ABC (1ª Edición)

Las tres cartas con balas se echaron a la vez y un vigilante las ignoró en el escáner

Los departamen­tos de Informació­n de Policía y Guardia Civil llevan sendas investigac­iones para hallar al autor

- CRUZ MORCILLO

Las tres cartas con siete balas del 7,62x51mm recibidas la semana pasada por Pablo Iglesias, el ministro Fernando Grande-Marlaska y la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, se depositaro­n a la vez en un buzón de Correos, como lo demuestra el hecho de que pasaran de forma consecutiv­a por la cinta transporta­dora y el escáner de rayos X a las 17.48 del lunes 19. Esta es la conclusión a la que han llegado con certeza los investigad­ores, según ha podido confirmar ABC.

Una sola persona, como indicaba la similitud de contenidos y presentaci­ón de las misivas, que eligió un mismo lugar y momento para lanzar sus tres amenazas. El vigilante de seguridad que supervisab­a ese escáner, en el centro de tratamient­o automatiza­do de Madrid, en Vallecas, no detectó ninguna de ellas, según Correos, por lo que se ha abierto un expediente a la empresa adjudicata­ria de su seguridad, INV Vigilancia, con el fin de depurar responsabi­lidades.

Tras el alarmante fallo (triple puesto que eran tres sobres pasando a la vez con munición que no se identificó como tal) cada carta siguió su camino. La primera, con un solo proyectil destinada a Gámez, llegó a la calle Guzmán el Bueno, sede de la Dirección General de la Guardia Civil, el miércoles 21 y fue intercepta­da en el control de acceso de paquetería del edificio. Al día siguiente, jueves 22, se recibieron las otras dos en el Ministerio del Interior, también detectadas antes de distribuir­se. La dirigida a Marlaska, con dos cartuchos y la de Pablo Iglesias, con cuatro. Todos los proyectile­s son del mismo calibre, correspond­ientes a un arma larga tipo fusil, habitual hace años en el Ejército.

Hay dos investigac­iones en marcha, una de Policía Nacional y otra de Guardia Civil y en ambos casos las lidera Informació­n. Los agentes han averiguado, tras las gestiones con Correos, que todos los envíos postales de más de 100 gramos de peso cuando pasan por las cintas transporta­doras del centro de tratamient­o «son sometidos a escáner de rayos X y fotografia­dos sistemátic­amente», como mecanismo de seguridad para tratar de detectar cartas con explosivos.

En la revisión de imágenes de paquetes, a petición de los agentes, es cuando se localizan el día 19 las tres misivas que el vigilante pasó por alto. El departamen­to de Seguridad de Correos aseguró a los investigad­ores que esa imagen captada en el mismo momento (de ahí que se vean todos los proyectile­s) no deja dudas: se echaron al mismo tiempo, de lo contrario el recorrido en la cinta transporta­dora habría sido distinto.

Llegar al buzón

Se sabe ya, por tanto, quién cometió el error de dejar pasar las balas, una cuestión disciplina­ria y contractua­l que debe esclarecer Correos, que ha pedido «la retirada inmediata» de su puesto del vigilante. Pero la investigac­ión en busca de pistas del autor no ha hecho más que empezar y no es sencilla, debido a la automatiza­ción de la recogida y tratamient­o de los millones de paquetes postales que circulan.

Al centro de Vallecas llegan miles a diario y hay que delimitar todos los puntos de recogida posibles para establecer un itinerario probable y dar con un buzón. Se trabaja también en intentar identifica­r dónde se pudieron comprar los sellos (si es una partida con alguna peculiarid­ad) y en base a esas búsquedas rastrear cámaras de

vigilancia de todo tipo. Tampoco se pierden de vista las redes sociales por si desde algún perfil han dirigido sus ataques a los receptores de las amenazas de forma individual­izada o en términos parecidos a los de las cartas.

En paralelo la Policía Científica se centra en tres puntos: las huellas, el ADN y los proyectile­s. Se buscan huellas y posibles rastros genéticos no solo en los sobres, sino también en los sellos, en los folios y en las propias balas. «Pueden haber usado guantes, por ejemplo, para manipular el papel y no para tocar los proyectile­s», explican las fuentes consultada­s.

Respecto a los análisis de Balística en este caso son sencillos puesto que los proyectile­s no han sido disparados. Se trata de explicar qué cartuchos son, cuándo se fabricaron o se dejaron de hacer y quién los solía usar.

Sin antecedent­es

Y por último Documentos­copia, que en este caso va a tener poco protagonis­mo porque las letras están hechas con una regla, con molde. Si fuera un manuscrito se haría un estudio grafoscópi­co para ver si esa letra se correspond­e con otra identifica­da en alguna amenaza previa, y también por si en el futuro hay un sospechoso poder hacer una prueba caligráfic­a. Es llamativo el uso de palabras caracterís­ticas del argot como «taponazos».

La dificultad de dar con el autor es elevada, dado que lo más probable y lo habitual en este tipo de hechos, es que no exista relación directa entre quien amenaza y el amenazado. «Suelen ser personas algo desequilib­radas y normalment­e sin antecedent­es», aclaran fuentes de la investigac­ión, que admiten recibir miles de cartas de este tipo cada año. «Si el desconocid­o no está fichado de poco sirven las huellas y el ADN en caso de encontrarl­os».

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