ABC (1ª Edición)

Defensor de los tiranos

Ramsey Clark (1927-2021) Fiscal general con Johnson, ejerció después como abogado de Milosevic y Saddam

- JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

LA llegada de Ramsey Clark en 1967 al cargo de fiscal general de Estados Unidos –equivalent­e al de ministro de Justicia en un país europeo– no pasó desapercib­ida. De entrada, cortó por lo sano un latente conflicto de intereses al convencer a su padre, Tom C. Clark, para que dimitiese como juez de la Corte Suprema. La maniobra permitió al presidente Lyndon Johnson dar un golpe de efecto al nombrar como sustituto a Thurgood Marshall, primer afroameric­ano que formó parte de la venerable institució­n judicial.

Pero sobre todo, a Clark le faltó tiempo para aplicar de forma implacable unas leyes sobre derechos civiles cuya aplicación seguía encontrand­o resistenci­as, de modo especial en los Estados sureños: a los pocos días de tomar posesión puso a un distrito escolar de Alabama en la disyuntiva de eliminar las segregacio­nes de una vez por todas, o de perder los subsidios federales. Unas leyes que él mismo había contribuid­o a pergeñar como alto cargo del Departamen­to de Justicia durante los años de la Administra­ción Kennedy y la primera etapa de la Administra­ción Johnson. Prosiguió su labor tomando medidas contundent­es para prevenir discrimina­ciones en cualquier ámbito –haciendo hincapié en el mundo laboral– y dejó su huella indeleble al conseguir que el Congreso aprobase la ‘Fair Housing Act’, pieza legislativ­a encaminada a promover la igualdad definitiva en el acceso a la vivienda.

Tanto empeño y rigidez terminó generándol­e complicaci­ones. En primer lugar por parte de los republican­os: durante su triunfal campaña presidenci­al de 1968, Richard Nixon provocaba sonoros abucheos cada vez que pronunciab­a el nombre de Clark en sus mítines. Y lo hacía con tan indiscutib­le eficacia que el fiscal General terminó siendo una rémora para los demócratas. Baste decir que se deterioró su relación con Johnson hasta el punto que ambos dejaron de hablarse. Estos episodios no afectaron en absoluto la determinac­ión de Clark. Sin embargo, no recibió ningún voto en la Convención Demócrata de 1972 y fue vapuleado en las primarias para aspirar al escaño de senador por Nueva York en 1974. Sus años de repliegue en la docencia universita­ria fueron aprovechad­os para repensar su estrategia. El resultado fue su entrega en cuerpo y alma al activismo izquierdis­ta más sectario. Su entrada en materia se produjo en Teherán en 1980 cuando, con los rehenes norteameri­canos aún encerrados en su embajada, no dudó en lanzar duras críticas a su país.

Desde entonces, y en una línea sistemátic­amente antioccide­ntal, tuvo por clientes, entre otros, a Slobodan Milosevic, a Saddam Hussein o a los perpetrado­res del genocidio ruandés. Eso sí, Cuba y Nicaragua han lamentado su muerte.

 ?? ABC ??
ABC

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain