La pulcritud de Alemania
➤ La negativa de sus equipos a la Superliga desvela un fútbol con normas muy estrictas
En mitad de la vorágine excesiva en la que se convirtió la puesta en escena de la Superliga destacó la postura firme y rotunda de dos equipos llamados a formar parte del nuevo formato. Tanto Bayern Múnich como Borussia Dortmund dejaron claro desde el principio que aquel enjuague improvisado no iba con ellos y que no iban a participar. Causó extrañeza ese paso al lado, dado también por el PSG, pero el tiempo les acabó dando la razón pues al esplendoroso proyecto se le descosían las costuras por todos lados.
La sintonía en las comunicaciones oficiales de los dos equipos alemanes al estallar el asunto fue absoluta. En ellas ya sobresalía un detalle que al resto de equipos interesados se les escapó, el respeto por la opinión de sus seguidores. «Nuestros miembros y aficionados rechazan una Superliga», se podía leer al inicio de la nota del Bayern. Ambos, al mismo nivel. Simplemente teniendo a sus hinchas en mente evitaron tener que disculparse con ellos a posteriori, como sí hicieron la mayor parte de los doce fundadores de la Superliga.
La pulcritud en las formas y en el fondo del asunto de Bayern y Dortmund no es improvisada, y tiene mucho que ver con la idiosincracia que ha cultivado el fútbol alemán en las dos últimas décadas, que entre otras muchas cosas les ha permitido no tener las urgencias económicas de otros grandes europeos. «El fútbol germano no tiene deudas, y eso es un aspecto fundamental que les diferencia del resto», explica a ABC Miguel Gutiérrez, periodista alemán especializado en la Bundesliga. «Otro es el respeto que muestran Bayern y Dortmund a la Bundesliga, que quedaría seriamente dañada. No creo que haya ningún club que sea reacio a ganar más dinero, y más con lo que se está viviendo. ¿Cómo se van a negar a eso? Pero tiene que ser en concordancia con todos los estamentos, sobre todo con las federaciones y con la Bundesliga. Ese es el punto fundamental. La liga alemana es el pan de cada día».
La reinvención
La gran catarsis comienza tras el fracaso de la selección alemana en la Eurocopa 2000, a la que acudían como campeones y donde fueron eliminados en la primera fase. La Federación y los clubes se reunieron tras el fiasco convencidos de que había que reinventar su fútbol. De ese acuerdo nacieron las estructuras que imperan hoy en día. Los 18 equipos de la Bundesliga tuvieron que implementar de forma obligatoria centros de formación para sus jugadores más jóvenes y desde entonces se gastan 40 millones de euros anuales en ellos. Al mismo tiempo se creó la Deutsche Fussball Liga (DFL), la liga profesional responsable de controlar las finanzas y la organización del campeonato. Ahí caminan todos al mismo son, y el voto del Bayern vale tanto como el del recién ascendido a Segunda división. No hay fisuras, porque todos tienen claro la ruta a seguir para acumular éxitos: estricto control financiero de los equipos, equidad en el reparto de las ganancias y de los derechos de televisión y mantener al aficionado en el centro de sus preocupaciones. «En España el hincha es un mero consumidor de noventa minutos, pero en Alemania es una persona que forma parte del día a día del club. Pueden ir a los entrenamientos, los jugadores acuden a las peñas con frecuencia y hay mucha más comunicación entre los equipos
Mandamientos Estricto control financiero, equidad en el reparto de las ganancias y el hincha en el centro
y los aficionados». Su poder alcanzó para que la DFL cancelara los impopulares partidos de los lunes hace apenas diez días.
Pensando en esos seguidores, la Bundesliga mantiene un plan de precios asequibles para las entradas a los estadios. Son las más baratas de Europa, lo que hace que el campeonato alemán sea también el que tiene un mayor promedio de asistencia. «Es otra mentalidad», continúa Gutiérrez. «Pese al crecimiento de la liga sigue habiendo abonos de temporada por 150 o 170 euros. Eso son 10 euros cada partido».
También están vetados los clubes-estado en virtud de la ‘regla 50+1’, que impide que la mayoría accionarial de un equipo quede en manos de una empresa o un particular salvo para aquellos que demuestren una implicación mayor a veinte años, como el Bayer Leverkusen o el Wolfsburgo. «Los clubes son de los socios, y eso no va cambiar nunca».