El Barça brilla y se duerme
Griezmann, con un doblete, provoca la remontada tras el tanto de Chukwueze para el Villarreal
Mi amigo más gay, y que es el que menos lo dirías, porque de tan activo que parece hetero, me explicó ayer que siempre en Grindr da la sensación de que los latinos son inmensa mayoría, pero que en verdad no es que haya más sino que son mucho más solícitos que el resto. Algo así sucedía con el Villarreal, que parecían quince y con una presión tan asfixiante que volvían improductiva la alta velocidad con la que el Barcelona trataba de jugar el balón. De Jong brillaba por su alta calidad, con llegadas de mérito, aunque en el 15 desperdició con un remate muy mediocre una maravillosa jugada colectiva de su equipo. Las cosas hay que remacharlas. No bastan las buenas oportunidades. No basta hacerlo casi todo bien. Hacerlo bonito sólo tiene sentido si ganas. Asenjo tuvo su mérito y es cierto que fue un paradón. Pero un holandés letal y seguidor de la tradición resultadista de su pueblo no puede fallar lo obvio. De todos modos, el partido no daba la impresión de peligrar, e insistiendo en la metáfora de los latinos, mi amigo gay me dijo que, por mucho que le requieran, él casi siempre acaba con otros destinos, precisamente porque no le insisten tanto. Un Barça más viril y más activo, aunque perdonador de lo que iba teniendo, cocinaba a su manera el partido, filtrando balones interiores y activando las bandas, a la espera de que algo de fortuna le diera ventaja en el marcador. Asenjo tenía su tarde en La Cerámica, si fuera un toro lo indultábamos.
Quien de todos modos marcó el primero fue Chukwueze, gracias a un magnífico regalo de Jordi Alba; pero ya se veía que era un espejismo de resultado y, casi sin solución de continuidad, Griezmann, con el exterior, coló una vaselina prodigiosa, merecedora de todos los elogios, hasta los míos, que siempre he pensado que su fichaje, además de un atraco, fue un error.
Para ir por partes, muy mal Jordi Alba, no tanto en el accidente de resbalarse, que se resbaló, sino en su mala toma de decisiones en la estrategia defensiva; y muy bien el local Chukwueze en su oportunismo y su regate a Ter Stegen. El gol de Griezmann, y lo digo yo, de antología. También el francés marcó el segundo, cuando la defensa del Villarreal tuvo la cortesía de corresponder al regalo que Alba les había hecho minutos antes. El marcador se instalaba en la naturalidad del partido. De Jong se exhibía como una bailarina, el Barça parecía una invasión y Asenjo era el Álamo y sólo él mantenía viva la emoción por el resultado. Mi amigo gay se marchó a su casa a la media parte porque entre tanta oferta latina había quedado a las cinco con un joven andorrano.
Festival azulgrana y pese a todo el Villarreal jugando al fútbol y dando la cara. En la reanudación, Sergi Roberto sustituyó a Dest, que no había jugado precisamente su mejor partido, aunque tan malo no fue para considerar que la sustitución fue en reproche. El Barça pasó a defenderse sin balón, con demasiada pereza, sin continuidad en el juego, y Koeman se desesperaba. Quedaba media hora, tal vez la media hora más trascendente, hasta la fecha, para el Barça, en su ambición por ganar la Liga, y la verdad es que, pese a la intensidad local, el espectáculo futbolístico decayó en picado.
Expulsión de Trigueros
Se esfumó la alegría de la primera mitad, la luz de casi Superliga, y volvió el torneo local de errores e incapacidad, de tumultos desconcertados, con el Villarreal más cerca del empate que el Barcelona de sentenciar, y eso a pesar de que Trigueros vio la roja, merecida, por una falta tan dura como involuntaria sobre Messi, que se retorció de dolor. Justa expulsión. Pero hay que decir que Trigueros no fue a cazar al argentino. Salió Dembélé y De Jong volvió a fallar lo indecible.
El Barça durmió el partido sin brillantez, con oficio y confirmando su candidatura a la Liga. Esperábamos más, pero no queríamos menos. Mi amigo me llamó cuando el andorrano ya se había marchado y me dijo: «Lo único que importa de las tardes de domingo es que pasen».