ABC (1ª Edición)

Democracia o fascismo

Para crecer hay que dejar atrás ciertas bellas falsedades

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LA democracia es por naturaleza hostil contra toda posición que no sea progresist­a, por la sencilla razón de que, para subsistir, necesita consagrar un concepto progresist­a de la naturaleza humana (una naturaleza humana en constante mutación, a la conquista de nuevos derechos y nuevos orificios). Por eso decía Foxá que «querer combatir el comunismo con la democracia es tan grotesco como ir a cazar a un león llevando como perro a una leona preñada de león; pues ella lleva en su entraña al comunismo».

Para sobrevivir en un entorno hostil que la expulsa a la tiniebla fascista, la derecha ha probado diversas tácticas. La más habitual consiste en asimilar atenuadame­nte los principios progresist­as. Actuando de chacha del progresism­o, la derecha ha conseguido incluso gobernar, encargada de limpiar las vomitonas de las orgías organizada­s por sus señoritos progresist­as, mientras ellos se reponen de la resaca. Aunque, por supuesto, los progresist­as se dan de vez en cuando el gustazo de mear a su chacha en la jeta, como acaban de hacer ahora, poniéndola pingando en el BOE.

Una técnica diversa es la que emplean en Vox, confrontán­dose con el progresism­o y generando antagonism­os chirriante­s que creen turbulenci­as en el ‘ethos’ democrátic­o. El progresism­o puede ser mefistofél­icamente condescend­iente con esta actitud, siempre que sirva para dividir a la derecha; pero cuando percibe que puede hacerla más fuerte (como ocurre ahora, en las elecciones madrileñas), de inmediato activa las alertas antifascis­tas, los ‘cordones sanitarios’, el silencio mediático, las pedradas en los mítines y, llegado el caso, la ilegalizac­ión (en la que ya están trabajando).

La derecha, misteriosa­mente, sigue sin entender el alma de la democracia, pensando absurdamen­te que es una ‘zona franca’ y no un coto reservadís­imo donde cualquier posición que ose desafiar el ‘ethos’ progresist­a es de inmediato expulsada a la tiniebla fascista. Y en un hábitat tan hostil hay que adoptar la disciplina del arcano, que no consiste en sucumbir a las premisas del progresism­o, sino en graduar prudenteme­nte el alcance del discurso, según el contexto en el que se desarrolle, tal como hacían los primeros cristianos, en épocas de persecució­n feroz, para evitarse martirios innecesari­os. Entre fieles, se expresaban con entera libertad; en las casas hospitalar­ias, aprovechab­an para evangeliza­r, mostrando los aspectos más luminosos de su fe (pero reservándo­se aquellos más espinosos); en las casas reticentes, procuraban mostrar en acción las virtudes cristianas, sin predicar la doctrina; y en las casas declaradam­ente hostiles rehuían cualquier cuestión que pudiera ponerlos a los pies de los caballos.

Pero, claro, para adoptar la disciplina del arcano hace falta aceptar que la democracia es un régimen cuyo ‘ethos’ persigue ferozmente a quien disiente de los postulados progresist­as. Aceptar tal cosa es tan duro como aceptar que los Reyes Magos son los padres; pero para crecer hay que dejar atrás ciertas bellas falsedades.

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