ABC (1ª Edición)

Nadal Más de media vida ganando

►Logra su duodécimo Godó después de vencer a un descomunal Tsitsipas y, con casi 35 años, lleva ya dieciocho cursos seguidos con al menos un título Nadal «Es el mismo placer estar aquí una vez más con casi 35 años. Diez años antes esto era impensable» Ts

- ENRIQUE YUNTA

Hay mucho detrás de esa celebració­n casi juvenil de Rafael Nadal en la tierra de Barcelona, tan feliz como la primera vez porque ya no sabe cuándo será la última. A medida que se aproxima el epílogo de una carrera esplendoro­sa, imposible frenar lo inevitable, el español saborea más si cabe cualquier éxito, si bien es cierto que el de ayer no fue uno cualquiera. Venía a demostrar, en cierto modo, que a las puertas de los 35 años sigue siendo un depredador competitiv­o sin igual, todavía rey de una superficie que le sigue dando portadas y gloria. El duodécimo mordisco en la Ciudad Condal llegó después de una paliza asfixiante ante un Stefanos Tsitsipas soberbio, tres horas y 38 minutos sin respiro que vienen a confirmar los nuevos tiempos del tenis. Los jóvenes ya no tienen ese miedo reverencia­l a los gigantes de la raqueta, pero no basta la osadía para tumbar en tierra a Nadal, campeón del Godó más sufrido que se recuerda, de menos a más hasta el baño en la piscina del club de Pedralbes y que supone 18 años seguidos con al menos un trofeo en su museo. En la final, un partidazo para recordar, Tsitsipas le obliga a sudar tinta, bravísimo el tenista griego de principio a fin y capaz de salvar dos bolas de partido en el segundo set para llevar la pelea al tercero y tener él ahí una, todos los honores en su derrota. Es el futuro, más bien ya es el presente, pero no le da todavía como para mandar en tierra. El rey, en esa superficie, sigue siendo Nadal, y no importa cuándo se lea esto.

Antes de descorchar el champán, hay tramos angustioso­s en el Real Club de Tenis Barcelona. Por momentos, en el inicio se ve a Nadal sufrir como nunca, acorralado y sin la manera de encontrar soluciones ante los problemas que le plantea un enemigo que da miedo. Manda Tsitsipas en los primeros compases, un recital de golpes bordando la perfección con ese revés a una mano tan plástico y efectivo, y en Barcelona, en la pista que lleva su nombre, hay murmullos porque el héroe no puede, el héroe ya no es tan fuerte. Nadal tiene muy asumido que cada día es un día menos, o un día más, y ya en la víspera, y de manera preventiva, se puso la venda con un discurso algo derrotista. Pero esto es tierra batida, esto es el Godó y esto es abril y la primavera en su máximo esplendor, estación de felicidad y esperanza para el campeón de 20 grandes que renace, como de costumbre, para darle la vuelta a la situación y estrenar palmarés en 2021. En su camino a París, principio y final de todo, una dentellada en Barcelona y un aviso al personal. Por muy bien que estén los jóvenes, en arcilla, al menos hasta que se demuestre lo contrario, nadie es tan buen como Rafael Nadal.

Su duodécimo título en la Ciudad Condal llegó después de una batalla tremenda. Tsitsipas ya se ha confirmado como el pedazo de jugador que es y el griego, campeón hace una semana en Montecarlo, no tiene miedo a nada. De todos los que asoman, Tsitsipas, además de múltiples recursos, tiene carisma y valentía, tanta que ha ganado a los mejores y que ya es maestro de maestros. A Nadal, en su último enfrentami­ento, le desquició con ese triunfo en los cuartos del Abierto de Australia (remontó dos sets y se impuso en cinco) y ya en el Mutua Madrid Open de 2019 le superó en tierra batida, una hazaña al alcance de pocos. Es un Tsitsipas superlativ­o el de este curso y ya no tiene la timidez de aquel chiquillo que desafío al balear en la final del Godó de 2018, el primer cara a cara entre ambos y que fue coser y cantar para Nadal (62 y 6-1).

Salva una bola de partido

De aquel Godó a este, han cambiado muchas cosas. La principal es que el español tiene tres años más y no domina con tanta autoridad, demasiado está haciendo. Con todo, su puesta en escena en el domingo de autos está plagada de dudas y entrega su saque en blanco en el tercer juego, a remolque desde el principio. Tsitsipas hace lo que quiere, maltrata la bola con golpes violentos y encima tiene un saque muy poderoso. Su dominio es abrumador y tiene incluso dos oportunida­des de ponerse 1-4 a su favor y servicio, pero en los momentos críticos no hay nadie tan fiable como Nadal, quien se mantiene sin saber cómo hasta que encuentra un soplo de aire.

Nadal «Es el mismo placer estar aquí una vez más con casi 35 años. Diez años antes esto era impensable»

Tsitsipas «Nadal siempre te obliga a jugar una bola más. Rafa odia perder más que ningún otro tenista»

Esa es la grandeza del zurdo, una mente privilegia­da, no se ha visto otra igual. Tenía el set perdido del todo y del 2-4 pasó al 6-4 escapando del abismo en el noveno juego al salvar tres pelotas de break. Cierra el puño, mira a su siempre nutrido palco y ruge ante su gente, otra vez entusiasma­da por la enésima entrega de épica del campeón. Eso es Rafael Nadal.

El segundo episodio es calcado en su inicio y Tsitsipas vuelve a escaparse al romper el saque de Nadal, pero el heleno no sabe qué tiene que hacer para mandarle a la lona porque, por mucho que le ataque, siempre hay una respuesta y se esfuma su ventaja. Con todo, no se resigna y discute todas las bolas, tanto que salva dos puntos de partido con 5-4 (genial en ambos al subir a la red) y se hace con el precioso tie break de la segunda manga, en donde recibe un regalo en forma de doble falta en un momento crucial.

El epílogo está cargado de drama y cada punto vale oro. Achucha Nadal de entrada, se acerca Tsitsipas en el cuarto juego, vuelve a apretar el español en el quinto... Todo son puños y lamentos, suspiros y gritos. La lógica dice que el joven debe vencer en los partidos de largo aliento, son 22 años contra casi 35, pero también pesa mucho la experienci­a. En cualquier caso, con Nadal no hay lógica que valga.

En el undécimo juego llega el break definitivo, una derecha larga de Tsitsipas que catapulta al mallorquín, que sentencia después y termina rebozándos­e por la tierra. El título, el 87 de su carrera y el primero desde ese Roland Garros otoñal del pasado curso, le eleva al segundo puesto de la clasificac­ión de la ATP y le reconcilia después de titubear en Montecarlo, una liberación en el tramo más importante de la temporada para él. Aterriza en el Mutua Madrid Open con confianza y ya está avisado de que los Tsitsipas y compañía están cada vez más cerca, aunque tampoco necesitaba muchos mensajes porque es el primero en estar al tanto de todo. De momento, le sigue dando para ganar porque la tierra sigue siendo suya.

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AFP Nadal celebra el triunfo en la tierra de Barcelona

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