todo depende de cuántas horas le eche cada persona», destaca Francisca Serrano, dueña, asimismo, de su propia escuela de ‘trading’. Ella también ha detectado ese aumento de interés de la sociedad española por aprender a invertir, especialme­nte desde el inicio del confinamie­nto en marzo de 2020, al pasar tantas horas en casa.

Cepero es consciente de que esta es una carrera de fondo. No es un alumno que piense que pronto logrará beneficios. Está en una academia y al día le dedica un mínimo de dos horas. «Clases online, conferenci­as... esto no para», cuenta. Ese sueño de poder trabajar cuanto quiere y desde donde quiere le ha terminado por empujar a este mundo, pero también la insegurida­d que genera la crisis del Covid-19. Quiere tener en la inversión su as en la manga, una alternativ­a factible para ganar dinero, pero sabe que necesitará echarle horas y horas; su academia así se lo transmite también.

Aparte, hay perfiles algo mayores, de cincuenta para arriba, que se han lanzado a esta realidad. Es el caso de Arturo Román, alumno de una escuela en la que lleva ya un semestre de formación. No tiene trabajo, está en paro tras una vida dedicada al automóvil, y ciertos problemas médicos le están cerrando las puertas del mercado laboral. Entonces, decidió cambiar su vida para tratar de hacer del ‘trading’ su negocio. «Esto no es solo la cuestión técnica, sino también mental, saber gestionar los sentimient­os. Ser consciente de que no voy a forrarme con esto», defiende.

Una de las cosas que más le inculcan es que la inversión requiere mucha disciplina. Su aspiración es que

esto sea una fuente de ingresos, pero todavía cree prematuro definir lo que significa este mundo en su vida dado que solo lleva inmerso unos pocos meses.

Por lo pronto, tanto Cepero como Román no han entrado aún a trabajar con dinero real, pero pronto empezarán a volar, aunque siempre bajo supervisió­n de sus mentores. Entienden que puede que estén varios años interioriz­ando los conocimien­tos y por eso reniegan de la mala imagen que tiene el ‘trading’ a nivel social. Conocen desde dentro esta realidad, frente a las críticas externas. «Hay mucho desconocim­iento. Para saber en qué consiste esto hay que saber qué es, cómo se hace...», dice Román. Miedo a lo desconocid­o, añade Cepero con resignació­n.

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