ABC (1ª Edición)

Bergman, un escritor eclipsado por su cine

Jan Holmberg, director de la Fundación del cineasta, señala las claves de su poco conocida obra literaria, novelas y ensayos, ahora recuperada en España por la editorial Almuzara

- JAVIER VILLUENDAS

El cineasta sueco Ingmar Bergman fue un maestro de la angustia y el rifirrafe sentimenta­l, y un creyente del poder de la mentira para contar la verdad. Así lo explica en el prefacio de ‘La buena voluntad’, su considerad­a mejor novela, recién reeditada en español por la editorial Fulgencio Pimentel, sobre los primeros años de relación de sus padres. «No pretendo afirmar que haya sido siempre respetuoso con la verdad en mi narración. He exagerado, añadido, quitado y cambiado de orden. Pero, como suele ocurrir en este tipo de juegos, el juego ha resultado más claro que la realidad».

Ya desde su autobiogra­fía, ‘Linterna mágica’, a Bergman le tentaba la idea de escribir sobre los años juveniles de sus progenitor­es, el inicio de su matrimonio y «sus esperanzas, fracasos y buena voluntad». La herencia de unas fotos familiares «de enorme magia» le permitió adentrarse en las imágenes y tocar «con cuidado aquellos rostros y sus destinos». Al mirar las fotografía­s, no puede contener la atracción «hacia esas dos personas que en casi todos los aspectos son tan diferentes de los seres medio esquivos y de míticas dimensione­s que dominaron mi niñez y juventud». Fue en el verano del 89 en Farö, la isla sobre el Báltico en donde encontró su elemento, cuando trazó esta historia en la que aprendió mucho de sí mismo. «Mucho que ha estado escondido bajo capas de represione­s polvorient­as y formulacio­nes conciliado­ras carentes de sentido».

Escritor ‘fracasado’

Bergman estudió Literatura e Historia del Arte, pero su obra literaria (con más de cien libros y artículos publicados) ha quedado eclipsada por su imponente filmografí­a. Aparte de este primer título de su ‘trilogía familiar’, la editorial española también recuperará sus ensayos inéditos de una carrera libresca que tendría que esperar a finales de los 80, a partir de la publicació­n de sus memorias, para ser reconocida.

¿Sintió frustració­n por no haber tenido mayor éxito con sus novelas? «Él decía a menudo que empezó como escritor fracasado, que intentó triunfar en los 40 pero fue rechazado por los editores o, si publicaba, despreciad­o por los críticos. Yo sospechaba que esto era un mito, pero, cuando escribí un ensayo sobre la faceta de Bergman como escritor, descubrí, de hecho, que era un mito: al principio de su carrera fue elogiado como prosista, fue su propia elección centrarse en las películas y guiones», cuenta Jan Holmberg, director de la Fundación Bergman, que añade que «al mismo tiempo pareció haberse creído su fracaso como escritor. Lo cual es un misterio porque era talentoso. Y sus guiones son gran literatura por derecho propio, a veces incluso mejores que

las películas, en mi opinión». En ‘La buena voluntad’, un híbrido entre autoficció­n, guión y biografía, el director de ‘Gritos y susurros’ se sitúa como narrador desde la primera línea: «Elijo un día de invierno primaveral a principios de abril de 1909. Henrik Bergman acaba de cumplir 23 años y estudia Teología en la Universida­d de Upsala...». Sin embargo, no se entromete demasiado en una narración coral protagoniz­ada por sus padres, este futuro sacerdote enviado a una humilde parroquia en el norte junto a su esposa Anna, emocional e inteligent­e, de familia rica, coronando un matrimonio casi imposible gracias a la diferencia de clases, las carencias comunicati­vas, una novia oculta a la que el atormentad­o Henrik no se atreve a defraudar o la abuela materna, una Maquiavela de sala de estar que se entromete con el fin de reventar el enlace. Superados todos estos escollos, vendrán más: ellos.

Porque esto es la turbulenta relación de papá y mamá Bergman, un testimonio exagerado con incluso los roles familiares intercambi­ados (ella muy estricta, en realidad, y él páter más blando), pero en donde vuelve a brillar el mago del drama y los problemas de pareja. Recordemos que Bergman se casó 7 veces. Esta predilecci­ón por las dificultad­es en una relación, tal cual desarrolla­ra en ‘Secretos de un matrimonio’, ¿nace de lo que vio en el hogar familiar o fue fruto de sus propias experienci­as? «Un poco de las dos. Pero, ¿no es esto cierto también para todos nosotros? ¿No reflejan todas nuestras relaciones las de nuestros padres o, más bien, la idea que tenemos de la relación de nuestros padres? Bergman fue de mujer en mujer, mientras que sus padres permanecie­ron juntos. Él pensó que deberían haberse divorciado, y, de hecho, ‘La buena voluntad’ es un claro ejemplo de lo malos que fueron el uno para el otro. Así que tal vez ‘compensó’ su idea del fracaso del matrimonio de sus padres abandonand­o a sus propias esposas. O al revés: justificó sus propios defectos como esposo y padre señalando a sus propios padres como diciendo: al menos yo no hice lo que ellos hicieron. Solo podemos especular».

Amor sueco

Publicitad­a en su día como «una de las grandes novelas de amor suecas», esta obra marcó a escritores como Karl Ove Knausgård y también tuvo su versión audiovisua­l bajo la delicada batuta de Billie August en ‘Las mejores intencione­s’, película que ganó la Palma de Oro en Cannes en 1992. El guión, claro, del mito sueco, que ya no rodaba porque considerab­a el cine «un juego para jóvenes». Y se trató siempre como un epílogo de ‘Fanny y Alexander’. «En cierto modo sí. O un correctivo. En esa película muchos entendiero­n que el obispo Vergérus era un retrato del propio padre de Bergman. Y aunque Erik Bergman debió ser una persona con mal humor y problemas, no era tan terrible como el obispo así que creo que intentó aquí matizar su imagen». Igualmente, en ‘La buena voluntad’ la vida religiosa está ligada a una existencia gris y de renuncia total, ¿cuál era la relación de Bergman con un estilo de vida alegre? «Él no era una persona fiestera. Casi nunca bebía alcohol y no se sentía cómodo con mucha gente a su alrededor. Aunque no creo que se sintiera solo. Tenía amigos cercanos y su última esposa fue una compañera cercana. Y algo no menos importante: tenía a sus colegas en el teatro. Trabajar con actores fue probableme­nte su mayor alegría».

 ?? ABC ?? LA ’TRILOGÍA FAMILIAR’ Y LOS ENSAYOS Almuzara ha recuperado ‘La buena voluntad’, novela de Ingman Bergman que inspiró el filme ‘Las mejores intencione­s’ y forma parte de una ‘trilogía familiar’. También editará sus ensayos inéditos
ABC LA ’TRILOGÍA FAMILIAR’ Y LOS ENSAYOS Almuzara ha recuperado ‘La buena voluntad’, novela de Ingman Bergman que inspiró el filme ‘Las mejores intencione­s’ y forma parte de una ‘trilogía familiar’. También editará sus ensayos inéditos

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