Gracias, Rafael
He visto mucho tenis y una de las cosas que agradezco es haber sido contemporáneo a la generación que ha hecho del tenis un arte
UNO de los compañeros escribía hace poco en ABC que si en España hubiera muchos hombres como don Juan Roig, el país sería completamente distinto. Sin querer corregir en nada a mi colega, sino al revés, insistiendo en ello, pienso que hay más hombres como el dueño de Mercadona, empezando por Amancio Ortega, que ha levantado el imperio de Zara y permitido a mujeres de todo el mundo ir a la última moda al alcance de su presupuesto, como el señor Roig nos permite a precios razonables comer lo que los alemanes llaman ‘delicatessen’, manjares diríamos en español. Pero no son los únicos.
En España hay una clase empresarial que podría competir con cualquier otra si se ofrecieran las debidas oportunidades. Y si el empresario fuese el héroe de nuestro tiempo, seguro que nos iría mucho mejor. No voy a hacer lista de ellos porque tengo el espacio muy ajustado y no podría abordar el que hoy deseo.
No excluyo de esta élite a los deportistas, ejemplo de profesionalidad muchos de ellos y ellas incluso en deportes como el patinaje artístico y el bádminton, muy poco practicados en nuestro país, pero que conquistaron el cetro mundial a base de esfuerzo, trabajo y voluntad. Entre ellos, el más popular sin duda es Rafael Nadal, que desde que era casi un niño nos ha regalado victorias y alegrías tan memorables como frecuentes y aún sigue dándonoslas, como la de ayer en el Trofeo Conde de Godó, el más antiguo de España, conquistándolo por décimo segunda vez, que ya es decir, tras haber estado en la cima de ese deporte durante largo tiempo. Fue uno de esos partidos que hacen época en el tenis, porque el adversario, el griego Tsitsipas, casi diez años más joven que él, es una de las mejores raquetas del circuito. Se jugó cada punto y cada set como si les fuera en ello el alma y hubo momentos en que la pelota iba a la línea o esquina del rectángulo como atraída por un imán. En el inicio de ambos set, el joven se impuso e incluso con cierta holgura. Pero Nadal es mucho Nadal y, a medida que avanzaban los puntos, lo que es la mejor arma del de Manacor, la voluntad de vencer, el no darse nunca por vencido, fue imponiéndose hasta darle la victoria, aunque fue necesario jugar un desempate para confirmarla.
He visto mucho tenis y una de las cosas que agradezco es haber sido contemporáneo a la generación que ha hecho del tenis un arte, aparte de un ejemplo de disciplina, en la que Rafael Nadal ocupa un puesto destacado. El partido de ayer, jugado con tanta seguridad como brillantez, fue posiblemente el mejor. Aunque lo mejor probablemente sea saber que Rafa, como le conoce la gente, sigue siendo Rafa, alguien en el que se puede confiar, porque lo da todo en cuanto está haciendo. Quitar la nieve o ganar torneos.